Miranda
A Noatch no le ha costado trabajo adaptarse a mí, pero eso sí; mis hermanos no lo pueden aceptar.
El doctor me ha recomendado caminar ya que eso me ayudará a sanar con más rapidez.
Así que todas las mañanas salgo a caminar con mi pequeño cachorro.
Me pongo los lentes de sol y Noatch mueve su pequeña colita de un lado a otro, sonrío y sigo con mi caminata.
De pronto me sorprende el claxon de un auto, me doy la vuelta y la ventanilla se baja lentamente.
—¿Miranda Martínez? —pregunta la elegante mujer detrás de la ventana.
—Sí.
—Sube, soy la madre de Max.
Me sonrojo y sorprendo, miro a Noatch y me abren la puerta.
Le pido que entre y sube con dificultad al igual que yo.
—Señora…
—Déjame hablar a mí, cariño. Mi hijo habla maravillas de ti.
—Yo... —balbuceo.
Me pongo nerviosa y no sé qué decir, no esperaba conocer a la mamá de Max así.
Me quito los lentes y sonrío.
Es una mujer muy bella y elegante, Max se parece mucho a ella.
—Tranquila, no te voy a comer. Me alegra mucho el conocerte sobre todo porque tengo una propuesta muy interesante para ti.
—¿Para mí? No entiendo…
—Conozco a las de tu clase, sé por qué estás con mi hijo. Dime cuanto quieres para dejarlo en paz.
Comienzo a sudar frío, se acumula en mi garganta un nudo perturbador.
No puedo creer lo que mis oídos han escuchado.
—Sigo sin entender.
Noatch ladra y lo abrazo para calmarlo.
—Escucha, mi hijo por naturaleza es así, como cualquier hombre. Mujeriego, egoísta, no entiende razón es por eso que mi marido se desvive por hacerlo entender pero eso no pasa, siempre que se le atraviesa una niña bonita pierde la cabeza, hasta que se cansa de ella y su cacería empieza de nuevo.
No lo evito y derramo una lágrima, rápido la limpio y niego con la cabeza.
—No, Max no es así.
—Dime que te ha ofrecido ¿Matrimonio? ¿Un futuro juntos? Eso es lo que siempre hace y después sin más desaparece.
—Yo lo quiero, y él me quiere a mí.
—Entonces si tanto lo quieres aléjate de él, tu mundo y el suyo son muy distintos.
—Eso lo sé.
—Me alegra, nos vamos entendiendo. ¿Cuánto dinero quieres?
—Mi amor por Max no tiene precio y no voy a alejarme de él.
—Claro que no lo harás, sabes lo que te conviene.
—Yo no sé qué le han dicho de mí pero, le juro que yo quiero hacerlo feliz y nada más.
—¿En serio? Mi hijo está aturdido contigo, su padre lo amenazó con quitarle todo si no se aleja de ti. ¿Tanto lo amas como para dejarlo sin patrimonio? ¿Sin futuro? Si te quedas con él de cualquier manera seguirás siendo nada porque Max va a perderlo todo.
Me quedo sin palabras, lo único que hago es sollozar y abrazar a Noatch, él es una parte importante de mí y me siento cerca de Max. No quiero dejarlo pero lo que me ha dicho… no sabía que su familia me aborrece tanto como para dejarlo sin patrimonio.
—Detén el auto, Paul.
Tal y como ella lo ordena se detiene el coche y me abre la puerta. Miro hacia afuera y después a ella.
—Tú decides, si quieres lo mejor para Max, déjalo.
Al bajarme del auto lo veo alejarse, mis lágrimas fluyen como agua y abrazo a mí cachorro.
Estoy cerca del café de Becca así que voy allí, cuando entro Hanna se da cuenta de mí estado y se acerca de inmediato.
Le cuento lo que pasó y se queda en shock como yo.
—Pero que mujer tan pedante ¿qué vas hacer?
—No sé, ya experimenté estar sin él y no quiero volver hacerlo.
—Entonces no lo dejes. ¿De verdad crees que le quitarán todo? Son solo amenazas porque no te quieren ver cerca de él.
—No sé, la vi tan decidida que no sé qué hacer.
—Tranquila nena, no les des gusto además si dejas a Max ¿crees que él te va a dejar a ti?
