Miranda
Cierro la puerta con mi respiración casi nula.
¿Que fue eso?
¿Estuvo a punto de besarme?
Seguro estoy alucinando.
—¡Ese imbécil casi te besa! —grita Sergio.
Bueno, creo que el también alucina.
—No iba a hacerlo.
—Basta con ver cómo te miraba, joder Miranda. Eres tan ingenua.
—Y tú tan exagerado, estás haciendo una tormenta en un vaso de agua.
—Ahora soy yo el exagerado.
Rodeo los ojos, no puede ser que estemos discutiendo ahora.
Sebastian se levanta y para colmo se pone de su lado.
—Cuando yo llegué también estuvo a punto de besarte, y no digas que no.
—¡No es cierto!
—Esto es el colmo, voy a partirle la cara a ese infeliz.
—Yo te ayudo cuñado, nadie se mete con mi hermanita más que tú.
—Eso sonó tan machista, hagan lo que quieran yo me voy a dormir.
Doy media vuelta entro a mi habitación, cierro la puerta y me dejo caer en el suelo.
Joder, sí iba a besarme, lo iba a hacer.
Sonrío estúpidamente, esto no debería ponerme feliz. Yo tengo novio y lo quiero.
¿Por qué diablos no estoy ofendida?
Dijo que quedaba pendiente un café entre él y yo.
No debería emocionarme, sin embargo no lo puedo evitar, la sonrisa que hay en mi rostro no se puede borrar.
Escucho que todavía Sergio habla afuera, también debería estar con él diciéndole que Max no iba a besarme, pero está insoportable.
Me pongo mi pijama y me meto a la cama, cierro los ojos y siento nuevamente su roce en mí, un revoloteo chistoso se apodera de mi cuerpo.
Río y hundo mi cabeza en la almohada.
—¡Miranda!
Antonio toca la puerta y le digo que pase, siento cuando la cama se hunde y acaricia mi hombro.
—Sergio está muy enfadado ¿qué pasó?
—Choqué su auto, Max me ayudó y ahora él dice que quiere todo conmigo.
Suspira y quita la almohada de mi cabeza.
—¿Eso fue lo que realmente pasó? Él y Sebastian dicen que casi te besa.
—Es mentira, sólo estábamos platicando y se pusieron como locos, estoy harta de que no me den mi lugar y a Sergio sí.
—No es verdad, claro que te damos tu lugar, sólo que se nos hace más fácil comprenderlo porque es hombre y nadie entiende a las mujeres.
Golpeo su cabeza y ríe. Me gustaría contarle que fue lo que sentí cuando Max me tocó, decido no hacerlo pues no quiero más gritos.
Con los de Sergio y Sebastian tengo suficiente.
—Descansa, ya se le pasará el enojo.
—Eso espero.
Besa mi frente y sale, saco del cajón de la mesita de noche la tarjeta que Max me dio, suspiro y agarro mi celular, miro la pantalla y me arrepiento.
Lo guardo de nuevo y lo meto hasta el fondo del cajón, no quiero más tentaciones.