Maximiliano

Miro mi plato ido, los días con Miranda tan cerca pasan tan lento y cada vez me cuesta más trabajo no besarla, no tocarla, no tenerla.

Es por eso que decidí venir a Nueva York aunque mi delirio por ella aumenta con su ausencia.

—¿Cuáles te gustan más? —levanto la mirada.

—Perdón, no escuché lo que decías.

—Ya me di cuenta ¿qué te pasa Max? Desde que regresaste estás tan distraído, comienzo a creer que me han cambiado a mi novio.

—No, estaba pensando en unos pendientes que tengo en España.

—Olvídate de eso mi amor, ya te diste cuenta que puedes manejarlo desde aquí.

—Lo sé pero no por eso voy a dejar de preocuparme Ariana.

—Bueno está bien, no te enojes y mejor ayúdame a elegir las invitaciones.

—Ya te dije que te hagas cargo de eso tú, yo no tengo ninguna idea sobre eso.

—En serio, cada día me convenzo más de que te importa una mierda nuestro compromiso.

Sus ojos se le llenan de lágrimas, maldición, quiero salir de aquí.

—Me importa, Ari no te pongas así.

—Estas tan cambiado, parece que te dejé de ver siglos y no semanas.

—Es que no sé qué putas invitaciones escoger.

—Bien, lo haré yo sola.

—Además, ya estás escogiendo invitaciones y ni siquiera hay fecha para la boda.

—Habría si no dejaras de aplazarlo.

—Tú solo quieres discutir, ¿quieres una maldita fecha? Bien, pongamos una fecha y listo.

—No se trata de eso, no te veo igual de ilusionado que yo, es como si no te importara que vamos a casarnos.

—No te hagas ideas en la cabeza que no son Ariana, claro que me importa pero, carajo yo no sé de invitaciones ni invitados ni nada de esa mierda, hazte cargo tu cariño, sé que cualquier cosa que elijas será la correcta.

Se limpia las lágrimas y sonríe, al fin.

Después de almorzar se le ocurre la maravillosa idea de ir de compras, estoy aburrido, necesito una salida urgente.

Me llama Irán por el celular y contesto mientras Ariana está loca por probarse unos zapatos con un tacón tan alto que me da miedo que se rompa un pie.

—Gracias, de la que me estás salvando —le digo.

—¿Quién te está torturando?

—Ariana, me ha traído de compras.

El muy imbécil se ríe de mí.

—Ese es el resultado de tener novia, por qué crees que sigo soltero.

—Porque no creo que una mujer sea lo suficientemente tonta como para caer en tus redes.

—En mis redes caen todas, es al revés querido hermano.

—Bueno ¿qué quieres?

—Saber que estabas haciendo ¿sabes quién me llamó?

—No ¿quién?

—Tiffany, y está aquí con su hermana. Ya sabes lo que tenemos que hacer esta noche.

—Perfecto, pasa por mí en la noche.

—Hecho.

Cuelga y suspiro, eso es lo que necesito para sacarme definitivamente a Miranda de la cabeza.

Después de las compras tomamos un café, está bien pues tiene mucho tiempo que no le dedico a Ariana, la veo muy bien y emocionada y por más que quiero no puedo hacer que me contagie su emoción.

—Gracias mi amor, me la pasé de maravilla hoy.

—Yo también.

Me besa y se baja del auto, la ayudo a bajar todas sus bolsas de ropa y zapatos que compró y me despido de ella.

Me siento cansado pero nada que no arregle con un baño, tomo el elevador para subir a mi piso, se une a mí una rubia, la reconozco perfectamente cuando la veo. Es la rubia que me encontré en este mismo lugar con el idiota de su novio.

—¿A qué piso vas? —pregunto.

—Al ocho ¿tú?

—Seis ¿eres nueva aquí? Te he visto muy pocas veces.

—Mi marido y yo nos acabamos de mudar.

¿Casada? Mmm bueno, eso es algo nuevo para mí. Tendré que experimentar.

—Eres muy joven como para estar casada.

—Lo sé, pero cuando el hijo del gobernador te propone matrimonio no hay que pensarlo mucho.

Río y su comentario me hace tener un acercamiento hacia ella, no lo duda y creo que sabe que es lo que quiero. La agarro de la cadera y la arrincono, jalo su cabello para poder besar su cuello, acaricio sus hermosas piernas, sí, quiero tenerlas en mis hombros ya.