—No sé, nunca creí enamorarme de esta forma.
—Estas hasta los huesos por él y a lo que me cuentas él por ti, lucha por su amor se lo merecen.
Mi celular suena con el tono que le asigné a Max, lo saco de mí bolsillo y suspiro.
—Es él.
—Contesta.
Dudo un poco, ahora que estoy así de confundida no quiero escucharlo, sé que puedo cometer una tontería.
Se pierde la primera llamada y luego vuelve a llamar, contesto.
—Amor, voy llegando a tu casa ya no aguanto más sin verte.
—No, no estoy en casa. Salí a pasear a Noatch y estoy en el café de Becca, donde trabajaba antes.
—Ya, llego en unos minutos.
—De acuerdo.
—Te amo mucho.
Se escucha feliz y yo también quiero sentirme de esa forma pero no puedo dejar de pensar en su madre y aquella conversación.
—Yo también.
Cuelgo y guardo el teléfono, Noatch duerme en mis piernas y acaricio su pelaje.
—No te aflijas mujer, si él te ama no habrá poder humano que los separe, ya lo verás.
—Es que... ¿Cómo vamos a estar bien si sus padres no me soportan?
—Pues que se jodan.
Sonríe y toma mi mano, la aprieta y le sonrío.
—Solo quiero ser feliz.
—Tienes todo para serlo, esa mujer creé lo peor de ti pero en cuanto te conozca se tragará sus palabras y te la echarás al bolsillo. Confía en mí.
Aprieto los ojos cuando suena la campana de la puerta.
—Y ya me callo porque ya llegó tu príncipe —susurra.
Max besa mi mejilla y acaricia a Noatch, le sonríe a Hanna y ella se sonroja.
—Quiero mostrarte algo ¿nos vamos?
Aún no puedo verlo a los ojos, asiento y me despido de Hanna, salgo delante de él y sin esperarlo me subo a su auto.
Me siento tan incómoda, pero no le diré nada de la plática con su madre, quedaría como una buchona frente a ella y es lo que menos quiero.
—¿Qué tal el trabajo? —pregunto para aminorar el silencio.
—Aburrido, necesito a mi hermosa secretaria para que por lo menos me alegre la vista.
Sonrío pero de inmediato miro hacia la ventana, veo el paisaje y no sé hacia dónde vamos pero tampoco le pregunto.
Entrelaza sus dedos con los míos y siento vértigo, aprieta su mano unas cuantas veces hasta que vuelvo la vista a él.
—¿Qué tienes? —pregunta.
—Nada.
Frunce el ceño sin dejar de ver hacia al frente y la nube de silencio crece y crece conforme vamos avanzando, deseo dejar de sentirme así y poder sentirlo a él pero no puedo.
Trago saliva y vuelvo mi vista hacia la ventana, así permanezco hasta que llegamos, estaciona el coche y suspira.
Me ayuda a bajar y miro el gigante edificio gris que está frente a mí.
—¿Qué hacemos aquí?
—Sorpresa, vamos.
Antes de salir del ascensor me tapa los ojos y me guía, río y él lo hace conmigo.
Tan solo escuchar su risa me alegra el alma y me hace olvidar cualquier cosa mala, porque está feliz y lo es por mí.
—¿Estas lista?
—Creo que sí.
Damos unos cuantos pasos más y me detiene, ocupa una mano en tapar mis ojos y la otra en sostener mi cintura.
—De acuerdo, puedes abrirlos.
Lentamente quita su mano y abro los ojos de la misma manera, me quedo atónita y sin habla.
Estoy en medio de un gran departamento, decorado con colores pasteles muy lindo, la sala es tremendamente grande y… joder, la cocina que está a unos pasos de mí es lo más elegante que he visto en mi vida.
—¿Quién vive aquí? —hago esa pregunta temiendo la respuesta.
No, Max no se atrevería a hacer lo que pienso que ha hecho.
—Tú, este sitio es tuyo, amor.
Ostras, si se atrevió.
Lo miro taciturna, quiero decir tantas cosas pero de mí boca no sale ni una sola palabra.
Me niego, río y me pongo nerviosa.
¿Qué se supone que tengo que decir?
