Maximiliano
Llego a mi departamento, saco mi celular y busco el número de Miranda, al abrir la puerta me encuentro con Ariana frente a mí. Cuelgo y guardo él celular.
—¿Qué haces aquí? —pregunto.
—Ya que mi novio se olvida de mí decidí venir, pero descuida que aquí las preguntas las hago yo.
—Tuve un día muy cansado ¿te molesta si hablamos mañana?
—No, esto lo hablamos ahora. Quiero que me digas quien es la perra con la que me estás engañando.
Mierda, trago saliva y trato de portarme lo más normal.
—No me vengas con esto Ariana, sabes que no te engañaría…
Abre la palma de su mano, en ella está la prueba de embarazo y maldigo a mi puta suerte.
—¿Entonces de quien putas es está estupidez? —me lanza el objeto de plástico y se estrella contra mi pecho, pienso en que excusa podré darle aunque sé que tengo que decir la verdad para terminar con todo esto.
—Tranquilízate, todo tiene una explicación.
—Eso espero porque de no ser así no descansaré hasta encontrar a la mustia que se metió con lo que es mío.
—Es de mi secretaria ¿de acuerdo? Tuvo un desmayo y me preocupé por ella, quise ayudarla eso es todo.
—¿Y por qué tú? ¿No tiene un novio? Oh, ya sé, seguro es una zorra que no sabe ni quién es el padre.
—Basta ya Ariana, ella es una buena mujer ya te dije que yo quise ayudarla y nada más.
—Como quisiera que me regresaran al hombre del que me enamoré, a mi Max.
—No es para tanto.
Paso a su lado y suelto el aire contenido, es aquí donde me doy cuenta que Ariana es mi realidad, Miranda nunca me hará caso y yo ya tengo mi vida hecha con ella.
Entro al baño y me deshago de mi ropa, abro la regadera, dejo que él agua helada corra por mi cuerpo, no me importa lo fría que está, tal vez así se puede volver a enfriar mi corazón, no quiero seguir sintiendo esto que siento por Miranda, va más allá de todo y no puedo más.
La puerta se abre y minutos después Ariana me rodea el pecho, hago una mueca de dolor ya que aprieta mi brazo.
Besa mi hombro y cierro los ojos, necesito olvidarla, quiero quitarla de mi mente.
—Perdóname mi amor, ponte un poco en mi lugar. Imagina que pensé cuando entre a tu habitación y vi…
No dejo que continúe, me doy la vuelta y la beso, toco su cuerpo y cierro los ojos, es imposible, aun estando con alguien mas no puedo borrar a mi pequeña niña de cabello corto y ojos marrones de mi mente, la necesito a ella.
Separo a Ariana de mí y salgo de la ducha, busco una toalla y la enredo en mi cintura. Seco todo mi cuerpo hasta que no hay rastro de ninguna gota de agua en él, me dejo el torso desnudo y salgo a mi despacho.
Agarro el teléfono, lucho contra mis malditos impulsos de llamarle; tengo que dejarla en paz pero no puedo.
Marco su número, dos tonos y contesta.
—¿Te desperté? —pregunto.
—No —susurra—, no puedo dormir.
—Yo tampoco, perdón que te llame a esta hora pero… mierda…
—¿Qué pasa?
—Dios sabe que he hecho todo para alejarme de ti pero no puedo, mi cuerpo te reclama, te necesitó a mi lado.
La línea se queda muerta por unos segundos, hasta pienso que me ha colgado.
—Terminé con Sergio —suelta de la nada.
Eso es como música para mis oídos, inconscientemente sonrío.
—¿De verdad?
—No puedo seguir con él, sus celos me tienen enferma.
—Muero por verte ¿recibiste la invitación?
—Sí, pero no entiendo nada ¿podrías explicarme?
—De acuerdo, soy embajador de una fundación que se realiza en Francia cada año, es una campaña en contra del maltrato hacia la mujer.
—¿Francia? No… yo nunca he salido de España, me dan miedo los aviones.
—Tranquila que estando conmigo nada va a pasarte ¿cómo te sientes?
—Mejor, escucharte siempre me hace bien.
Ariana abre la puerta y tapo la bocina.
—Bien entonces nos vemos luego.
Cuelgo y dejo el teléfono en el escritorio, veo que trae maletas en mano y ha estado llorando.
—¿Qué pasa?
—Eso mismo me pregunto yo, no te alegraste ni un poco al verme, no quieres tocarme ni hablarme ¿qué te está pasando Max? ¿Ya no me amas?
—No es eso, es solo que… el trabajo me tiene cansado, el cambio de horario, la boda…
—Pero de la boda no hemos visto nada, se nota que te importo un pepino.
—Que no, sí me importas Ariana, deja el drama.
—¿Drama?
Rodeo los ojos, quiero que se vaya pero no tengo la fuerza para decírselo.
—Tal vez necesitamos tiempo, es decir; solo un poco en lo que soluciono el problema del hotel y…
—De acuerdo, bien —grita y me pone eufórico.
Froto mi cara y trato de calmarme, la agarro de los hombros y la obligo a sentarse.
—Solo un poco Ari, de verdad siento que la cabeza va a explotarme, estoy muy estresado.
—¿Por qué siempre tienes tiempo para el trabajo y para mí no?
—De acuerdo ¿quieres seguir con los putos planes de la boda? ¡Perfecto! Pero no me pidas que cambie porque no tengo cabeza para nada más!
—¡No me grites!
Salgo del despacho y azoto la puerta, me tiene harto.
Me meto a la cama y cierro los ojos, si me caso con ella solo duraré un mes y estaré anunciando mi muerte, es tan desesperante que no lo aguantaré.