Miranda
—Si en algún momento se quiere pasar contigo llámame, no me importa que estés del otro lado del mundo yo voy.
—Ya Ricardo, ya te dije que Max no es así.
Pongo los ojos en blanco y agarro mi maleta, me la quita y me lleva abajo.
Max se baja del auto y le da la mano a Ricardo.
—Quiero a mi hermana de vuelta en una sola pieza.
—Descuida que así será.
Entro y me pongo el cinturón, después de poner mi maleta dentro se une a mi lado, cruzo los brazos.
Quiero volver a agarrar su mano pero él lo hace primero, lo que siente mi cuerpo es inexplicable, excitante y maravilloso. Como si miles de mariposas volaran dentro de mí, en realidad esa conclusión es incorrecta porque no sabía si eran mariposas u otro animal dentro de mí, un animal que desataba mi excitación al máximo cuando estaba cerca de Maximiliano Ferreira.
Besa mis nudillos y suspiró.
—Eres tan bipolar.
—¿Qué?
—Nada, nada.
Frunce el ceño, marca en su celular un numero sin soltar mi mano.
—Estoy aquí —dice y cuelga.
Veo que se desvía del estacionamiento del aeropuerto y frunzo el ceño, miro por la ventana para ver hacia dónde vamos.
Entramos a la pista donde despegan los aviones y deja el auto en la nada.
—Vamos.
Vuelve a besar mi mano y sale, rodea el coche y me abre la puerta.
Salgo y me abrazo a mi cuerpo, sostenerse mi mano y caminamos.
Un joven se acerca a nosotros y lo saluda.
—Señor Ferreira todo está listo, puede abordar usted y su acompañante cuando gusten.
—Gracias.
Caminamos hasta un avión muy grande, o bueno, tal vez porque nunca había visto uno de cerca pero es gigante.
Tiene el nombre del hotel y abajo en letras azules dice Ferreira.
Subimos las escaleras, por dentro es precioso, los asientos son color crema con azul, una linda combinación.
Tomamos asiento y suspira, elijo el lugar de la ventana y el a mi lado, en medio de nosotros hay una pequeña mesa con un arreglo precioso de margaritas rosas.
—Señor Ferreira, bienvenido —dice una chica morena muy agradable.
—Gracias, la señorita es mi secretaria Miranda Martínez.
—Mucho gusto, bienvenidos en unos minutos estaremos despegando.
El asiente y me pone el cinturón de seguridad, roza con su pulgar mi mejilla y procede a ponerse el suyo.
—¿Esto es tuyo? —pregunto nerviosa.
—Así es, y si fueras mía también sería tuyo.
Trago y trato de concentrarme en otra cosa, no quiero pensar que en cualquier momento estaremos a mil pies de altura.
—Tranquila, no pasa nada.
—¿Y si se cae? —ríe y niega con la cabeza.
—Las probabilidades de que caigamos son nulas, no te preocupes que como te dije yo te cuido, aunque no me vendría nada mal que el avión se cayera.
—¿Qué cosas dices? —golpeo su hombro y ríe, se acerca más a mí siento su aliento.
—Solo imagínalo, tú y yo en una isla desierta solos, sin nadie a nuestro al rededor que nos juzgue o que nos critique.
—Tonto, ¿y si no caemos en una isla y caemos en el mar? Yo no sé nadar.
—Pero yo sí.
El solo pensarlo me pone la piel de gallina.
Siento movimiento y me agarro de su hombro, acaricia mi espalda y besa mi cabeza.
Una voz interina nos dice que estamos a punto de despegar. Las manos me sudan y tiemblan.
Miro por la ventana a la velocidad que vamos y de repente nos comenzamos a elevar, siento un vacío en el estómago que me hace reír.
—¿Lo ves? Es divertido.
—Son los nervios.
La señorita regresa minutos después con una enorme sonrisa.
—¿Les ofrezco algo de beber o comer?
—Yo quiero un Martini seco por favor.
—Yo también —digo y me sorprendo.
