Els pastorells y la era de Escorca
En la isla de Ibiza, una noche de invierno, unos pastores preparaban las brasas de una hoguera para asar sobre ellas un cabrito, cuando llegó hasta donde estaban un mendigo de aspecto miserable y les pidió comida. Los pastores no se negaron a darle de comer, pero por burla, y con la malicia de no compartir con el harapiento forastero aquel cabrito, asaron para él un gato.
Cuando le ofrecieron la cena, el mendigo pronunció unas palabras:
Si ets cabreta, está quieteta.
Si ets cat, salta d’es plat.
Milagrosamente, el asado destinado al mendigo saltó del plato y salió corriendo entre lo oscuro. Los pastores quedaron asombrados y temerosos, y mucho más al saber que el mendigo del que habían intentado burlarse tan cruelmente era nada menos que Nuestro Señor Jesucristo, el Buen Pastor, que tras comprobar la dureza de sus corazones los condenó a vagar eternamente con sus rebaños, sin descanso alguno, por toda la eternidad. Y algunas noches, sobre todo cuando el tiempo es más desapacible, se pueden oír a lo lejos los tristes balidos de ese rebaño condenado, con sus pastores, a errar por los siglos de los siglos.
En la isla de Mallorca, un verano, en el lugar de Escorca, al pie de la sierra de Alfabia y cerca del monasterio de Lluc, unos labriegos estaban entregados con todo entusiasmo a las faenas de la trilla cuando pasó junto a ellos el Santo Viático. Los labriegos, en lugar de mostrar respeto, prorrumpieron en voces de burla y hasta en blasfemias. La ira de Dios abrió de repente un abismo a sus pies, donde los sepultó en vida, con sus bestias y aperos, condenados a permanecer así toda la eternidad, y es posible escuchar las voces desesperadas de los condenados salir de las entrañas de la tierra en aquel lugar maldito.