Capítulo Segundo


La lección del ignorante

Desembarquemos pues con Telémaco en la isla de Calipso. Penetremos con uno de estos visitantes en el antro del loco: en la institución de la Señorita Marcellis en Lovaina; en casa del Señor Deschuyfeleere, un curtidor al que convirtió en latinista; en la Escuela Normal* Militar de Lovaina, donde el príncipe filósofo Frederick d'Orange encargó al fundador de la enseñanza universal la instrucción de los futuros instructores militares: «Imaginen a los reclutas sentados sobre bancos y ronroneando, todos a la vez: Calipso, Calipso no, etc., etc., dos meses después sabían leer, escribir y contar (…) Durante esta educación primaria, aprendimos uno el inglés, el otro el alemán, éste la fortificación, aquél la química, etc., etc.


–¿El fundador sabía todo eso?

–En absoluto, pero nosotros se lo explicábamos y les garantizo que aprovechó gratamente la Escuela Normal.

–Pero me pierdo; entonces, ¿todos sabíais química?

–No, pero la aprendíamos y le hacíamos la lección al maestro. Ésta es la enseñanza universal. Es el discípulo el que hace al maestro.»[5]


Existe un orden en la locura, como en todas las cosas. Empecemos pues por el principio: Telémaco. Todo está en todo, dice el loco. Y la malicia pública añade: y todo está en Telémaco. Ya que al parecer Telémaco es el libro para todo. ¿Quiere el alumno aprender a leer? ¿Quiere aprender inglés o alemán, el arte de pleitear o el de combatir? El loco le pondrá imperturbablemente un Telémaco en las manos y el alumno empezará a repetir Calipso, Calipso no, Calipso no podía y así sucesivamente hasta que sepa el número prescrito de libros del Telémaco y hasta que pueda contar los otros. De todo lo que aprende -la forma de las letras, el lugar o las terminaciones de las palabras, las imágenes, los razonamientos, los sentimientos de los personajes, las lecciones de moral-, se le pedirá que hable, que diga lo que ve, lo que piensa, lo que hace. Se le pondrá solamente una condición imperativa: todo lo que diga, deberá mostrarlo materialmente en el libro. Se le pedirá que haga las redacciones y las improvisaciones en las mismas condiciones: deberá utilizar las palabras y los giros del libro para construir sus frases; deberá mostrar en el libro los hechos a los que corresponde su razonamiento. En definitiva, todo lo que diga, el maestro deberá poderlo verificar en la materialidad del libro.