No estoy acostumbrada a tomar pero los nervios me hacen cometer tonterías.
Ella asiente y se retira.
Max se voltea hacia mí y sonríe.
—¿De qué te ríes?
—Eres hermosa, es eso.
Sonrío y bajo la mirada, me la levanta con su dedo y besa mi mejilla, hace un camino de besos hasta llegar a mi oído y mete la lengua en él, jadeo y cierro los ojos.
—Te deseo —susurra y se aleja un poco.
—Estoy en hora de trabajo.
Ríe y la chica regresa con nuestras bebidas, las deja en la mesa y él agarra las dos copas, me da la mía y le quita la cereza, le da una mordida y me da a mí.
Le doy un mordisco y me la acabo, chupa su dedo y vuelve a reír, el calor en mis mejillas aumenta y le doy un gran trago a mi bebida, el alcohol quema en mi garganta y me quejo un poco.
No puede quitar esa tonta sonrisa de su rostro, sabe lo que me provoca ya no lo puedo negar, suspiro y me acabo mi Martini en otro trago.
—Tranquila, no creo que sea buena idea estar en el aire y borracha.
Me quita la copa de la mano y la deja en la mesa junto con la suya.
Agarra mi mano y la baja a su miembro, abro completamente los ojos sorprendida.
—Mira como me tienes, así me pongo cada que te veo, cada te siento, incluso cada que sonríes. Te deseo Miranda, y te quiero para mí por siempre.
—Yo también te deseo.
Desconozco mi voz, tal vez es el alcohol que me ha dado valor. Da una media sonrisa y me quita el cinturón, me agarra de las manos y me levanta de mi lugar, me sienta a horcajadas sobre él y guarda mi cabello detrás de la oreja.
Siento su miembro de bajo de mí y comienza a empujar la pelvis, gimo y echo la cabeza hacia atrás, me agarra de la nuca y me hace verlo a los ojos.
—¿Esto es lo que quieres? —pregunta.
—Después de esto seguiremos siendo amigos.
Termino con la distancia y nos besamos, después de tanto esperar, después de tantas ganas de tener su boca en la mía al fin está pasando y sé que él siente lo mismo porque me besa con tanta intensidad que me cuesta respirar.
Se separa de mí y deshace cada botón de mi camisa, detengo su mano y se desconcierta.
—Aquí no, nos verán.
—No me castigues más, te lo ruego —susurra.
Continúa quitando los botones de mi camisa y esta vez dejo que continúe, en ningún momento sus ojos se alejan de los míos y eso me excita mucho más.
Se quita el cinturón y me saca la prenda por los hombros.
—Levántate —ordena.
Hago lo que me pide, me pongo frente a él y mis piernas chocan con la mesa, me mareo un poco pero no pierdo el equilibrio, me baja el pantalón y me quito los zapatos, los lanzo a no sé dónde y besa mis muslos, oh, se siente increíble.
Murmura algo que no entiendo porque estoy perdida en la sensación que me provoca, levanto los pies para deshacerme del estorboso pantalón.
Aprieta mis nalgas y me quita las bragas, hago lo mismo que con el pantalón, me atrae hasta él, me vuelve a sentar y deseo hacer lo mío.
Ahora soy yo la que me deshago de los botones de su camisa, beso su pecho, siento sus manos en mi espalda y quita el sujetador.
Quedo completamente desnuda encima de él, la pena se ha ido, por primera vez me siento bien estando así frente a él.
Su mirada es salvaje y tengo tantas ganas de él que no puedo aguantar más, siento como palpita mi vagina y estoy completamente mojada.
Me carga y se levanta del asiento, me cuelgo de su cuello y su respiración es nula, la mía también pues camina conmigo en sus brazos y siento como su pecho sube y baja en constante movimiento, abro un poco los ojos y veo que se aproxima a una puerta de madera fina.
Gira cómo puede el pomo y me deja caer sobre una cama, de inmediato inspecciono el lugar pero por muy poco tiempo porque al quedar desnudo frente roba toda mi atención.
