Miranda

Despierto sola en la cama de la que ahora es mi habitación.

—¿Max?

Todo es silencio, me envuelvo en la sabana y salgo al balcón. Recibo la brisa de la fresca tarde, me siento en el sillón que está allí mientras veo abajo los coches pasar.

Luego de minutos decido entrar e ir a la cocina a preparar algo para cenar, ya es tarde y mis hermanos seguro están locos por saber de mí.

En el sofá Noatch duerme tranquilo.

La puerta se abre, Max entra con la mirada baja y la camisa fuera.

—¿Qué pasa? —lo sorprendo y levanta la mirada. Trata de sonreír pero aquella sonrisa no llega ni a los ojos.

—Creí que seguirías dormida.

—Desperté hace un par de horas y no estabas ¿pasa algo?

Camina hasta mí y me besa con fuerza, me sostiene del rostro y lo noto diferente.

—Nunca vas a dejarme ¿verdad?

—Max ¿qué te pasa?

—Solo promete que nunca me dejarás, eres todo lo que tengo y… moriría si te pierdo.

Observo cada una de sus facciones, estudio su rostro y le doy un ligero beso en los labios.

—No entiendo que es lo que te pasa, sabes que jamás te dejaría Max. Eres el amor de mi vida, nunca podré amar a alguien más.

—No quiero perderte amor —susurra desesperado.

—No me perderás ¿qué te pasa?

—Acabo de renunciar a todo por ti, hablé con mis padres y siguieron con la misma estupidez de dejarme en la calle si no me alejaba de ti. Prefiero cualquier cosa a estar sin ti, eres mi delirio, mi vida. Cásate conmigo Miranda, por favor.

—Max, yo no quiero alejarte de tu familia ya lo hablamos.

—Yo tampoco quiero alejarme, son ellos quien lo quieren al no aceptarte.

Me acaba de demostrar que me ama más que a nada, me ha elegido por encima de su familia. Me siento atónita y brotan de mis ojos lágrimas ¿de qué? ¿Tristeza? ¿Felicidad? ¿Ambas?

—No llores amor, estaré bien siempre y cuando esté contigo. Vivamos juntos, cásate conmigo y seamos felices.

—Te juro que es lo que yo más quiero pero tenemos que hacer bien las cosas, yo estoy estudiando y quiero terminar Max.

—Lo sé cariño, ya te dije que te voy a apoyar en todo.

No, no, es una locura.

—Está bien, acepto.

—¿En serio?

—Sí, sí, quiero ser tu esposa.

—No tienes idea lo feliz que me haces, yo haré lo mismo, te haré feliz.

Quiéreme y te daré mi vida
titlepage.xhtml
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split1.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split2.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split3.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split4.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split6.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split7.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split8.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split9.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split10.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split11.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split12.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split13.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split14.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split15.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split16.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split17.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split18.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split19.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split20.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split21.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split22.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split23.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split24.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split25.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split26.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split27.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split28.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split29.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split30.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split31.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split32.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split33.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split34.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split35.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split36.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split37.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split38.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split39.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split40.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split41.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split42.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split43.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split44.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split45.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split46.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split47.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split48.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split49.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split50.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split51.html
CR!4995HQ7BT96JQEVEYZJFH2W2988A_split_000_split5.html