8
Harrison mantuvo su arma reglamentaria fija en Mike. A pocos metros, Andrea permanecía inmóvil aferrando con insistencia a un hombrecito pequeño, sereno a pesar de la situación, y cuya edad podía oscilar entre los cien y los dos millones de años. Harrison no lo reconoció, y desde luego no tenía manera de saber que Andrea había conocido a Charles Rippman apenas unas horas antes.
—¡Dawson, suelta el cuchillo! —Harrison alzó la voz por encima de la lluvia torrencial que se cernía sobre Maggie Mae.
Mike observó al comisario con incredulidad. Su cabello empapado confería a su rostro un aspecto extraño. Su cuerpo era una figura gris envuelta en hilos de agua. Al escuchar la voz del comisario, bajó la cabeza lentamente, como un niño que despierta y teme mirarse la entrepierna por temor a descubrir que se ha orinado durante la noche. El cuchillo que aferraba con fuerza reflejó la luz proveniente de una única farola de pie. Una sucesión de gotas corrían por la hoja como venas de hielo.
—Dawson, hagamos esto fácil. —El comisario habló ahora en un tono más bajo—. Acabemos con esto rápidamente…, Zorro.
La expresión de Mike era ahora la de un niño que ha descubierto que efectivamente se ha orinado durante la noche.
Con el rabillo del ojo, Harrison advirtió que Rippman trasladaba a Andrea hacia el coche patrulla. Se sintió tranquilo sabiendo que la joven estaba fuera del alcance de Mike.
—Sabemos lo que has hecho, Dawson. Matt Gerritsen nos ha hablado de su encuentro contigo… Suelta el cuchillo. Simplemente… déjalo caer.
Por primera vez, los ojos de Mike mostraron cierta comprensión. Bajó el cuchillo, aunque no lo soltó.
—Harrison, no sé de qué me habla. ¡Algo terrible ha ocurrido!
—Ya lo creo. Lo sé perfectamente.
—No, no lo sabe.
—Sé al menos a lo que te has dedicado durante estos años…
—Por Dios santo, ¿a qué se refiere? ¡Alquilo maquinarias!
—No, Mike; tu padre alquilaba maquinarias. No tú.
—¡No es cierto!
Mike alzó el cuchillo nuevamente; esta vez la hoja destelló a la altura de su rostro. Avanzó un paso.
—¡Quieto, Dawson!
—Harrison, por favor, no tenemos mucho tiempo. Benjamin está aquí… en alguna parte.
—¿Quién?
—Ben Green no ha muerto. Sé que suena descabellado…, pero él ha estado escondido todo este tiempo… al igual que Robert cuando era niño.
—¿Cómo es posible que no recuerde haberme marchado de casa? —preguntó Robert.
—Acabo de ver a Robert —vociferó Mike—. ¡Robert ha muerto!
—¿La sangre que llevas en la ropa es suya?
—¡NO LO SÉ! Utilice su radio, hable con Allison Gordon, ella le explicará…
—¿Quién es Allison Gordon? —preguntó el comisario.
Harrison debía reconocer que una figura femenina en la comisaría ayudaría a mantener las cosas en orden.
Mike retrocedió el paso que acababa de dar. ¿Cómo era posible que Harrison no supiera quién era Allison?
Allison volvió a gritar. Sin embargo, Harrison no pareció advertir la presencia de la mujer, ni escuchar sus gritos histéricos. Pasó a su lado como si no existiera y se dirigió directamente a Mike en busca de una explicación.
Los recuerdos de Allison se sucedían unos a otros.
La conversación entre ellos se sincronizó como el mecanismo de un reloj, como había ocurrido en The Oysterhouse.
Mike permaneció junto al teléfono, observándolo con incredulidad. ¿Había sido real aquella conversación con Allison Gordon?
—Dawson, unos pescadores han encontrado el cuerpo de Ben en Union Lake…
Mike se mantuvo en silencio por unos segundos. Durante ese tiempo la lluvia, que se había transformado en un martilleo constante, fue el único referente del paso del tiempo.
—Imposible —sentenció Mike al fin. Pero su voz denotaba que no estaba convencido de lo que decía.
—Mis hombres lo acaban de verificar… Tú estuviste con Ben esa noche, Dawson; tú lo llevaste al lago, ¿verdad?
—No.
