Miranda

—¡Llegué! —grito y cierro la puerta.

Antonio sale de la habitación y me abraza, me levanta del suelo y río.

—Antonio, no me fui un año no exageres.

—Lo sé pero estoy emocionado —toma mi mano y nos sentamos en el sofá—, se hizo la audiencia y ganamos, podré ver a mis hijos cuando yo quiera, Sandra ya no me lo puede impedir.

Le brillan los ojos y me vuelve a abrazar.

—Estoy tan feliz por ti, te mereces ser feliz a lado de mis sobrinos. Seguro ya están gigantes.

—Lo sé, terminando la audiencia pedí verlos y… joder, Gaby ya habla y Key ha perdido los dos dientes del frente. Están tan grandes mis niños, juro que recuperaré el tiempo perdido con ellos.

—Claro que sí hermano.

—Bueno y cuéntame ¿cómo te fue?

Suspiro y río, muerdo mi labio y mi mente me lleva de nuevo a Francia, Max y yo disfrutando juntos.

—Sí, cuéntanos como te fue hermana porque según tú te quedaste a trabajar. Nunca había visto a alguien llegar tan feliz del trabajo —Sebastian sale de la habitación y pone los brazos en jarra, Ricardo se une y se pone a su lado.

—Anda, habla que no tenemos todo el día.

—Primero que nada les pido que se sienten, lo que voy a decirles es…

—¡No me digas que estás con ese tipo! —grita Sebastian.

—Sí —susurro—, nos hicimos novios y soy tan feliz.

—Va a herirte Miri, entiende por favor. ¿Qué va a pasar con Sergio? No ha dejado de llamar desde que saliste de viaje.

—Voy a hablar con él, quiero que terminemos bien, sin rencores ni reclamos.

—Pues ni yo ni Ricardo estamos de acuerdo con esa relación.

—Entonces lo lamento mucho, pero no voy a cambiar de opinión. Me costó mucho trabajo abrirme a mis sentimientos y no por su capricho de querer tener a Sergio de cuñado voy a dejar a Max.

Antonio se levanta del sofá y como siempre pone orden entre nosotros.

—Se calman ustedes dos, Miri ya no es una niña, puede tomar sus propias decisiones.

—No te pongas de su lado Antonio, la van a herir ¿y quiénes van a estar ahí para recoger lo que quede de ella? Los tres idiotas.

—Bueno ya lo dijiste, tenemos que dejar que sola cometa sus errores para que así aprenda de ellos y crezca.

Hay un silencio inminente, Antonio se pone frente a mí y me resguarda, me duele que mis hermanos no acepten a Max, lo que más me duele es que no se den cuenta que regresé más feliz que nunca.

—Pues yo nunca lo voy a aceptar.

—Yo tampoco —se le suma Ricardo.

—Pues como quieran, se tendrán que acostumbrar quieran o no.

Me doy la vuelta, rodeo el sofá y corro a mi habitación.

Me quito la ropa que aún tiene el perfume de mi hombre en ella y me meto a la regadera.

Al salir escojo mi ropa, shorts de mezclilla, blusa roja sin mangas y tenis. Salgo a preparar lo que llevaremos, una vez que estamos listos nos subimos a nuestro cacharro.

Ricardo y Sebastian siguen enojados conmigo porque no me dirigen la palabra en todo el camino.

Pongo un poco de música para hacer un ambiente agradable dentro pero parece que mis gustos los pone de más mal humor.

—De una vez les digo que lo he invitado, y vendrá.

—Joder, estás mal Miranda. Esto es familiar.

—Cállate Sebastian, tú eres el primero en invitar a tu novia y nadie te lo reprocha.

—Ann es casi de la familia y si no pues lo será porque nos casaremos.

Pongo los ojos en blanco, cuando quieren mis hermanos puedes ser tan odiosos. Antonio se desvía del camino para recoger precisamente a Ann.

Pone su bolsa en la cajuela y entra, lo que resta de camino se la pasan besando y tocándose y entre más los veo más extraño a Max.

¿Qué estará haciendo? ¿Pensará en mí?

Saco del bolsillo de mi short mi celular y me llega un mensaje de él, sonrío y lo abro.

*Te extraño, estoy libre. En unos minutos te veo. Te amo preciosa.

Suspiro y Antonio me mira de soslayo.

Por fin llegamos, me bajo y estiro los pies, Ann se pone a mi lado y me ofrece un cigarrillo pero me niego.

—¿Por qué tanto suspiro?

—Es Max, decidí por fin darme una oportunidad con él.

—Ya era hora  mujer, sí que te hiciste del rogar pobre de aquel chico.

—No es para tanto, va a venir en un rato más.

—Muero por conocer al tan mencionado Maximiliano.

Sonrío, mi móvil de nuevo suena y contesto.

—Hola preciosa, he llegado ¿me alcanzas en el estacionamiento?

—Sí, voy para allá.

Cuelgo y tomo de la mano a Ann, caminamos hacia el estacionamiento mientras mi corazón late al mil.

Busco su auto negro, pero en cambio lo veo parado a lado de una moto color negra, se ve tan guapo.

Tira la colilla de su cigarro al verme, abre los brazos y me lanzo sobre él.

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html