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EL RELOJ DEL BARBERO
Cuéntase y recuéntase, señores, que había un Barbero; y este Barbero tenía un reloj que hacía siglos y siglos que andaba sin 4 que nadie le diera cuerda, y no se paraba nunca, no se cansaba nunca, y nunca se atrasaba ni siquiera un minuto. El Barbero le había dado cuerda una sola vez, y desde entonces: tic y tac, tic y tac, tic y tac…
El Barbero era viejo, tan viejo que ni él sabía los centenares de años que tenía ni todas las gentes que había visto. Todos los paisanos acudían a su tienda para preguntarle al reloj las cosas que necesitaban saber.
Venía el pobre labriego, cansado y amargado, pues necesitaba agua para el tiempo de la siembra; y veía las puertas del cielo aún cerradas. —Dime, reloj: ¿cuándo lloverá?
Y el reloj:
—Tic tac, tic tac, tic tac,
Mientras yo siga rojizo
No habrá agua, el cielo es mío,
Y con truenos y con rayos,
Si no llueve ahora lloverá otro año.
Venía el viejecito apoyado en el bastón, con un asma que no podía más, y preguntaba:
—Reloj, reloj, ¿queda suficiente aceite en mi lámpara?
Y el reloj, en seguida:
—Tic tac, tic tac, tic tac,
Los setenta van llegando
Y el aceite se va acabando.
Cuando ha pasado esa fecha
Apenas prende la mecha.
Venía el joven enamorado, muy bien vestido y pavoneándose.
—Dime, reloj, ¿hay alguien que navegue más feliz que yo en el reino del amor?
—Tic tac, tic tac, tic tac
—dice el reloj—,
Cuando el rey no tiene juicio
Va del trono al precipicio.
Hoy se pasea ostentoso
Y mañana está en el foso.
Viene el malandrín más renombrado, el jefe de la Camorra de las Vicarías, todo borlas y penachos, y dice apretando los dientes:
—Dime una cosa, reloj, ¿cuántos potentados pueden librarse de mi poder? ¡Habla, que si no te rompo la cadena!
Y el reloj, apretando los dientes más que él:
—Tic tac, tic tac, tic tac,
Mal zapato, aunque te duela,
Tarde o temprano termina sin suela.
Luego vino un pobre, afligido, hambriento, semidesnudo, enfermo de la cabeza a los pies.
—Oh reloj, oh reloj, ¿pero cuándo terminarán estos sufrimientos? Dime, por caridad, ¿cuándo me llegará la muerte?
Y el reloj, como siempre:
—Tic tac, tic tac, tic tac,
A los infelices y los desgraciados
A veces más días les están destinados.
Y así toda clase de gentes iban a ver este reloj maravilloso, y todos le hablaban, y todos recibían una respuesta. Era este reloj quien sabía cuándo maduraban los frutos, cuándo llegaba el invierno y cuándo el verano, a qué hora amanecía y a qué hora llegaba la oscuridad, y cuántos años tenía la gente, en suma, era un reloj máquina[15], y no había nada que ignorase. Algunos hubieran querido llevárselo a casa, pero nadie podía tenerlo porque estaba encantado, de manera que eran inútiles sus esfuerzos. Pero todos, quisiéranlo o no, a escondidas o abiertamente, tenían que elogiar al viejo Maestro Barbero, que había conseguido fabricar ese ingenioso reloj y lo había puesto en marcha para siempre, sin que nadie pudiera romperlo ni conservarlo salvo el Maestro que lo había hecho.
(Región interior de Palermo)