Dejémosle hablar. Nosotros veamos
los hechos. Existe una voluntad que manda y una inteligencia que
obedece. Llamemos atención al acto que pone
en marcha a esa inteligencia bajo la presión absoluta de una
voluntad. Este acto no es diferente si se realiza para reconocer la
forma de una letra, para memorizar una frase, para encontrar una
relación entre dos entes matemáticos, para encontrar los elementos
de un discurso a componer. No existe una facultad que registre,
otra que comprenda, otra que juzgue… El cerrajero que llama a la O
la ronda y a la L la escuadra ya piensa por relaciones. Y la
naturaleza de inventar no es distinta a la
de acordarse. Dejemos pues a los
explicadores «formar» el «gusto» y «la imaginación» de los
señoritos, dejémosles disertar sobre el "genio" de los creadores.
Nosotros nos limitaremos a hacer como estos
creadores: como Hacine que aprendió de memoria, tradujo, repitió,
imitó a Eurípides, Bossuet que hizo lo mismo con Tertuliano,
Rousseau con Amyot, Boileau con Horacio y Juvenal; como Demóstenes
que copió ocho veces Tucídides, Hooft que
leyó cincuenta y dos veces Tácito, Séneca que recomienda la lectura
siempre renovada de un mismo libro, Haydn que repitió
indefinidamente seis sonatas de Bach, Miguel Ángel ocupado en
rehacer siempre el mismo torso…[9] La potencia no se divide. Sólo
existe un poder, el de ver y el de decir, el de prestar atención a
lo que se ve y a lo que se dice. Aprendemos frases y más frases;
descubrimos los hechos, es decir, las relaciones entre cosas, y más
relaciones aún, todas de la misma naturaleza; aprendemos a combinar
las letras, las palabras, las frases, las ideas… No diremos que
hemos adquirido la ciencia, que conocemos la verdad o que nos hemos
convertido en un genio. Pero sabremos que podemos, en el orden
intelectual, todo lo que puede un hombre.
He aquí lo que quiere decir Todo está en
todo: la tautología de la potencia. Toda la potencia del
lenguaje está en el todo de un libro. Todo conocimiento de sí como
inteligencia está en el dominio de un libro, de un capítulo, de una
frase, de una palabra. Todo está en todo y todo
está en Telémaco, se carcajean los que se burlan, y cogen a los
discípulos desprevenidos: ¿También está todo en el primer libro de
Telémaco?¿Y en su primera palabra? ¿Están
las matemáticas en Telémaco? ¿Y en la
primera palabra de Telémaco? Y el discípulo
siente como el suelo se derrumba y llama al maestro para que le
ayude: ¿qué hay que responder?
«Habría que responder que vosotros
creéis que todas las obras humanas están en la palabra Calipso puesto que esta palabra es una obra de la
inteligencia humana. El que hizo la suma de las fracciones es el
mismo ser intelectual que el que hizo la palabra Calipso. Este artista sabía griego; ha elegido una
palabra que significa astuta, oculta. Este
artista se parece al que imaginó los medios para escribir la
palabra de la que se trata. Se asemeja al que hizo el papel sobre
el cual se la escribe, al que emplea las plumas para escribir, al
que las corta con una navaja, al que hizo la navaja con hierro, al
que proporcionó hierro a sus semejantes, al que hizo la tinta, al
que imprimió la palabra Calipso, al que
hizo la máquina para imprimir, al que explica los efectos de esta
máquina, al que generalizó estas explicaciones, al que hizo la
tinta para imprimir, etc., etc., etc… Todas las ciencias, todas las
artes, la anatomía y la dinámica, etc., etc., son fruto de la misma
inteligencia que hizo la palabra Calipso.
Un filósofo, desembarcando sobre una tierra desconocida, conjeturó
que estaba habitada viendo una figura geométrica sobre la arena.
"Aquí hay pasos de hombre", dijo. Sus compañeros lo creyeron loco
porque las líneas que mostraba no tenían la forma de un paso. Los
sabios del avanzado siglo XIX abren sorprendidos sus ojos cuando se
les muestra la palabra Calipso y se les
dice "Aquí está el dedo del hombre". Apuesto que el enviado de la
Escuela Normal de Francia dirá observando la palabra Calipso: "Está bien, pero eso no tiene la forma de
un dedo". Todo está en todo.»[10]
Esto es todo lo que hay en Calipso:
la potencia de la inteligencia que está en toda manifestación
humana.
