Miranda

Observo el reloj en forma de gato que cuelga de la pared de la sala de espera del consultorio de Regina, muevo mis dedos nerviosa y luego las miro las manecillas que caminan sin esperar.

De pronto la doctora asoma la cabeza y me sonríe, sé que es mi turno.

—Miranda, vamos.

Me pide que entre y trago, me levanto de mí asiento y paso a su consultorio.

Detesto la forma en que ha ocurrido todo, Max no contesta el teléfono y no he podido decirle sobre nuestro posible embarazo y este silencio me hace pensar mal aunque no quiero.

—¿Cómo te has  sentido, Miranda?

—Bien —miento.

Los mareos y náuseas son contantes e insoportables cada mañana.

—¿Todo bien? —pregunto.

Ella sonríe y asiente, me entrega un sobre en el que se supone que están los resultados del chequeo completo que me realicé.

—No me queda más que felicitarte, tienes cuatro semanas de gravidez.

Soy incapaz de cerrar la boca, me falta el aire y comienzo a llorar.

No puedo decir si es de felicidad o tal vez decepción, para mis papás y mis hermanos.

¿Cómo se supone que seguiré los estudios así?

No debería pensar en mí solamente, tendría que estar feliz.

Un hijo de Max, estoy esperando un hijo del hombre de mí vida.

—No lo puedo creer.

—Empieza a hacerlo, voy a programar tu próxima cita para el chequeo del feto, de lo demás estas completamente bien.

Asiento y mi cabeza y mente se van hacia otro lado, solo puedo ver que habla y habla pero soy incapaz de escucharla.

No puedo asimilarlo, soy muy joven para ser mamá.

—Tranquila, todo va a estar bien. El tiempo se te va a pasar volando y en un abrir y cerrar de ojos tendrás a tu bebé contigo. Max me comentó sobre su ilusión de ser padre.

—¿Hablaste con él?

—Hace un par de semanas, cuando me pidió otra cita para ti.

—Oh.

Yo ya sabía esa información, el mismo me dijo las ganas que tenía de tener un hijo conmigo y ahora tengo que buscar la forma de decírselo.

No puede ser por teléfono así que tengo que esperar a que regrese, al salir del consultorio saco mi celular y le llamo con la esperanza de obtener alguna respuesta.

Un tono.

Dos tonos.

Tres tonos.

—Hola  nena —el escuchar su voz me hace suspirar e inmediatamente sonreír.

—Max, ¿cómo estás? ¿cuándo regresas? Tengo algo importante que decirte.

—Yo también Miranda, no sé cuando regrese pero en cuanto ponga un pie en Madrid nos vemos ¿vale?

—Sí ¿qué me quieres decir? —la línea de queda muerta por unos segundos.

—Te amo mi niña, eres lo mejor que me ha pasado. Quiero que lo tengas bien claro, siempre.

—Amor, yo sé que me amas así como yo a ti.

—Eres la mujer de mi vida, quiero que nos casemos y quiero que formemos una hermosa familia, ya sea en esta vida o en la otra, siempre te amaré.

Aquellas palabras en vez de emocionarme me desconciertan, lejos de una declaración de amor me parece más como una despedida.

—¿Estas bien?

—Sí, solo quería que lo supieras. Tengo que colgar, Miranda, te amo mucho.

—Yo también.

Se queda ahí en la línea, escucho su respirar y luego se corta la llamada. Miro hacia el cielo, tengo una corazonada, hay algo en mi pecho diferente, miedo. Un miedo intenso que no deja de desaparecer desde que tuvo que irse a Nueva York.

—¿Miranda?

Pongo atención al llamado, abro los ojos y me encuentro a Isabel.

—Hola, Isabel.

—Mujer, tanto tiempo sin verte.

—Estoy por regresar al trabajo, el médico ya me dio de alta.

—¿En serio?

—¿Por qué te sorprende?

Me agarra de los hombros y me hace a un lado ya que hay mucha gente que va y viene.

.

—Pues, pensé que por ser la querida oficial del jefe dejarías de ir a trabajar. Ya supe que te puso departamento.

