Maximiliano.
Al despertar me doy cuenta que son las doce de la mañana, he dormido tanto lo cual no es habitual en mí.
Me levanto y por suerte Ariana ya está lista, me siento en la esquina de la cama y besa mi hombro.
—Han sido unos días maravilloso amor, prometo que voy a darte tu tiempo y mientras yo seguiré organizando nuestra boda.
—Me voy a dar un baño y te dejo en el aeropuerto.
—No hace falta, ya pedí un taxi. Te vi tan agotado que no te quise despertar.
Miro sus ojos verdes, está tan ilusionada que me da pena tener que terminar con esa ilusión, pero ya no puedo más.
Estos tres días a su lado para mí han sido un infierno, solo estuve buscando la manera de poder comunicarme con Miranda pero no pude porque Ariana no se alejaba de mí.
Me agarra de la mano y me levanta de la cama, cojo su maleta y la llevo hasta afuera donde ya está el taxi.
—Nos vemos en dos semanas.
Besa mis labios y se mete al auto, suspiro y regreso adentro. Lo primero que hago es mirar mi móvil e inconscientemente marco el número de mi niña.
—¿Señor? Dígame que necesita —susurra.
—¿Estas ocupada?
—Estoy en clase.
—Oh, lo lamento. Solo llamo para decirte que no te presentes en la oficina, ve directamente al aeropuerto que nuestro vuelo sale a las cinco de la tarde.
—¿Hoy?
—Así es, ¿tienes algún inconveniente? ¿cuál es tu hora de salida?
—Salgo a las tres señor y…
—Bien, entonces nos vemos.
Pienso y veo el reloj, no han pasado ni media hora y el solo escuchar su voz me ha provocado una gran erección, me meto a bañar y me aseguro de que el agua este completamente fría, casi helada y trato de aclarar mis ideas y emociones.
Merezco estar con Ariana pero necesito a Miranda, estoy seguro que mis padres no aceptarán que termine con ella, casarme con Ariana nos vendría tan bien, mi padre ha estado buscando la asociación con el papá de Ariana y hacer de sus hoteles y el Red Palace el mejor de los hoteles del mundo. Tengo que tener en cuenta todo eso si quiero terminar con Ariana.
¿En qué momento llegué hasta esto? Se suponía que era el amor de mi vida y ahora me doy cuenta de que yo no conocía lo que era vida hasta que llegó Miranda y le dio sentido a la mía.
Salgo de la ducha más confundido que nunca, me pongo unos jeans, camisa blanca, chaqueta de cuero y botas.
Cojo las llaves del auto y salgo de casa, creo que este viaje me hará tomar una decisión, la más importante de mi vida.
Manejo hasta el colegio de Miranda y espero a que salga lo que es un buen rato pero no importa, por ella esperaría mil años.
Cuando veo que empiezan a salir alumnos salgo del coche y meto las manos en los bolsillos, la veo y me doy cuenta que todas mis dudas desaparecen, es ella a quien quiero.
Camina hombro con hombro con una chica morena y ríe como si nada le preocupara, tres jeans y una camisa blanca con azul, su sonrisa se esfuma cuando me ve, doy dos pasos y me detengo.
Parece que no le dio gusto verme.
Camina lentamente hasta llegar a mí, se despide de su amiga y baja la mirada.
—No tenía por qué venir hasta aquí señor.
No aguanto las ganas y la abrazo, hundo mi nariz en su cuello y respiro su rico aroma, ella tarda pero responde mi abrazo.
—Quiero hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—¡Miri!
Le gritan y maldigo, se da la vuelta y se pone a mi lado. Una chica de rizos rojos y lentes le entrega una nota.
—Es de Sergio, parece que se la pasó muy bien anoche.
Mierda, ha regresado con él.
Aprieto los ojos y entro al auto, de nuevo estos malditos celos me comen, no debería enojarme si yo estaba con Ariana pero no puedo, me es imposible.
Se queda unos minutos afuera hasta que se despide de la chica, entro y me sonríe.
—¿Nos vamos?
Enciendo el auto y nos alejamos pronto, manejo con el volante sostenido lo más fuerte que puedo porque no puedo con estos malditos celos.
—Aun no tengo mi maleta ¿podemos ir a mí casa?
—Claro.
Cambio de ruta y la llevo a su casa, me detengo en un semáforo y siento su fría y pequeña mano tocar la mía, me sorprende y la veo, primero a ella y luego a nuestras manos.
—Regresaste con él —le digo y aprieto su mano.
Pongo en marcha de nuevo el auto cuando la luz cambia a verde.
—No.
—Y lo viste anoche.
—Sí, lo vi porque mi hermano salió con su novia y me obligaron a ir con ellos, cuando llegamos a los bolos él sorpresivamente llegó.
—¿Y lo besaste?
—No.
—Pero lo intentó.
Me estaciono fuera de su casa y rodea los ojos, se baja enseguida y golpeo el volante.
Necesito calmarme, busco en la guantera un cigarrillo y en cuanto lo encuentro de inmediato lo enciendo.
Observo al asiento, ha dejado su bolsa y su celular comienza a sonar. Lo saco y desvío la llamada de ese imbécil, encuentro la nota que le dio y la abro.
Gracias por los momentos que me haces pasar, te amo hoy y siempre.
Arrugo el papel en mi mano, quiero hacerlo pedazos, quiero hacerlo pedazos a él.