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HOMBRE QUE ROBÓ A LOS BANDIDOS
Seis bandidos muy temidos y poderosos que vivían de la rapiña, siempre robando y asesinando, tenían en un monte una casa donde había un cuarto lleno de dinero. Cada vez que salían, escondían la llave de la casa debajo de una piedra.
Un día un campesino y su hijo iban a buscar leña cuando vieron salir a los bandidos; se ocultaron y vieron dónde escondían la llave. En cuanto los bandidos se alejaron, los dos sacaron la llave de debajo de la piedra, abrieron, se llenaron los bolsillos de monedas; después cerraron, devolvieron la llave a su escondite, y regresaron muy contentos a la aldea.
Al día siguiente padre e hijo volvieron a robar a los bandidos, y lo mismo al otro día: el tercer día apenas el hijo abrió la puerta cayó en un pozo de cieno que los bandidos habían cavado a propósito debajo del umbral. El padre trató de sacarlo, pero no podía. Tenía miedo de que llegaran los bandidos y al encontrar al hijo también lo reconocieran a él. Entonces le cortó la cabeza a su hijo y se la llevó a casa.
Cuando los bandidos regresaron, encontraron un cadáver en el pozo pero no pudieron saber quién era porque le faltaba la cabeza. Y resolvieron colgarlo de un árbol seco en la cima del monte, dejando a uno de guardia para ver quién venía a recogerlo. El padre quería el cadáver de su hijo y fue a pedirle consejo a una adivina, para que le dijera qué convenía hacer.
Va de noche, se acerca al árbol seco y se esconde; y otro hijo suyo se esconde en el otro lado del monte, y con dos tablas de madera empieza a dar golpes imitando las coces de dos carneros. El bandido que cuidaba al muerto no había comido en todo el día, y al oír esos golpes va a ver si atrapa los carneros para comérselos asados. El padre del muerto, no bien se aleja el bandido, descuelga al hijo del árbol y se lo lleva a la carrera.
Los bandidos, al ver que los habían burlado, querían vengarse a toda costa del compañero del muerto, pero no acertaban a descubrirlo. Un día, al cabo de mucho tiempo, descendieron a la aldea para atender ciertos negocios y se enteraron de que en el lugar había un hombre que hacía poco se había enriquecido, y que era el padre del muerto. De inmediato los bandidos encargaron a un tonelero seis toneles grandes con una tapa en el fondo, y entraron cada cual en un tonel, todos armados. Después enviaron al tonelero a casa de ese hombre rico que vivía allí cerca para que, con la excusa de no tener sitio en la tienda, guardara los toneles hasta que el dueño viniera a retirarlos. El rico dice que sí y guarda los toneles en la bodega. Por la noche, una criada antes de ir a dormir va a tomar vino y oye voces dentro de los toneles.
—Bueno, ¿es o no la hora de salir a matar al dueño de la casa? —decían.
Al oír esa voz la criada volvió arriba temblando. Despierta al patrón y se lo cuenta todo. El patrón llama a los guardias y a los carabineros y baja a la bodega para arrestar a los bandidos. Arrestaron a unos y mataron a otros. Así terminaron sus andanzas: y el hombre que había robado a los bandidos conservó sus riquezas y vivió en su casa tranquilamente.
(Campidano)