—Claro que sí…, tú fuiste la última persona que estuvo con Ben. Tú lo llevaste al lago y lo mataste. ¿Y qué me dices de la noche que asesinaron a Rosalía? Tú estabas allí también.
Esta vez Mike no respondió.
—Hemos hablado con la policía de Manchester. Sabemos lo que ha ocurrido en casa de la familia Arlen.
Mike alzó el cuchillo. Gritó con todas sus fuerzas: un grito desarticulado de negación, impotencia y furia. Se sacudió como si una descarga eléctrica atravesara su cuerpo. Harrison observó la expresión perdida que se apoderó del rostro del hombre, como si de pronto no supiera dónde estaba.
La imagen de Mike debatiéndose bajo la lluvia y profiriendo gritos ahogados resultaba escalofriante. Harrison agradeció que el anciano hubiese apartado a Andrea y que ésta no se viese forzada a presenciar aquello, o a escuchar lo que él acababa de decir.
En ese momento, la sirena de un segundo coche patrulla se hizo audible y poco tiempo después dos vehículos se presentaron en el lugar. Harrison había estado esperando desesperadamente el apoyo de sus hombres sin haber sido demasiado consciente de ello. Se sintió aliviado cuando George Bennigans y Dean Timbert se acercaron a él empapados y con sus rostros desencajados.
Las piernas de Mike cedieron y cayó de rodillas en medio de un charco de agua. Seguía empuñando el cuchillo, pero su rostro evidenciaba que se encontraba francamente perdido.
Tanto Bennigans como Timbert alzaron sus armas reglamentarias.
Mike dejó que sus rodillas se enterraran en el lodo mientras su cabeza caía hacia atrás. Su mundo adquirió súbitamente una brillantez sorprendente. El cielo gris, iluminado intermitentemente por relámpagos que estallaban en la distancia, se desplegaba ante sus ojos con el aspecto del celofán, enmarcado en bamboleantes árboles negros e invadido de diminutos haces de luz lanzándose en caída libre. Alguien dijo algo, pero era la voz más lejana que Mike había oído en su vida.
Aferró el cuchillo con ambas manos y lentamente lo llevó en dirección a su pecho. Evocó los incidentes de los últimos días, todos ellos de una claridad asombrosa. Ben no había muerto, insistía una parte de su mente. ¿Acaso no había hablado con Michael Brunell al respecto?
Cuando Michael se volvió, su rostro palideció de un modo atroz.
—Me recuerdas de Union Lake, ¿verdad? —preguntó Mike.
Esta vez el niño asintió.
—Na-nadie sabe que… que estuve allí esa noche. Nadie…, se lo aseguro. No se lo he di-dicho a nadie. Nadie.
—Usted no lo sabe, ¿verdad? —dijo el niño.
—¿No sé qué, Michael?
—No lo sabe…
Una válvula comenzó a abrirse lentamente en su interior. Una válvula similar a la que había al final de la tubería en la planta abandonada en Union Lake… Sólo que la de Union Lake estaría averiada, y él lo sabía, ¿no es cierto? ¡Claro que sí! ¿Por qué de otro modo habría decidido introducir a Ben allí? Había creído que aquello sería inteligente. De ese modo tardarían más tiempo en encontrar el cuerpo.
Las imágenes lo golpearon con fuerza.
El cuchillo. ¿Por qué llevaba un cuchillo, para empezar? Se sentía cansado…, quizás tenderse un rato en la cama le ayudaría a ordenar sus pensamientos. Hundiría su cabeza en la almohada y permitiría que el sueño se apoderara de él.
¿Cuánto tiempo hacía que no dormía?
Punzadas de dolor lo acuchillaron por dentro. ¿Había sido realmente capaz de hacerle daño a Robert? Él era su amigo…
Robert escrutó el jardín, recorriendo la cerca primero y las siluetas de los árboles a la derecha después. Detrás de uno de ellos creyó advertir el contorno irregular de una forma humana, alguien de pie procurando ocultarse.
Benjamin siguió con atención lo que ocurría en la casa. Esa noche debía cerciorarse de que todos estuvieran dormidos para cumplir con lo que tenía en mente.
Mike se vio a sí mismo desplazándose encorvado por la casa de los Green; una figura furtiva confiada de que nada ocurriría.