Oh, cariño muchas gracias. Les has dado más motivos a tus padres para que piensen lo peor de mí pero no te preocupes, no pasa nada.
Viviré tranquila aquí con todos los lujos y comodidades que me brindas.
—¿No te gusta? Dime algo, nena.
—No debiste… es decir, yo ya tengo donde vivir así que hiciste un gasto innecesario.
—Supongo que, ahora tendrás mucha más privacidad para darte placer cuando yo no esté y me imagino que además es incómodo vivir con tres hombres.
—No es incómodo.
Bueno, en realidad sí porque yo quiero pasearme en ropa interior por toda la casa y no hacer labores domésticas los domingos.
—Ese no es el punto, Max no tienes que hacer esto o por lo menos si vas a hacerlo primero pregúntame si yo quiero.
Noatch huele cada rincón de esta casa y se sube con dificultad por su estatura a uno de los grandes sofás de cuero negro.
—A Noatch le gusta.
—Es precioso, pero no puedo aceptarlo esto... es demasiado.
Froto mi frente y rodeo los ojos, miro nuevamente el espacioso lugar y me siento abrumada.
—Vamos nena, acéptalo. Sé que necesitas privacidad y aquí tendrás toda la que quieras y yo también, a veces quisiera ir a visitarte a tu casa y no llegar a las ocho de la noche y tener que irme a las nueve por presión de tus hermanos, muero por estar contigo, te extraño.
—No sabía que te molestara tanto la presencia de mis hermanos.
—No, no es eso —me agarra del cuello y frunce los labios—, quiero más tiempo contigo.
Lo sé, yo también quiero y también lo extraño demasiado.
—Será mejor que me lleves a casa, estoy cansada y necesito pensar.
—Pero… ni siquiera te he mostrado todo el lugar y… ¿pensar en qué?
—En muchas cosas.
—No es así como quería que fuera este momento. ¿Qué pasa?
—Nada.
—Sabes cómo me revienta que te guardes las cosas ¿crees que no me doy cuenta que algo te traes? Desde que te llamé lo noté y esperaba que me lo contaras.
—Es que no tengo nada, me abrumas con tanto regalo caro y no sé qué hacer o que decirte porque no estoy acostumbrada a esto y porque me regalas cosas que no necesito Max.
Se separa de mí dos pasos, pasa una mano por su barbilla y luego por el cabello.
—Eres una mujer tan fácil de conocer, a ti te pasa algo más y estás así no por el departamento. Te lo voy a preguntar otra vez ¿qué tienes?
Mierda.
Detesto que me conozca tan bien, no debería ser así sin embargo lo es y no sé qué hacer, si le digo quedaré como una chillona frente a su madre y menos va a aceptarme.
—¿No me lo vas a decir?
Su rostro cambia, se está enfadando y me maldigo no saber mentir.
—De acuerdo, está bien. Voy a decírtelo pero tienes que prometerme que controlarás tus impulsos y no irás a reclamar ¿de acuerdo?
Ahora se pone pálido, traga y asiente.
—Solo dilo.
—De acuerdo —suspiro y bajo la mirada—. Salí a pasear a Noatch y… me encontré con tu madre.
—¿Qué? Imposible, mi madre ni siquiera está aquí.
—Pues lo está, iba en un auto rojo muy bonito. Me pidió que me subiera y lo hice.
—Ve al grano, dime que te dijo.
Guardo silencio, me toma de la barbilla y su respiración se torna rápida, pongo las manos en su pecho y siento como sube y baja rápidamente.
—Por favor nena, dime de una vez que te dijo.
Me contagia su angustia y por un instante siento que se trata de algo más.
—Me ofreció dinero para que me alejara de ti.
Si antes estaba pálido ahora parece un fantasma.
Se queda boquiabierto y niega en varias ocasiones.
—Me pidió que me alejara de ti si en verdad te quiero y, también me dijo que te quitarán todo tu patrimonio si no lo hago.
—No lo puedo creer —susurra—. ¿Y te preocupa?
—¿El qué?
—Que me quede sin nada ¿te preocupa? ¿No vas a quererme si soy pobre? ¿Por eso estás así?
—Es increíble que estés diciéndome esto.
Me obligo a detener las lágrimas que se remolinan en mis ojos y me nublan la vista.