Pongo las manos detrás de la nuca mientras disfruto de tan maravillosa obra de arte que es él, y me cuesta trabajo creerlo, y me cuesta aceptar que está aquí frente a mí y que volverá a ser mío aunque sea solo por unas horas en lo que dura el vuelo y no me importa, disfrutaré cada milésima de segundo a su lado, porque estoy segura que no volverá a pasar.
Camina hacia mí decidido y con una mirada que refleja lujuria y pasión, posa ambas palmas de sus manos en mis pechos y comienzo a moverme excitada, sé que dentro de muy poco llegaré a mi punto máximo.
Su erección es tan grande y eso levanta un poco mi ego, eso significa lo mucho que me desea.
Rápidamente y para mi sorpresa baja sus manos hacia mi cadera y gira mi cuerpo.
Me quedo quieta y me pone nerviosa su siguiente movimiento porque con él nunca se sabe que va a pasar.
Junta su pecho en mi espalda y comienza a mordisquear mi nuca hasta mi cuello, jadeo y siento como su mano va bajando por mi columna, pasa por mi trasero y sus dedos se van adentrando en mi vagina.
—Estas tan preparada, me encantas —dice en un susurro.
Abre mis piernas y roza con el glande mi clítoris, lo miro por el rabillo del ojo, se masturba un poco y vuelve a hacer lo mismo, lo pasa arriba abajo, arriba abajo y se siente maravilloso.
Los músculos de mi vientre se contraen estoy a punto de correrme pero detiene sus movimientos.
—¿Qué pasa? —pregunto en un hilo de voz.
—¿Qué quieres, Miranda?
—Quiero más, te quiero a ti, por favor Max.
Quiero girarme porque necesito verlo, pero lo impide el peso de su cuerpo.
De pronto siento como se va adentrando en lo más profundo de mí, no le cuesta trabajo porque estoy lo suficientemente excitada, me roba la respiración y siento que el corazón está a punto de explotarme.
Se queda unos segundos quieto, únicamente su respiración acelerada es audible junto con la mía.
—Si supieras lo que me haces sentir… —empuja y me aferro a la colcha de la gigante cama —eres mi deseo, mi delirio… —vuelve a empujar la pelvis y enreda mi cabello en su muñeca —, mi maldita obsesión, eso eres.
Hace presión sobre su muñeca y mi cabello, estoy tan excitada que no me importa el dolor que puede provocarme, jala lo suficiente para hacerme levantar la cara.
Me besa y sus movimientos comienzan a ser más constantes, el sonido de sus muslos golpeando con los míos y nuestras respiraciones cortantes son lo único que se puede apreciar en esta fría habitación, me encuentro en una incómoda postura pero no importa, nada me importa en este momento, incluso el pensar en la posibilidad de perderlo una vez que bajemos del avión pasa a segundo término.
—Oh nena, joder me encantas.
Estrella su palma contra una de mis nalgas y grito, acto que no me esperaba.
El ardor en ella aumenta, vuelve a hacer lo mismo una y otra vez hasta que el dolor se convierte curiosa y sorpresivamente en excitación, tanto, que me provoca un orgasmo.
Me libera el cabello y dejo caer la cabeza entre la almohada, parece no tener piedad de mí ni de mi cuerpo, ahora lo gira para estar frente a él, vuelve a penetrarme y continúa haciendo movimientos que van siendo más bruscos hasta que sus brazos se tensan, maldice mirando hacia el techo y deja caer todo su peso sobre mí.
Cierro los ojos unos instantes, su respiración comienza a normalizarse y sonríe en mi pecho, cierro los ojos pues el cansancio que emana mi cuerpo no me deja mantenerlos abiertos, siento como poco a poco va saliendo de mí y se incorpora a mi lado.
—No quiero separarme de ti, nena. Eres todo lo que quiero.
Quiero contestarle pero de inmediato me adentro a un profundo sueño que no me deja.
Escucho su voz a lo lejos.
—No duermas nena, todavía no termino contigo.
