Giacomo

Ginevra no ha vuelto al colegio —hace ya tres días que no viene— y tampoco ha contestado a mi solicitud de amistad en Facebook. Nadie sabe por qué ha dejado de venir a clase y yo empiezo a estar preocupado.

Creo que por eso hoy me he despertado prontísimo y no he conseguido volver a dormirme. Era incapaz de seguir en la cama, así que me he levantado y he empezado a escribir el sueño que he tenido esta noche, para pasar el tiempo y calmarme los nervios.

Me quedé dormido leyendo (mi madre debió de pasar luego para apagarme la luz) y al poco, me encontré en el parque. Scott no estaba y el cielo, al contrario que las otras veces, estaba tirando a nublado; el aire era más frío; la hierba parecía más alta. He mirado alrededor y en medio del prado he visto a Ginevra. La he saludado con la mano pero ella no me ha contestado, se ha dado la vuelta y se ha ido, caminando veloz.

He ido detrás de ella, dándome prisa, pero por más que lo intentaba no conseguía acercarme a ella. Cuanto más aceleraba el paso más aumentaba la distancia entre nosotros, en vez de reducirse. He intentado echar a correr pero me pesaban mucho las piernas, era como si me moviese a cámara lenta; en un momento dado, hasta he tropezado y me he caído. Ginevra se alejaba cada vez más, se iba volviendo cada vez más pequeña, hasta que ha desaparecido del todo entre la hierba.

Me he sentado en el suelo, desconsolado. Me sentía muy solo y muy infeliz.

¿Va todo bien, jefe?

Me he dado la vuelta y he visto a Scott, que se me acercaba trotando.

¡Scott! Menos mal que has venido. ¿Dónde te habías metido?

Eh, jefe, qué cara más larga. ¿Qué te ha pasado?

En esos momentos no he hecho caso, pero Scott tiene una habilidad diabólica para no contestar a las preguntas cuando no quiere hacerlo.

—Estaba Ginevra, la he saludado y no me ha contestado, he intentado alcanzarla pero ella se ha ido.

Scott me ha mirado con una expresión que no he conseguido descifrar.

—¿Qué ocurre, Scott'? Hace días que Ginevra no viene al colegio y, ahora que la encuentro, se va.

No lo sé, jefe, pero tengo la impresión de que hay un problema en la otra parte.

—¿Qué quieres decir?

La otra parte es en la que te encuentras cuando estás despierto, jefe, ya lo sabes. Pero ese es un territorio del que sé poco.

Aunque estaba preocupado y triste por Ginevra, la frase de Scott me ha recordado algunas cosas que quería preguntarle desde hacía tiempo.

—¿Te acuerdas de la primera vez que nos vimos, Scott?

No podría olvidarla jamás, jefe.

—¿Te acuerdas de que conmigo estaba...?

Tu padre.

Tu padre.

Creo que nadie me ha dicho jamás esas dos palabras. O, al menos, yo no lo recuerdo. Las pocas veces en las que mi madre habla de él dice «tu papá», y los abuelos lo mismo. Cuando pienso en él yo casi siempre uso la palabra padre, pero oírsela decir a otro, no sé, me produjo la sensación de que era real y no algo que existe solo en mis recuerdos y en mi imaginación.

«Tu papá» no es una expresión fea, todo lo contrario. Pero —no sé explicarlo muy bien— sugiere la idea de una relación entre un hombre y un niño. Es decir, de la única que ha habido entre nosotros y que ha acabado para siempre.

—¿Por qué ha desaparecido y no ha vuelto jamás?

Mientras terminaba la frase me he dado cuenta de que no sabía muy bien si estaba hablando del primer sueño, cuando me encontré con Scott, o de cuando mi padre se fue de casa para no regresar ya nunca más. Y me he dado cuenta de que estaba enfadado —muy enfadado— con él por haberse ido y no haber vuelto. Al mundo real; o a mis sueños; o a las dos cosas a la vez.

Scott no ha dicho nada y ha seguido mirándome con la misma expresión seria de antes.

—¿Sabes que mi padre era escritor?

Sí, jefe, tu padre y yo nos conocemos bien.

—Si sois amigos, ¿por qué no me llevas junto a él? Tengo que hablarle.

Tu padre está siempre por aquí, aunque no se reúna contigo. Tiene cosas que decirte, pero no sabe cómo hacerlo.

—¿Qué es lo que tiene que decirme?

Ahora Scott parecía triste, antes que serio, y además, contra su costumbre, indeciso.

—¿Qué es lo que tiene que decirme mi padre, Scott?

Ha suspirado, quizá había tomado la decisión de contestarme, pero yo me he despertado en ese preciso instante. He intentado volver a dormirme para soñar de nuevo y oír la respuesta, pero no lo he conseguido.

No se consigue nunca.