Miranda
Abro los ojos y lo primero que veo es a Max a mi lado, sonrío y suspiro.
Me levanto de la cama y voy a las recámaras de mis hermanos sólo para corroborar que se han ido.
La casa está vacía, sólo somos Max y yo, eso me pone nerviosa.
Al regresar está sentado en la esquina de la cama, se frota la cara hasta que se da cuenta de mi presencia, me mira y sonríe.
Joder, hasta recién levantado es sexy.
—Supongo que no sabes que haces aquí.
—Supones mal, todos los caminos que tomo me llevan a ti, mírame aquí.
Guardo silencio y camino hacia él, me siento a su lado y pone su mano en mi pierna, no soporto su tacto porque me produce impulsos, quiero besarlo pero sé que no debo.
—Te dije que no voy a renunciar a ti, y así será.
—Tengo novio.
—Ya sé, tampoco tienes que repetírmelo cada que puedes.
Sus palabras me hieren, lo que menos quiero es hacerlo sentir mal.
—Lo lamento.
—Solo quiero que te des cuenta que entre más decido alejarme más término a tu lado.
—¿Qué es lo que quieres?
—A ti, quiero que me quieras.
Pestañeo con velocidad, nunca me había sentido así. Sergio es mi novio desde hace años y en todo este tiempo siempre estuve segura a su lado y sin ninguna confusión, y ahora... ahora sólo quiero encerrarme en el armario y esperar a que todo esto pase.
—Solo puedo ofrecerte mi amistad.
Me arrepiento de mis palabras, él baja la mirada y suspira.
No logro ver bien que es lo que hace pero al parecer está riendo ¿es una broma?
No entiendo que le causa risa.
—De acuerdo, con tal de que no me alejes de ti lo acepto.
Bajo la mirada desilusionada, esperaba que insistiera un poco más, miro las uñas de mis pies pintadas de azul y pienso que no es lo que quiero, pero es lo mejor.
Toma mi mano y los voleteos no se hacen esperar, presiona mi mano y me observa.
—¿Amigos? —pregunta y asiento.
—Amigos.
Afirmo y ríe, se pone de pie y me jala con él.
—¿Puedo darme un baño?
—Sí, la puerta del final del pasillo es el baño. Abajo del lava manos está el cajón donde encuentras toallas y todo.
—De acuerdo, gracias.
Besa mi frente y sale de mi habitación, me tiro en la cama y hago berrinche.
—Es lo mejor —me repito una y otra vez para creer en ello.
Preparo huevos revueltos para desayunar mientras pienso en él, incluso estando a unos cuantos pasos de distancia siento que ya me hace falta, nunca debí entregarme a él de esa manera.
Me detesto, me detesto por ser tan fácil.
Lo único bueno es que hemos quedado en algo, ser amigos es la mejor solución para esta confusión, el agua de la regadera deja de caer y vuelvo a ponerme nerviosa porque sé que en cualquier momento va a aparecer con su maldito porte de galán que me enloquece.
Preparo jugo de naranja, estoy tan concentrada en mis pensamientos que no me doy cuenta cuando sus manos rodean mi cintura y me quedo helada, respira en mi oído y me estremezco.
¿Qué diablos...?
Acaricia mi vientre mientras besa mi cuello, echo la cabeza hacia atrás dándole más libertad hasta que reacciono y me doy la vuelta.
—Preparé el desayuno —digo casi sin aliento.
Besa sin previo aviso mis labios, al principio pongo un poco de resistencia pero después me dejo llevar por el suculento sabor de su saliva.
Me carga y me sube en la barra, enredo los pies en su cadera.
—Quedamos que seríamos amigos.
—Es un beso de amigos.
Dice en mis labios y ríe, se separa y toca mi cara. Recorre con su mirada cada centímetro de mi rostro y quita lentamente mi blusa.
—Se va enfriar el desayuno.
Sus ojos parecen dos bolas de fuego que arden, y es por mí.
—No me importa, eso puede esperar.
Lleva a su boca uno de mis pechos y muerde el pezón, grito y me sostengo de sus hombros.
Del mismo modo vuelve a cargarme y aprieta mis nalgas, me lleva hasta la cama y se acuesta a mi lado.
