XI.3. La esquizofrenia, un trastorno del desarrollo cerebral

La esquizofrenia es un trastorno del desarrollo cerebral que obedece a una combinación de factores. La base más importante se establece ya durante la concepción. De las investigaciones realizadas con familias y gemelos se desprende que los factores hereditarios son responsables de la aparición de la enfermedad en un 80% de los casos. Además, se trata de factores genéticos muy variados y distintos para cada familia. Aunque todos ellos son pequeñas mutaciones en los genes que tienen que ver con el desarrollo cerebral o con la producción y el catabolismo de los neurotransmisores cerebrales. Paralelamente, hay una serie de factores no hereditarios que pueden alterar el desarrollo cerebral normal en el útero. La falta de alimento de la madre durante los tres primeros meses de gestación duplica el riesgo de padecer esquizofrenia. Se constató por primera vez en los niños del Hongerwinter de 1944-1945 en Ámsterdam (III.3) y más recientemente se ha confirmado en China con los niños nacidos durante y después de la terrible hambruna que azotó la provincia de Anhui en los años posteriores al «Gran Salto Adelante» de Mao, desde 1959 hasta 1961. El mismo riesgo se da cuando el feto padece desnutrición a causa de una disfunción de la placenta. Las sustancias tóxicas presentes en el ambiente, como el plomo, también pueden alterar el desarrollo cerebral del feto en el útero y aumentar el riesgo de esquizofrenia. Los nacidos en noviembre y diciembre tienen más riesgo de desarrollar la enfermedad que los de julio y agosto. No se debe a la posición de las estrellas, sino a la gripe y otras infecciones víricas que la madre pudo contraer medio año antes. También la toxoplasmosis y el bornavirus pueden ser transmitidos al niño y aumentar el riesgo de padecer esquizofrenia. Los factores psicológicos, como el estrés en la mujer embarazada, también tienen su importancia. Vivir experiencias impactantes durante el embarazo, como la muerte de un familiar o una guerra, incrementan la incidencia de la enfermedad.

Asimismo, se ha observado un alto índice de problemas perinatales en los niños que posteriormente desarrollaron esquizofrenia, como el uso de fórceps, un peso bajo al nacer, la estancia en la incubadora y el nacimiento prematuro. Desde la antigüedad, estos problemas durante el alumbramiento se consideraban una carga para el cerebro del niño, por lo que aumentaban las probabilidades de padecer esquizofrenia. Sin embargo, para que el parto se desarrolle con normalidad, es preciso que exista una sutil interacción entre el cerebro de la madre y el del niño. Por eso el parto puede considerarse la primera prueba funcional del cerebro del bebé y un parto difícil podría tomarse como el primer síntoma de un desarrollo cerebral anómalo que más adelante puede derivar hacia una esquizofrenia (II.1 y 2).

Después del nacimiento, un entorno con exceso de estímulos aumenta las probabilidades de desarrollar esquizofrenia. En la ciudad el riesgo es mayor que en las zonas rurales y entre los emigrantes la incidencia es mayor. La difícil situación social que a menudo atraviesan los emigrantes contribuye a incrementar aún más ese riesgo. Muchos adolescentes manifiestan los primeros síntomas después de haber fumado un porro. Si el cannabis induce la enfermedad o si simplemente la anticipa es un punto de acalorado debate.

El cerebro de los esquizofrénicos también muestra que existe un trastorno temprano del desarrollo. En el hipocampo se observa un alto porcentaje de células cerebrales con una disposición desordenada. Eso es algo que sólo puede suceder durante la primera mitad del embarazo. También se han detectado patrones anormales en las circunvoluciones cerebrales y en grupos de células que no han alcanzado su puesto normal en la corteza cerebral. También esos fenómenos se producen en estadios precoces del desarrollo.

A pesar de que la mayoría de los pacientes con esquizofrenia son ingresados en el hospital por primera vez cuando son jóvenes adultos, la base para la enfermedad existe desde mucho antes. Por eso resulta tan lamentable que, aún a finales de los años setenta, los psicoterapeutas aceptasen la perniciosa creencia de que la esquizofrenia era causada por una «madre fría» que no sólo le ofrecía poco cariño a su hijo, sino que además le transmitía mensajes ambivalentes que acababan por volverlo loco. Los terapeutas familiares enseñaban a la madre a no transmitir mensajes ambiguos o incluso rescataban al niño de las «garras» de un entorno enfermizo, una situación extremadamente dolorosa para los padres, que intentaban hacerlo lo mejor posible para su hijo. La psiquiatra Carla Rus se negó a soportarlo y dejó la terapia familiar. Mi madre tenía su propia opinión acerca del origen de la esquizofrenia. Tenía una chapa en la que había escrito: «La locura es hereditaria, te la transmiten tus hijos».

Somos nuestro cerebro
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