—Robert me dio las llaves de la casa el verano pasado para dar de comer a los peces de Danna. Quiso que las conservara en caso de una emergencia.
Mike vio su vida como una de esas láminas que ilustran algunos cuentos infantiles. Esas que, según cómo la luz incide sobre ellas, muestran dos imágenes secuenciales que dan la idea de movimiento. Sólo que en el caso de Mike las dos versiones tenían poco que ver entre sí. Paradójicamente, ambas imágenes le resultaban familiares; sin embargo, el intercalarlas una con otra con rapidez le resultó algo nuevo. En la primera de ellas veía a Allison, besándolo en la puerta de su casa, diciéndole que lo amaba…
Mike habría faltado a la verdad si no hubiese aceptado que se sintió asustado en el instante en que escuchó las risas de aquellos niños, burlándose y señalando como lo harían con un vagabundo que habla consigo mismo en voz alta. Cuando los niños advirtieron la expresión severa con que Mike los observaba, simplemente se marcharon.
Y sin embargo, cuando la imagen cambiaba…
Le voló el culo, Matt…, no hace falta entrar en mayores detalles… El Zorro no es peligroso: es un verdadero HIJO DE PUTA, con todas las letras y en mayúsculas.
Mike alzó la vista. Sujetaba el cuchillo con fuerza, con ambas manos, presionando la punta contra su pecho. Sus ojos se humedecieron…
Benjamin bajó la vista justo a tiempo para ver que una lágrima solitaria caía sobre la hoja del cuchillo.
Mike gritó otra vez, y armándose de voluntad se lanzó hacia delante, dejándose caer sobre el cuchillo.
Bennigans y Timbert apenas fueron conscientes del modo en que Mike se desmoronó. Harrison, en cambio, afinó la puntería valiéndose de un instante y disparó su arma una única vez. La bala alcanzó a Mike en el hombro derecho haciéndolo retroceder. El cuchillo cayó sobre el lodo al tiempo que el cuerpo de Mike hacía lo propio hacia un lado. El grito de Mike se hizo más agudo y desgarrador, esta vez presa del dolor físico causado por el impacto de bala.
Harrison bajó su arma. En toda su carrera no había experimentado una sensación como la que lo embargó en ese momento. Los acontecimientos de ese día habían sido lo suficientemente abrumadores como para que le fuera imposible pensar con claridad. Mientras Mike se debatía en el lodo aullando de dolor, el comisario daba la orden a sus hombres para que se ocuparan de él y lo esposaran debidamente. Apenas lo advirtió cuando Rippman se le acercó. Necesitó de unos minutos para darse cuenta de que el anciano procuraba decirle algo.
—Ha mencionado a Benjamin —dijo Rippman—. Pobre hombre…
—¿A qué se refiere? ¿Usted lo conoció?
—Desde luego —afirmó Rippman—. Hacía mucho tiempo que yo andaba por aquí ocupándome del mantenimiento de buena parte de las propiedades cuando el hermano de Mike, Benjamin, murió ahogado en el lago.
Ahogado en el lago…
Harrison observó a Rippman con incredulidad.
—Un episodio lamentable, el de Benjamin —siguió diciendo el viejo—. El padre de Mike vino a pasar el día con Benjamin a Maggie Mae. Sólo ellos dos. Se dirigieron a la explanada a pescar. El chico tenía una especie de retraso…, seguramente se precipitó al lago en algún descuido del padre. Todos lo lamentamos…
—¿Cuándo ocurrió eso?
—Déjeme ver… Debió de ser el año 1962. Mike era apenas un crío en aquel entonces. Después del incidente perdió el interés por este lugar.
Harrison se sintió incapaz de procesar la información que Rippman le acababa de proporcionar. ¿Acaso tenía algún sentido hacerlo?
Rippman continuó hablando, y sin saberlo sacó a relucir la última pieza del rompecabezas que ni él ni el comisario de Carnival Falls tenían manera de armar:
—Mike odió este lugar desde la muerte de su hermano —dijo Rippman con expresión solemne—. Nunca la aceptó. Era… como si supiera algo; no tengo otro modo de explicarlo. Mike cambió mucho desde entonces. Tenía comportamientos extraños para un niño, ¿sabe usted? Esta casa, por ejemplo, tiene un desván, y Mike pasaba horas enteras encerrado allí…, a veces días.