Llegamos a su piso, no le echo un vistazo a su casa y no me importa, lo que quiero es comerme su cuerpo y no dejar ningún rastro de él.

Nos quedamos en el salón, prácticamente arranco su vestido, me estorba.

Va desnudándome como si el tiempo se le acabara, paso mi lengua por sus pechos y chupo, grita y ríe, me encanta que griten.

—Espera…

Estoy muy excitado, busco en mi pantalón un preservativo.

—¿Segura que no viene el imbécil de tu marido?

—Segura.

La penetro, rápido y sin avisar, arquea la espalda y me entierra sus largas uñas en el brazo.

—¡Ya lo sé, me las pagarán esos hijos de puta!

Esas voces se van haciendo más cercanas hasta que entra y me ve dentro de su mujer, no sé qué hacer, él viene con dos hombres más grandes que nosotros dos juntos y se acercan a mí. Se pone pálida y me salgo rápidamente de ella, trato de coger mi ropa pero no me dan tiempo, uno de ellos me golpea la espalda y caigo al piso, mi cuerpo recibe golpe tras golpe, a lo lejos escucho el llanto de la rubia que ni tiempo me da de preguntarle su nombre.

Cuando dejan de golpearme trato de ponerme de pie, las piernas me tiemblan pero estoy consciente.

—Siempre supe que eras una puta interesada Annabel, y tú pedazo de mierda—saca un arma y me apunta con ella, hasta aquí llegó mi vida y me pregunto en que maldito momento llegué hasta esto—, al menos morirás bien cogido porque sé lo zorra que es mi mujer y lo buena que es en la cama.

—Yo no tengo la culpa que tú no la satisfagas como ella quisiera.

Ríe y me maldigo por haber dicho eso.

Mierda Max, tiene un arma ¿cómo te atreves a decirle eso?

Miro a mi alrededor, el departamento es igual al mío, veo el pasillo a mi lado y supongo que al final de él está el balcón, si calculo y corro lo más rápido que pueda puede que la bala no me alcance, el problema es si la maldita puerta está cerrada.

Trago y pongo en marcha mi plan, corro hacia la puerta del balcón, escucho disparos y para mi maldita suerte la puerta está cerrada.

—No tienes escapatoria, vas a entender que lo mío lo respetan.

Pongo toda mi fuerza en mi hombro y golpeo la puerta, el aire me golpea, estoy a unos pisos del mío, miro hacia abajo y veo mi propio balcón, solo espero tener suerte.

Sin pensarlo dos veces me lanzo, la fuerza con la que mi cuerpo cae me impide respirar, mi hombro recibe el impacto de la caída, grito porque el dolor es desgarrador.

Trato de levantarme, hace mucho frío y la puerta también está cerrada, necesito encontrar la manera de abrirla y entrar.

Al menos ya estoy a salvo, escucho voces dentro y me asomo, Irán abre la puerta y al verme en las condiciones en las que estoy comienza a burlarse de mi hasta llorar.

—¿Qué diablos te pasó? Caíste del cielo, hasta dentro se escuchó el golpe.

—Trataron de matarme.

—¿Qué?

Avergonzado le explico lo que pasó arriba y se tira en el sofá a reír, voy a mi habitación a ponerme algo de ropa y sigo sin soportar el maldito dolor, creo que me he roto el brazo.

—Fue épico, me imagino tu cara, eres un imbécil.

—Ya cállate, no es gracioso. Necesito ver a un médico.

—¿Te duele mucho?

—¿No me escuchaste? Creo que está roto.

—¿Y cómo no? Solo a ti se te ocurre saltar desde allá arriba.

—Era eso o mi vida, supongo que ahora tendré que esconderme de sus escoltas.

—Ay cálmate, seguro no tienen idea de quién eres.

—Mírame, mi ropa se quedó arriba junto con mi celular, mi cartera y toda mi dignidad.

—¿Tienes?

—No sé cómo mierda terminé en esto.

—Solo a ti se te ocurre tirarte a la esposa del hijo del gobernador, en fin. Vamos al maldito hospital.

—Claro, salgamos para que me encuentren y terminen de matarme.

—No puedo creerlo, Maximiliano Ferreira tiene miedo.

Lo fulmino con la mirada, sé que no dejará de molestarme por lo que nos resta de vida, pero también sé que todo esto es mi culpa y aun así no cambio y creo que no voy a cambiar porque la única persona en este mundo que podría hacerme cambiar, está enamorada de otro.

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html