Levanta las cejas y golpea mi hombro.

—Eso no es cierto.

—Ay ya deja de fingir, yo llevo todo el conteo de dinero que gasta además a mí me pidió exclusivamente que buscara el departamento, espero sea de tu agrado.

—Pues… pues te equívocas. Ese departamento no es mío, él y yo no somos nada.

—¿Y el dinero en tu cuenta?

—¿Que dinero?

Se ríe y se cruza de brazos.

—De verdad que ya no sabes hasta donde llegar, yo lo sé todo. Todos los meses me pidió que depositara dinero en tu cuenta después de pagar tu colegiatura. ¿Lo ves? Ya no tienes nada que ocultar.

—Eso no es verdad.

—¿De verdad no sabes, o finges tan bien?  En fin como sea, supongo que después de su boda dejarás de ser la querida ¿o no?

—¿De qué boda hablas?

Por un momento creo que está enterada de nuestros planes, pero no es así. Saca de su bolsa un sobre color azul marino y me lo da.

—El jefe me pidió exclusivamente que te diera la invitación de su boda, se llevará a cabo allá en Nueva York. Deben seguir aparentando ser solo secretaria y jefe.

—¿Su boda? Eso no es cierto él… él no me dijo nada.

Derramo lágrimas como si en mis ojos hubiera una fuga de ellas.

—¿En serio creíste que se quedaría contigo? ¿Qué te prometió? Miranda, ellos son así. Tienen mucho dinero y creen que pueden tener a quien quieran y cuando ya no les sirven las dejan y se buscan una diferente.  Incluso, no digas que yo te lo dije pero… Max tenía mensajes comprometedores de una tal Tianne y también intentó algo conmigo pero yo tengo a mi novio y no me gustar ser infiel.

Las manos me tiemblan, en verdad, todo mi cuerpo lo hace.  ¿Él y Tianne? Eso no puede ser, pero ¿qué me hago tonta? Ann es una zorra aprovechada y desde el principio supe y tuve la corazonada de que le gustaba.

—Soy una tonta —digo entre dientes.

—Lamento decirlo, sí lo eres, el creer que de verdad dejaría su mundo por ti fue de estúpidos.

Siento que el aire me falta, no puedo decir nada más. Lo único que hay en mi mente es la palabra traición.

Luego de caminar hasta casa giro el pomo de la puerta y me encuentro con la escena más hipócrita: Ann simulando estar enamorada de Sebastian.

—Miri ¿en dónde andabas? —me pregunta él.

—Por ahí.

No puedo dejar de verla a ella y tampoco evito que mi voz suene agria y sin gracia.

—Trajimos la cena, solo estamos esperando a Ricardo y Antonio.

—No tengo hambre.

Pienso en quitarle la máscara en frente de él, pero mi hermano no se lo merece.

Sebastian la quiere de verdad y saber que le ha sido infiel le destrozaría el corazón… como a mí.

—Tienes que comer Miri.

—Comí algo en la calle.

—¿Tú novio millonario te invitó a uno de esos restaurantes elegantes y finos?

La muy perra se atreve a bromear, nunca había sentido tanto odio como en este momento hacia ella y Max.

Par de hipócritas.

—Lo que haga o deje de hacer te tiene sin cuidado.

Su sonrisa desaparece.

—¿Qué te pasa?

—Miranda, no le hables así. Te está preguntando bien.

Mis hermanos llegan y se sientan en la mesa, pero yo soy incapaz de hacerlo. Ahora que sé lo traidora que Tianne puede ser no quiero ni compartir la mesa con ella.

—Me voy a dormir.

Me paso de largo sin siquiera darles un beso a mis hermanos, me tumbo en la cama y derramo las lágrimas que he reprimido.

Luego se me ocurre una idea, me levanto y cojo la laptop de mí cajón.

La enciendo y abro una pestaña en internet, tengo la ilusión de que todo lo que Isabel dijo sea una broma. Pero no es así, tengo más de veinte mil dólares en mi cuenta bancaria justo como ella lo había dicho.

