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Georgie

Inglaterra, 1929

Está nevando. Me gusta la nieve. Abro la ventana y saco el brazo desnudo a través de los barrotes de metal para sentir los copos helados posarse sobre mi piel. Sé cómo se hace la nieve, he leído cómo el agua se evapora en la atmósfera y cómo se condensa hasta crear cristales de hielo, y esos cristalitos se unen para formar copos de nieve que caen al suelo.

Sin embargo, me asusto de mi propia mente porque empiezo a preguntarme si serán naves espaciales en miniatura que vienen desde Marte, hechas para que se desvanezcan y se conviertan en líquido al entrar en contacto con lo humano. Es posible. Todo es posible. Pero pienso en las agujas que el doctor Churchward me clava en el brazo y sé que he perdido la cuenta esta semana. Odio perder la cuenta. Lo odio, lo odio.

Siento que la mente se escapa a mi control, es resbaladiza y traicionera, y las palabras salen de mi boca sin poder retenerlas.

—Cuéntame qué hace Jessie, cómo es.

Parpadeas como el gato de ojos azules que observo perseguir a los pájaros en el jardín.

—Se parece a ti —dices.

Entonces es cuando sacas una fotografía de mi hermana del bolsillo de tu chaqueta y me la enseñas.

Empiezo a llorar y no paro.

Tengo un secreto.

Tengo que esforzarme y practicar para no contártelo, igual que entreno mis músculos con las mazas cada sábado. No me permiten tener las mazas de madera porque dicen que podría ser peligroso con ellas, pero tú las metes a escondidas todos los sábados igual que metes a escondidas los periódicos. Tengo que ponerme guantes para leerlos porque no puedo soportar mancharme con la tinta negra, y solo me dejas leer ciertas páginas porque dices que las otras me impactarían demasiado. Aun así, siempre me quedo impactado. Por la violencia, los asesinatos… Pero me gusta leerlo porque me hace darme cuenta de que no estoy solo.

Mataría al doctor Churchward si pudiera.

Ya tengo los brazos y el pecho de un hombre, me dices, no de una chica. Nunca fueron de una chica, siempre fueron míos, pero no te hago esta anotación. Estoy aprendiendo.

Tengo un secreto. Tiene que ver con el tejado de esta residencia. A veces me cuesta muchísimo esfuerzo no contártelo, pero es demasiado peligroso.