Sigue con el masaje en mis pechos y lentamente voy sintiendo su mano introduciéndose en mi vagina.
Cierro las piernas y sonríe, las abre y me baja el pantalón de pijama.
Va dejando pequeños besos desde mi cuello hasta el vientre, me retuerzo cuando siento su lengua en mi clítoris.
Joder, maldita sensación.
En este momento he perdido toda sensatez, me ha descontrolado.
Agarra mis piernas y las pone en sus hombros mientras sigue chupando, no quiero que se detenga, quiero que continúe, quiero que lo nuestro continúe.
Baja mis piernas y se baja el pantalón, se lo quita junto con los calzoncillos y se deja la camisa.
Agarra su pene y lo acerca a mí, hace movimientos rápidos con el glande en mi clítoris y no lo soporto.
Se siente tan bien que en pocos minutos siento un genial orgasmo.
No deja esperar ni un segundo, se tumba sobre mí y me introduce su pene.
Parece un animal acechando a su presa, lo hace rápido mientras gime y besa mis labios.
Miro su rostro, esto es lo que yo provoco en él, y lo que él hace conmigo es totalmente desconocido.
Me descontrola a tal grado que estoy aquí, haciendo el amor con alguien que no es mi novio.
Nunca lo había disfrutado como ahora, es tan raro que siento con cada caricia suya un pinchazo en el pecho y va hasta mi estómago.
De su frente caen un par de gotas de sudor, lo agarro de los brazos fuertemente y maldice.
Poco a poco se va alentando y se deja caer en mi cuello jadeando.
—Eso tampoco lo hacen los amigos —le digo.
—Fue un polvo de amigos.
Paso mis pies por sus piernas, y ríe en mi cuello.
Se incorpora a mi lado y parece que le cuesta trabajo controlar su respiración.
Pasa las manos por su cabello y no deja de sonreír; yo tampoco.
—¿Que harás hoy? —pregunta cuando se tranquiliza.
—Hoy trabajo hasta medio día, después iré a la universidad a dejar mis papeles.
—¿Te puedo acompañar?
—Sí —digo sin pensar.
—Bien, paso por ti a tu trabajo.
Después de desayunar se marcha y me doy una ducha, al salir busco mi mejor vestido.
Escojo uno color coral y zapatos de piso, ondulo lo que puedo de mi cabello y aplico una ligera capa de mascara en mis ojos.
Ya casi dan las nueve, agarro mi bolsa y sobre con mis documentos. Ricardo va entrando con Sebastian y los recibo con un beso a ambos.
—En la cocina está el desayuno, voy a trabajar. Los amo.
Se miran entre sí y me echo a reír, abro la puerta y me detengo antes de salir porque Sebastian me habla.
—¿Hablaste con Sergio? Se quedó muy preocupado por ti y anoche no te quiso despertar.
Qué bueno.
—No, después le llamo.
—¿Qué es esto? —dice Ricardo.
Levanta del suelo mi blusa.
¿Cómo llegó ahí? Oh, sí, ya lo recuerdo.
El calor sube a mis mejillas y trato de reír.
—Ya sabes, me gusta hacer locuras cuando estoy sola.
—No debes quitarte la ropa en la cocina, ten un poco de higiene.
Muestro los dientes y salgo rápido, de la que me he salvado.
Tomo el taxi hacia la cafetería y me dedico a trabajar, miro mi celular para ver la hora, tengo tres llamadas perdidas de Sergio.
Voy al baño y le regreso la llamada.
—Estaba preocupado por ti.
—Lo sé, amanecí mejor.
—Me alegro mucho mi amor, podemos ir al cine o a tomar un helado.
—No... es decir; iré a la universidad a inscribirme y me darán un par de cursos. No quiero que te aburras, mejor nos vemos mañana.
—¿Mañana?
_O en la noche tal vez.
Se queda callado, joder estoy siendo muy fría con él.
Dios va a castigarme por ser tan mentirosa.
—De acuerdo, en la noche nos vemos.
—Sí, hasta entonces.
—Te amo.
Aprieto los ojos, detesto mentirle pero no tendría que hacerlo si me portara bien.
—Yo también, adiós.