Saco de mí bolsa el sobre azul que me dio y con miedo y dolor lo abrí lentamente.

Maximiliano Ferreira y Ariana Cáceres.

 

Tienen el honor de invitar a ti y a toda tu familia a la ceremonia nupcial que se llevará a cabo el 22 de Diciembre en la residencia Ferreira.

 

Favor de confirmar asistencia.

No puedo seguir leyendo, la lanzo con todas mis fuerzas hacia la puerta.

Ariana Cáceres; otra mentira más.

Seguramente es por ella que se hizo ese tatuaje y no por su madre.

Todo mi amor se convierte furtivamente en rabia, tengo tanto coraje hacia él.

—No puede ser, esto debe ser una mentira, joder.

Susurro y aprieto la colcha, la puerta se abre y me limpio las lágrimas.

Tianne entra y ve el sobre en el piso, lo levanta y después estalla en carcajadas.

—Así que se casa, por eso estás así. Pero tranquila tía, no tienes por qué desquitarte conmigo, yo no tengo la culpa de que te vieran la cara de estúpida. Era lógico que no se iba a quedar contigo.

Aprieto los dientes, tanto, que duele.

Camino hacia ella y sin más estrello la palma de mi mano en su asquerosa mejilla.

—¿Qué diablos te pasa? —chilla.

—Eres una maldita puta, te di mi confianza y me pagaste revolcándote con Max.

Palidece y se soba la mejilla.

—No sé de qué hablas.

—Deja de fingir, te acostaste con él sabiendo que yo lo amaba.

—¡Pues sí, sí lo hice! Me acosté con él pero querida, eso fue mucho antes de que tú llegaras a su vida, llegó al bar y simplemente le gusté, y le sigo gustando.

Me lanzo sobre ella y tiro de su cabello, ella se defiende y me golpea en el ojo.

—¿Qué diablos pasa? ¡Miranda, déjala! —escucho a Sebastian.

—¡Joder, sepárenlas! —grita Antonio.

Pero nada me importa, quiero desquitar mi coraje, quiero sacar toda la rabia que tengo por dentro.

Ricardo me separa de ella y me pone sobre su hombro, golpeo su espalda mientras le digo tacos.

—¿Por qué discuten?

—Pregúntale a esa zorra, a ver qué es lo que te dice. ¡Bájame Ricardo!

—Deja de llamarla así, Miranda no tienes derecho.

Ricardo me pone en el piso y vuelvo a romper en llanto.

—Estoy harta de todo, estoy cansada de vivir entre tanta mentira. Sebastian… me acabo de enterar de que tú novia se acostó con Max.

—¡Eso no es cierto! —grita ella ofendida.

—¿De dónde sacas esa estupidez?

—Lo que estás diciendo es una acusación muy grave.

—Así es, Antonio. En la calle me dijeron que se manda mensajes con él y aquí, ella misma me acaba de confirmar que son un par de cerdos los dos.

—Amor, te juro que eso no es cierto.

Siento dolor por mi hermano, se queda mirando hacia el piso y los ojos se le llenan de lágrimas.

Hubiera querido evitarle ese dolor, pero es mejor que sepa de una buena vez quien es su novia a vivir engañado.

—Sebastian, no vas a creerle ¿verdad?

—Vete Tianne —susurra.

—Bebé…

—¡Largo de aquí!

Todos guardamos silencio, ella llora y sale de mí habitación. Me desplomo en el suelo y Sebastian sale de casa, no sin antes hacer notar  su enojo azotando la puerta.

—No llores Miri, no vale la pena.

—Te lo dije, te dije que ese idiota te haría sufrir. Si me hubieras hecho caso.

—Basta Ricardo, él hubiera no existe y tus comentarios no hacen sentir mejor a Miranda.

Pienso en el bebé que estoy esperando y en las mil y un posibilidades de mandar todo al carajo. En este momento no puedo decirles que estoy encinta, me matarían y todo se volvería más complicado.

Me levanto del suelo con algo muy en mente y firmemente, si quiero terminar con todo esto… entonces tengo que enfrentarlo.

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html