Irán

—Y fue así, doctor me siento perdida, sin saber qué hacer, mi única salida es el alcohol. Eso es lo único que me produce placer y satisfacción, olvido mis problemas.

—Claro, pero al otro día regresan con más intensidad ¿no tienes remordimiento cada que te emborrachas?

Sorbe por la nariz y le paso un pañuelo de mi escritorio, lo toma y continúa.

—En ocasiones, me gustaría…

—¡Irán, te necesito! No sabes lo que me pasó…

Me levanto inmediatamente furioso.

—Ingrid ¿qué diablos haces aquí y como se te ocurre entrar así?

Giovanna se levanta del diván y sonríe.

—Perdón... es que chocaron mi auto a unas cuadras de aquí y quise venir a que me invites a comer.

—Pues estoy trabajando.

La fulmino con la mirada y ella se sonroja.

—¿Puedo ir al baño? —dice Giovanna y le indico por dónde.

En cuanto me quedo a solas con Ingrid la saco de mi consultorio.

—¿Qué te pasa?

—No ¿Qué diablos te pasa a ti? Estoy trabajando Ingrid, no puedes entrar así como si fuera tu casa.

—Perdón, no estaba tu secretaria. Lo lamento.

—Que no se vuelva a repetir.

—No, no, te lo prometo.

La dejo allí parada y regreso a mi consultorio.

Me disculpo con mi paciente apenado, miro el reloj y veo que ha terminado  la sesión del día de hoy.

—Una vez más te pido perdón por la interrupción.

—No te preocupes, está bien.

—Por favor no dejes de venir.

Poso mi mano en la suya y aprieto, ella la retira incomoda y se levanta de su lugar, la acompaño a la salida y me doy cuenta que Ingrid se ha ido, para mi suerte.

Recibo un par de pacientes más y después regreso a casa.

Me coloco la pijama y agarro una cerveza de la nevera, abro mi portátil y me siento a revisar algunos correos.

Al sonar el timbre de la puerta me levanto a abrir, me cuesta trabajo responder.

Ingrid se lanza sobre mí y me besa, cierra la puerta con en pie y caminamos hacia el sofá, yo no quiero esto.

Me alejo pero vuelve a besarme, su aliento huele y sabe a tabaco y alcohol, la agarro de las muñecas y la separo definitivamente.

—Hola… doctor…

—Estás borracha.

—Sí, y así te ves más guapo que de costumbre. Me encantas Irán Da Silva y quiero ser tuya, por favor hazme tuya.

Comienza a quitarse la chaqueta y la detengo antes de que se quite la blusa.

—No Ingrid, por favor no lo hagas.

—¿No me deseas? ¿Ya olvidaste lo que vivimos juntos hace años? Porque yo no, todas las noches antes de dormir veo tu rostro y recuerdo tus besos, y tus caricias… Irán regresa conmigo.

—Lamentablemente para los dos aquello no funcionó, y ni funcionará ahora y menos si vienes a mi casa borracha.

De deja caer en el sofá y ronronea, carcajea y rodeo los ojos.

—Voy a prepararte un café.

—No, lo que yo quiero es a ti ¿no entiendes?

Rasco mi nuca y voy a la cocina, mientras le preparo el café regreso a mi portátil y la cierro, ella se levanta y se tambalea hacia mí, está tan borracha que tropieza con la mesa del centro.

—Mierda... —susurro.

Rápidamente voy por ella y la levanto del piso, no deja de reír y eso me enoja, siempre fue una niñata, nunca ha tomado las cosas en serio y me enfurece que no haya cambiado.

Le entrego la taza de café y  creo que nada hará que la borrachera se le baje, coge la taza y le da un trago, hace una mueca y me la regresa.

—Toma un poco más, te hará bien.

—No quiero, no quiero nada.

Comienza a sollozar y la abrazo, suspira y llora en mi hombro, no tengo tiempo para reprochar o hace comentarios y tampoco quiero hacerlo.

—Estoy tan sola y vacía, no tengo a nadie que esté conmigo, ni que me escuché, quiero morir.

—Hey, no digas eso, estás aquí desahogándote conmigo ¿yo  soy nadie?

—Lo eres todo Irán, pero sé que no me quieres y me duele, te vas como se van todos los que entran a mi vida.

La alejo de mí y tomo su rostro en mis manos, limpio sus lágrimas y agarra mis muñecas.

—Estoy aquí, lamento no poder estar como tú quieres, pero estoy.

—Te necesito, necesito encontrar un motivo para seguir viviendo. Irán…

Hace una pausa y me mira ansiosa.

—Dime.

—Tengamos un hijo…

Trago y cojo de nuevo la taza, se la pongo en las manos y comienza a sollozar de nuevo.

