Maximiliano
Beso su cuello, me desconcierta el hecho de que no me toca, solo siente. Pero el verla masturbándose fue maravilloso, me muevo dentro de ella lentamente. Sé que el sexo así no me gusta, pero justo ahora no me interesa porque quiero hacerlo sin ninguna prisa, quiero disfrutar de ella y su inocencia.
Cierra los ojos y se dedica a sentir, arquea la espalda y la cabeza conforme voy moviéndome, beso su cuello y muerdo su garganta. Grita un poco y al fin me toca la espalda pero me detengo.
Salgo de ella y le doy la vuelta, miro su perfecto trasero y le doy una nalgada, vuelve a gritar y el sonido de ese grito más el de mi palma contra su piel me excita muchísimo.
Me acerco a su oído y meto la lengua en él.
—Voy a hacértelo por detrás.
—¿Qué…? No…
—Tranquila, lo haré hasta donde aguantes pequeña.
Su respiración se hace más agitada, quiero que se calme un poco, quiero que disfrute de mí.
Beso su espalda, me encanta sentir su piel tan suave y cuidada.
Cuando llego a su trasero lo aprieto con ambas manos hasta que dejo marca en ella.
Tengo únicamente pensado meterle solo la punta, no quiero que ahora que la tengo se asuste, pero al mismo tiempo quiero que sepa bien quien y como soy.
Abro su culo para tener una mejor panorámica y... joder… está tan húmeda y me encanta.
Paso mi pene por su vagina y lo llevo hasta su culo, lo hago de nuevo y jadea, lo hago una y otra vez hasta que se vuelve a correr, pone ambas manos en el colchón como si estuviera rindiéndose.
Se relaja un poco, y sin previo aviso meto mi glande en su coño, da un brinco y se vuelve a poner tensa.
—Tranquila cariño —susurro cuando me acuesto sobre su espalda.
Voy metiéndome poco a poco, no tengo problemas por su humedad, esta excitación es tan grande, necesito más.
Miranda se queja y sé que le duele, así que para aminorar el dolor y que su excitación sea más grande que el temor la beso tiernamente, en la nuca, el cuello, la oreja.
No encuentro nada de ella que no me guste, es total y absolutamente maravillosa desde el ángulo que la vea.
Meto un poco más, vuelve a gritar y aprieta la sabana, cierra sus puños y las venas se le saltan un poco, sin embargo no me pide que me detenga, continúo un poco más, solo un poco.
Quiero controlarme pero no puedo, se la meto toda y ya estando dentro maldigo.
—¿Estas bien? Nena háblame por favor.
Después de un largo silencio por fin habla.
—Está bien, continúa por favor.
Suelto el aire contenido y comienzo a empujar, lo hago lento y preciso, no quiero hacerle daño a la mujer que quiero, a la única mujer que me ha hecho sentir en el cielo.
La quiero. La quiero para siempre y estoy dispuesto a todo por ella, en cuanto a Ariana no continuaré con ella y en mi primera oportunidad daré por concluida nuestra relación.
—Te quiero Miranda, te quiero demasiado —susurro en su espalda, no sé si me escucha pero mientras sigo con mis movimientos se deja de tensar por fin, comienza a llevarse por las sensaciones y eso me alegra, jadea y gime, se mueve y pone los ojos en blanco.
Yo hago lo mismo, siento que voy a terminar, me levanto un poco y me apoyo en el colchón, esta vez lo hago más brusco y más rápido, me olvido por un momento de todo y termino dentro de ella, me dejo caer y recargo mis labios en su espalda.
—Oh Max… —susurra.
Libera la sabana y salgo de ella, me incorporo a su lado y suspiro.
Miro unos segundos el techo y luego a ella, sigue en la misma posición, tiene los ojos cerrados y la boca entre abierta.
Pienso en todas las mentiras que le he dicho y me entra un miedo terrible de perderla en el momento en el que le diga la verdad, no, no voy a perderla.
Es mi felicidad, mi vida.
La muevo un poco, el cansancio terminó con ella y se ha quedado dormida, por un segundo pienso que me he pasado y me siento mal.
—Nena… —susurro.
Toco con mi pulgar su labio, muevo su cadera y trato de acomodarla para que descanse mejor y en una mejor posición, tomo su mano y la volteo completamente. Sus brazos quedan extendidos completamente, quito la colcha y la coloco en su cuerpo desnudo.
—Max… —susurra y balbucea, de verdad la dejé cansada.
Suspiro y beso sus labios, busco un cigarrillo en mi pantalón y salgo al balcón, lo enciendo y doy una gran calada.
Disfruto de la sensación del tabaco entrando en mi cuerpo, expulso el humo y veo como se disipa en el aire.
Miro por el rabillo del ojo la silueta de Miranda, lo he conseguido, es ahora mía y no pienso perderla por nada del mundo, solo espero que no se entere de todas mis mentiras porque entonces sí la estaré perdiendo.