Es increíble que todavía tenga energía, pienso en cómo sería mi vida con él, me imagino que llena de lujos y comodidades pero eso no importa, lo único que importa es que me imagino feliz y llena de vida, sé perfectamente que no será así, espero que con esto se hayan saciado sus ganas de mí y pueda dejarme.
Cuando abro los ojos lo veo frente a mí con una sonrisa extendida en su rostro.
—Dormilona —susurra y sonrío.
—Me has dejado agotada.
—Y eso que no hice mucho.
Se queda pensativo y me muevo un poco, me duelen las piernas y siento que corrí un maratón, también las nalgas.
—¿Cuánto tiempo llevabas observándome?
—El tiempo suficiente para memorizar tu rostro y todo tu cuerpo.
—Eso sería mucho tiempo.
—Fue lo que dormiste. ¿Sabes? Estuve mirando todos tus lunares.
Lo miro asombrada y se apoya en una mano sobre la cama.
—¿Ah sí?
—Sip, llegué a la conclusión de que de los 35 lunares que tienes entre el cuerpo y la cara uno es mi favorito.
—¿Cuál?
Sonríe y se pone de rodillas sobre el colchón, abre mis piernas y las enreda en su cadera.
Recorre mi abdomen con su aliento y jadeo, va subiendo por mis pechos y se detiene en uno de ellos, miro el lunar que hay en mi pecho derecho y ríe maldoso, primero besa aquella parte de mi piel y después siento sus dientes rasgando.
—Este es mi favorito.
Grito y me retuerzo conforme voy sintiendo dolor, ese pequeño dolor me lleva a un punto en el que quiero volver a tenerlo dentro de mí , sigue haciendo lo mismo unos segundos y después continúa con el pezón, muerde y vuelvo a gritar.
Con su otra mano toca mi otro seno y sigue torturándome, cuando por fin deja mis pequeños pechos sube hasta mi cuello y busca penetrar dentro de mí.
Gimo y arqueo la espalda, él la acaricia y comienza a empujar.
—Oh Max…
Mi voz es apenas audible, nuestros cuerpos están sudorosos y se complementan tan bien que me da miedo.
Busca mi boca y en cuanto estas se encuentran toco su lengua con la mía, el sonido que provoca su boca es tan excitante, me besa con el ceño fruncido y sin dejar aquel movimiento en medio de mis piernas que me aloca, me descontrola como se mueven sus caderas, parecemos dos gatos traviesos que no quieren dormir
—Me encantas —dice en mi boca.
—Y tú a mí, joder…
No sé si ha escuchado aquello pero ya lo sabe, me vuelve loca y no es un secreto, basta con tan solo mirarme con sus penetrantes ojos azules para entonces desmoronarme por completo.
Observo los músculos de su cuerpo, es tan fuerte que de pronto temo deshacerme en sus brazos.
Paso las manos por su espalda y le clavo mis uñas cuando me dejo venir, arqueo la espalda un poco más y saborea el sudor de mi cuello, sigue con algunos movimientos un poco más bruscos hasta que se desploma a mi lado, se sale lentamente y me provoca una ligera molestia.
—En cuanto pisemos Francia tenemos que asegurarnos de que te tomes la pastilla de emergencia.
—Sí, claro
Me besa y me pega a su cuerpo, correspondo de la misma manera que él, cansada.
—¿Qué va a pasar después nena?
—¿Después de qué?
Se separa y traga, ahora me mira diferente y me aflijo.
—Cuando estemos rodeados de gente, cuando nos bajemos de este avión ¿qué sucederá?
Proceso su pregunta por unos segundos ¿tan egoísta soy? Este hombre me quiere a su lado y yo por mis temores lo estoy rechazando hasta el punto de verme como una idiota, le he dicho que me encanta, que lo deseo y necesito y aquí voy de nuevo a rechazarlo.
—Nada, seguiremos siendo amigos.
Sonrío para tener un poco de seguridad pero creo que en su lugar me vi nerviosa y poco convencible.
Vuelve a tragar y asiente herido.
Trágame tierra.