—Solo quiero compañía, si no quieres hacerte cargo está bien, no importa, solo quiero tener un bebé.

—¿Y por qué yo? ¿Por qué me lo pides a mí?

—Mírate, eres un hombre íntegro, respetuoso y generoso, lo tienes todo y sé que serías un gran padre, te lo suplico, ayúdame.

—Es que yo... —aprieto los ojos y la aprieto contra mí, es una propuesta indecorosa porque a final de cuentas los dos estamos solos.

Acaricio su cabello hasta que su llanto cesa y se queda dormida, la recargo en el sillón y le quito la taza de las manos, observo su rostro y trago.

—Es una locura, no podríamos estar ni una hora juntos ¿cómo vamos a tener un hijo?

Niego con la cabeza, en definitiva si es una locura así que me quito esa idea de la cabeza, la cargo entre mis brazos y la llevo a la habitación.

La acuesto lentamente y le quito los tacones, la tapo con el edredón y salgo de la habitación, ya afuera ahogo un grito, nuestra relación anteriormente fue intensa, casi me volvía loco por ella, teníamos diecisiete años ambos y no sabíamos lo que hacíamos. 

Recuerdo aquella noche en la que se tatuó mi nombre en la espalda, en esa ocasión Max, Ariana, Ingrid y yo estábamos ahogados de borrachos y Max se tatuó el nombre de Ariana en el pecho.

Estuve a punto de hacer lo mismo, en realidad no sé por qué no lo hice. Tal vez porque en el fondo sabía que lo nuestro no tenía futuro, a pesar de amarla hasta los huesos nuestro carácter chocaba y nos hacía pelear hasta lanzarnos lo primero que encontrábamos a nuestro paso.

Nuestra ruptura fue dolorosa pero sensata. Ya no nos soportábamos.

Me acuesto en sillón y miro hacia el techo por horas, recordar aquellos escasos días con ella me hace sentir diferente, y su propuesta de tener un hijo suena en mi cabeza por horas, cuando mis ojos comienzan a pesarme escucho ruidos en la habitación, prácticamente corro hasta allí.

Está oscuro y la única luz que alumbra una parte de la habitación viene del baño.

Ella está hincada frente al retrete vomitando, recojo su cabello y se tapa la cara.

—No me veas, no lo hagas.

Cojo papel y se lo doy, lo toma y se limpia la boca y los ojos.

—No deberías haber bebido así Ingrid.

—Y me lo dices ahora.

—Si hubiera estado presente lo hubiera evitado.

—Si hubieras estado presente ni siquiera lo hubiera intentado. ¿Puedes dejarme sola?

—¿Estás mejor?

—Sí…

Me levanto y salgo del baño, mientras busco algo que le pueda quedar para que duerma mejor.

Unos pantalones deportivos y una camisa, los tiendo sobre la cama y sale apenada.

—Es una pijama improvisada.

Medio sonríe y se sienta en la cama dándome la espalda.

—Perdón.

—¿Por qué?

—Solo he ocasionado problemas desde que aparecí de nuevo en tu vida.

—No digas eso, anda vístete. Necesitas dormir y yo también.

—Piensa por favor en lo que te dije, sobre… tener un hijo.

—No, Ingrid es demasiado, perdóname pero no creo poder… volver a… ya sabes.

—¿Ya no te gusto?

—No es eso, simplemente lo que no fue no será ya. ¿Recuerdas aquella última vez en la que tiraste la puerta de mi coche, me golpeaste en la nariz y sangré? —ríe y baja la mirada.

—Sí.

—Aquella noche te pedí que no te fueras, que no me dejaras y lo hiciste, te dije que no iba a volver y…

—Lo sé, me arrepiento tanto. Tú eres el único hombre al que yo he amado de verdad pero… si no quieres volver a tocarme lo entiendo, podemos intentarlo de otra forma, la ciencia ha avanzado tanto que… una inseminación sería la mejor opción Irán por favor piénsalo.

Por un momento pasa por mi mente el tomarlo en cuenta.

Camino hasta llegar a su lado, me siento y agarro su mano.

—Está bien, pero si esto es lo que quieres tenemos que cambiar, tenemos que ir al médico y hacernos exámenes y sobre todo tienes que dejar de beber y tratar de llevarnos mejor, Ingrid ya no somos unos adolescentes como antes.

—Lo sé y estoy dispuesta a cambiar, lo juro.

—Bien, mañana hablamos de esto ¿de acuerdo? Por ahora vamos a dormir.

—Sí, gracias.

Me abraza y toma la ropa, se mete al baño pero no cierra la puerta, observo su espalda y sonrío instantáneamente al ver mi nombre tatuado en su piel.

Niego  y salgo de la habitación.

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html