Maximiliano
Me ha dolido tener que dejar a Miranda en casa pero tiene un sueño demasiado pesado y no pude despertarla para avisarle que tenía que salir. En fin, no voy a tardar.
—Señor Ferreira, sus padres lo esperan.
—Gracias Gerardo.
Me abre paso y camino hasta la zona VIP donde no sólo está mamá sino también mi viejo.
Los saludo y me siento en medio de ellos dos.
—¿Cómo va el hotel en Málaga? —pregunta él.
—Todo marcha en orden.
—Como debe ser, te citamos aquí porque tengo algo que decirte.
—Habla.
—El padre de Ariana ha decidido por fin asociarnos y hacer de nuestros hoteles uno solo.
Lo que tanto habíamos anhelado al fin ha pasado, sonrío y me levanto a darle un abrazo.
—Es… joder una puta maravilla.
—Maximiliano no digas malas palabras.
—Déjalo mujer, yo tuve la misma reacción.
—Claro, de tal padre tal hijo.
Regreso a mi lugar.
—¿Ya firmaron?
—No, lo haremos días antes de la boda hijo. Ya tenemos cita.
La sonrisa se borra de mí rostro, bajo la mirada y el mesero llega. Guardamos silencio mientras llena las copas de vino.
—No han entendido, no habrá boda.
—Hijo, recapacita.
—Te dije que dejaran mi relación con Ariana fuera de sus negocios.
—Lo hicimos pero ¿crees que va a querer hacer negocios luego de la estupidez que vas hacerle a su hija?
—Pues lo siento, amo a Miranda más que a nada. Joder, deberían estar felices por mí.
—Tu felicidad está con Ariana, y la de nosotros también.
—No empieces mamá, ya lo hablamos y me decepciona porque creí que lo habías entendido y que estabas de acuerdo, y ahora que tocas el tema ¿por qué amenazaste a Miranda?
—Oh, veo que no tardó nada en hablarte de mí.
—No te hagas la ofendida, te conozco y sé que lo hiciste. ¿De verdad eso quieren? ¿Van a dejarme sin nada si permanezco a su lado?
—Esa es la única solución —dice mi padre—. No vivirás ni un solo día sin auto, sin tarjetas ni nada que se le parezca.
—¿Sabes qué fue lo primero que me enseñó ella? Me enseñó a entender que el dinero no compra la felicidad y, si eso quieren está bien.
Me levanto y saco mi cartera y el celular.
Los dejo sobre la mesa, mi madre se tapa la boca y jadea.
—Aquí está, las cuentas en el banco las pueden congelar cuando quieras.
—Max…
—Dejo la dirección de tu hotel, ya pondré en venta las acciones que tengo ¿también las quieres? De acuerdo, tómalas, no me interesa.
—Maximiliano déjate de estupideces.
—Ya dije lo que tenía que decir, no entendieron que he cambiado, que soy alguien diferente y por lo visto les vale un pepino mi felicidad.
Me doy la vuelta, mamá llora y me suplica que me quede pero no lo hago.