Miranda

Me miro una vez más al espejo y aplico un poco más de brillo, miro hacia el elevador y luego el reloj, ya pasan de las cuatro y Max todavía no llega.

Me preocupa un poco, Isabel me mira mal y no sé por qué.

Saco mi celular y le mando un mensaje de texto.

*¿Estás bien?

Lo envío y espero, el teléfono de la oficina y contesto.

—Hotel…

—Señorita Martínez, soy Max —sonrío y descarto cualquier idea de que esté mal—, no voy a ir al hotel el día de hoy, cancele todas mis citas y recórralas hasta pasado mañana.

—Está bien.

—Bien, nos vemos en tres días.

—¿Estás bien?

—Sí, nos vemos.

Cuelga y me entran unas ganas terribles de llorar, seguro está enfadado por lo que pasó con Sergio.

Su forma tan cruel de hablarme y colgarme es justo como anoche.

—¿No va a venir? —pregunta Isabel.

—No —susurro.

—Perfecto.

Comienza a guardar sus cosas y apaga su computadora.

—¿A dónde vas?

—Eso no te importa, tú deberías hacer lo mismo e irte a tu casa.

—Puede presentarse una emergencia, no se puede quedar solo ¿quién va a recibir llamadas?

—Ay sí, que importa, deja de hacerte la mustia que todos aquí ya sabemos tu gran secreto.

—No sé de qué hablas.

—Que te entiendes con el jefe.

—Eso no es cierto —da una media sonrisa y se acomoda el cabello.

—Todos aquí sabemos que no tienes nada de experiencia, que eres una inútil y aun así te contrató ¿por qué será? No se necesita ser tan inteligente para saberlo, en fin, luego me pasas algunos tips.

Me levanto para ponerla en su lugar pero no le importa, ríe y entra al elevador.

Bufo y me dejo caer en el sillón, en ocasiones puede ser tan pesada.

Él dijo que el trabajo era mío aún antes de haber follado así que no me importa lo que ella diga.

Me pongo a trabajar, hago unas llamadas para cancelar las citas que tenía y re agendarlas hasta el viernes, a las ocho de la noche apago todo y me voy a mi casa con un gran vacío en el pecho, lo extraño, no lo puedo evitar.

Sus ojos se me han hecho vicio, y su voz, tan formal y varonil me destruyen por completo.

Al salir del hotel Sebastian ya está afuera esperándome, beso su mejilla y sin decir más entro al auto. Me sorprende que no hable, seguro está apenado por el comportamiento de Sergio.

 

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html