—¿Entonces? ¿Qué quieres que piense? Estás rara y cortante conmigo y ahora me entero que es porque sabes que mi padre me amenazó con quitarme todo si continúo contigo.
—¡No es el puto dinero! —grito y las primeras lágrimas resbalan por mis mejillas—. Contigo me iría a vivir así fuera de bajo de un estúpido puente. El dinero me importa poco, veo todos los días como te partes el lomo, lo duro que trabajas para sacar ese hotel y más adelante y… se me hace injusto que no respeten ese esfuerzo tuyo solo por estar conmigo. Me duele tanto que pienses mal de mí ¿lo ves? Es por esto que estoy en contra de este tipo de regalos.
Camino hacia mi cachorro y lo cargo, me quito la pulsera y se la entrego, se niega a aceptarla y se me escapa un sollozo.
—También me dijo que eres un casanova, que toda tu vida has sido mujeriego y que en cuanto te cansas de alguna de tus conquistas no tardas en encontrar otra y que eso exactamente harás conmigo, a pesar de ser tu madre no le creí. Qué lástima que pienses lo peor de mí.
—No, lo lamento, soy un imbécil. Perdón, amor no sé qué me pasó.
Toma la pulsera y trata de ponérmela pero retrocedo, ya no quiero más de esto.
—No, no quiero ya nada que venga de ti.
—Miranda…
—Solo quiero tu amor y tu compañía, lo demás no me importa.
Relaja los hombros y acorta la distancia, limpia con sus pulgares mis lágrimas y aprieta los ojos, sabe el daño que provocaron en mí sus palabras.
—Perdón, por todo. No llores, detesto verte llorar y más saber que es por mi culpa.
—Créeme por favor, eres todo para mí y si te pierdo no sé qué haría.
—Lo sé, compartimos el mismo sentimiento y quiero que sepas que no me preocupa, mi viejo puede seguir amenazando y va a seguir importándome mierda, lo único importante es que estés conmigo y que permanezcamos juntos a pesar de todo.
—Promete que esto no va a terminar nunca, promete que no tendremos un final.
—Así será, tú bien sabes que lo que nosotros sentimos va más allá de cualquier obstáculo, de cualquier barrera, de cualquier ley. Este sentimiento es indestructible, y nosotros lo somos todavía más.
—Oh Max, te amo como no imaginas.
Me abraza tan fuerte, recargo mi mejilla en su pecho, suspira y besa mis cabellos.
—Y yo te amo a ti, así será siempre. Por favor acepta este regalo, nena ve el lado positivo de la situación.
Busco sus ojos y sonrío, es increíble ver lo guapo y fuerte que es, y que es mío por sobre todas las cosas.
—Está bien, pero solo estaré aquí cuando tú lo estés, no voy a venirme a vivir definitivamente.
—Lo harás cuando te sientas preparada, lo sé.
Suspiro y soba mi espalda, siento tan rico que cierro los ojos y me dedico a saborear la sensación de sus manos en mí.
Baja su cara y la entierra en mi cuello, siento sus labios y sin querer jadeo.
—No tienes idea de cuánto te deseo.
—Demuéstramelo, muéstrame cuanto me deseas.
Continúa besando mi cuello y sube hasta la oreja, gimo y me dejo llevar.
—Todavía no te enseño todo el departamento.
—Después…
Me toma de la mano y caminamos por el salón, me conduce hasta una puerta, la abre y me pide que entre.
Cierra lentamente la puerta y lo siento detrás de mí. Cierro los ojos, besa mi cuello y pasa la lengua por allí mientras susurra palabras tiernas en mi oído.
Jamás imaginé que podría llegar a pasar algo así, que podría llegar a sentir tanto amor como lo siento por Max, es tan fuerte que haría cualquier cosa por él.
Lo amo y lo deseo, le he mostrado mi yo interno, lo que soy realmente y no salió huyendo.
Me acuesto en la cama mientras él besa mi cuerpo, va subiendo mi blusa pero la pena me abunda y lo detengo.
—No pasa nada amor, yo te amo tal cual eres.
Sé que se refiere a mi cicatriz del disparo, sonrío satisfecha pues me entiende sin que yo le hable.
Dejo que me desnude, lo único que quiero es sentirlo mío.