La misma inteligencia crea los
nombres y crea los signos de las matemáticas. La misma inteligencia
crea los signos y crea los razonamientos. No existen dos tipos de
espíritu. Existen distintas manifestaciones
de la inteligencia, según sea mayor o menor la energía que la
voluntad comunique a la inteligencia para descubrir y combinar
relaciones nuevas, pero no existen jerarquías en la capacidad intelectual. Es la toma de conciencia de
esta igualdad de naturaleza la que se llama
emancipación y la que abre la posibilidad a todo tipo de aventuras
en el país del conocimiento. Ya que se trata de atreverse a
aventurarse y no de aprender más o menos bien o más o menos rápido.
El «método Jacotot» no es mejor, es otro. Ésta es la razón por la
que los procedimientos puestos en juego importan poco por sí
mismos. Es Telémaco, pero podría ser
cualquier otro. Comencemos por el texto y no por la gramática, por
las palabras enteras y no por las sílabas. No es que sea necesario aprender así para aprender mejor y que el
método Jacotot sea el antepasado del método global. De hecho se va
más rápido empezando por Calipso y no por
B, A, BA. Pero la velocidad que se gana
sólo es un efecto de la potencia que se ha conquistado, una
consecuencia del principio emancipador. «El método antiguo comienza
por las letras porque dirige a los alumnos según el principio de la
desigualdad intelectual y sobre todo de la inferioridad intelectual
de los niños. Cree que las letras son más fáciles de distinguir que
las palabras; es un error, pero en fin lo cree. Cree que una
inteligencia infantil sólo es apta para aprender C, A, CA y que es
necesaria una inteligencia adulta, es decir superior, para aprender
Calipso.»[11] En resumen, B,
A, BA, como Calipso, es un símbolo:
incapacidad contra capacidad. Deletrear es un acto de contricción antes
que un medio de aprendizaje. Esta es la razón por la que se podría
cambiar el orden de los procedimientos sin cambiar nada en la
oposición de los principios. «Un día quizá el Viejo se dará cuenta
y hará leer por palabras y entonces tal vez nosotros haremos
deletrear a nuestros alumnos. Ahora bien, de este cambio aparente,
¿qué resultaría? Nada. Nuestros alumnos no estarían menos
emancipados y los niños del Viejo no estarían menos atontados (…)
El Viejo no atonta a sus alumnos haciéndoles deletrear, sino
diciéndoles que no pueden deletrear solos; no los emanciparía pues,
los atontaría, haciéndoles leer por palabras, porque tendría mucho
cuidado en decirles que su joven inteligencia no puede prescindir
de las explicaciones que saca de su viejo cerebro. No es pues el
procedimiento, el progreso, el modo, el que emancipa o atonta, es
el principio. El principio de la desigualdad, el viejo principio,
atonta se haga lo que se haga; el principio de la igualdad, el
principio Jacotot, emancipa cualquiera que sea el procedimiento, el
libro, el hecho al cual se aplique.»[12]
El problema es revelar una inteligencia a sí misma. No
importa que cosa se haga servir. Es
Telémaco-, pero puede ser una plegaria o
una canción que el niño o el ignorante sepa de memoria. Siempre hay
algo que el ignorante sabe y que puede utilizar de punto de
referencia con el cual relacionar cualquier cosa nueva que quiera
conocer. Es testigo este cerrajero que abre los ojos de par en par
cuando se le dice que puede leer. Ni
siquiera conoce las letras. Que acepte la pena, por ahora, de
esforzarse en mirar ese calendario. No sabe el orden de los meses
y, por consiguiente, no puede adivinar
enero, febrero, marzo… Pero sabe contar un poco. Y ¿quién le impide
seguir lentamente las líneas hasta reconocer escrito lo que sabe?
Sabe que se llama Guillaume y que su santo es el 16 de enero. Sabrá
perfectamente encontrar la palabra. Sabe que febrero solo tiene
veintiocho días. Distingue perfectamente que una columna es más
corta que las otras y reconocerá 28. Y así sucesivamente. Siempre
hay algo que el maestro puede pedirle que busque, sobre lo que le
puede preguntar y sobre lo que puede comprobar el trabajo de su
inteligencia.