VIII.4. La importancia de las conexiones funcionales entre las estructuras cerebrales para la conciencia

De las reacciones de un paciente vegetativo se desprendía que algo conservaba de las funciones cerebrales superiores como la cognición.

Algunas áreas cerebrales, como la corteza y el tálamo, son de vital importancia para una conciencia intacta (figuras 19 y 20). Para que nazca la conciencia, estas áreas y sus conexiones no sólo deben conservarse intactas, sino que también deben comunicarse correctamente entre sí. Mediante una resonancia magnética funcional se aprecia que un paciente en estado de coma vegetativo todavía tiene partes de la corteza cerebral que funcionan. Y un intenso estímulo doloroso puede activar el tronco encefálico, el tálamo y la corteza somatosensorial primaria (figura 21) también en estos pacientes. Pero estas áreas parecen haber sido desconectadas de las áreas de la corteza de orden superior, necesarias para tener conciencia de un estímulo doloroso. Del mismo modo, en un paciente en estado vegetativo, un estímulo auditivo puede activar la corteza somatosensorial primaria, pero a causa de la desconexión funcional no alcanza las áreas de orden superior, necesarias para la toma de conciencia del ruido. La actividad neuronal en la corteza primaria sensorial o auditiva es, por tanto, necesaria para que exista la conciencia, pero no basta. Para ello se precisa la conexión funcional con la red de la corteza prefrontal o la situada a ambos lados del cerebro (la red frontoparietal). La recuperación del estado vegetativo va también acompañada de la recuperación de la conexión funcional de los componentes de esa red.

Investigadores de Cambridge y de Lieja han llevado a cabo una serie de observaciones espectaculares mediante imagen por resonancia magnética funcional (IRMf), primero en una mujer de veintitrés años que llevaba cinco años en un estado vegetativo tras haber sufrido un accidente de tráfico. Curiosamente, presentaba muy poco daño cerebral para alguien en ese estado. Cuando hablaban con ella, se activaba la corteza cerebral del lóbulo temporal (el giro temporal medio y superior, figura 21), como en una persona sana. Al oír frases ambiguas, se activaba el área de Broca, en la circunvolución frontal inferior izquierda, involucrada en el lenguaje y la comprensión (figura 7). Ante la orden de ver todas las habitaciones de la casa, se activaban áreas cerebrales relacionadas con la orientación espacial y motora (el giro parahipocampal, figura 25), la corteza parietal (figura 1) y la corteza lateral premotora (figura 21). Ante la orden de ir a jugar al tenis, se activaba el área de la coordinación motora (el área motora suplementaria). A continuación, se examinó a cincuenta y cuatro personas que habían caído en coma a causa de una lesión cerebral aguda (de las cuales treinta y una se hallaban en un estado mínimo de conciencia). Al recibir órdenes, el cerebro de cinco de ellas mostraba los cambios de actividad pertinentes. Cuatro de ellas estaban en estado vegetativo. A juzgar por los cambios en los patrones de actividad, parecía que eran conscientes mentalmente de sí mismas y del entorno, pero habría que preguntarse hasta qué punto podemos hablar de «conciencia». Con todo, los experimentos continuaron con uno de los pacientes en estado vegetativo, un joven de veintinueve años, haciéndole preguntas sencillas como: «¿Tu padre se llama Thomas?» o «¿Tienes hermanos?». Podía decir sí o no si pensaba en recorrer la casa o ir a jugar al tenis. A juzgar por los cambios en la actividad cerebral, respondió a cinco de las seis preguntas. De sus reacciones se desprendía que al menos debía de conservar un mínimo de las funciones cerebrales superiores, como la cognición (razonamiento). En ambos grupos de pacientes clasificados como «en estado vegetativo» o «estado de mínima conciencia» se espera que haya una actividad EEG y riego sanguíneo en el cerebro en las áreas que aún funcionan aisladamente. En este caso, estamos ante una situación totalmente distinta de la muerte cerebral, en la que no hay el menor rastro de esa actividad. Sin embargo, no está claro que pueda hablarse de una forma de conciencia en la que uno se da cuenta de su propia situación y para la cual es tan crucial la comunicación entre las zonas del cerebro intactas. Aparte de esto, habría que preguntarse si alguien desearía vivir en semejante situación.

En el caso de las crisis epilépticas llamadas «ausencias», se producen breves períodos que pueden durar entre cinco y diez segundos durante los cuales el paciente no responde ante nada, parpadea con frecuencia y gesticula con los labios. Sufre una alteración de la conciencia, con lo que no reacciona ante la conversación, mientras que el área de la corteza frontoparietal (figura 1), crucial para la conciencia, disminuye drásticamente su actividad. También en casos de crisis epilépticas «parcialmente complejas», el paciente está despierto pero su conciencia sufre alteraciones que hacen que no responda a las preguntas. En el caso de epilepsias parcialmente complejas del lóbulo temporal, los pacientes también pueden permanecer unos minutos sin responder cuando se les dirige la palabra y haciendo gestos automáticos con las manos y con la boca; también aquí hay una importante disminución de la actividad frontoparietal. Esos cambios en la actividad de la corteza cerebral no se aprecian en la epilepsia del lóbulo temporal, en la que la conciencia permanece intacta (XVI.8).

Una desconexión funcional del complejo frontoparietal constituye también la diferencia entre el estado vegetativo y lo que se llama «el estado de mínima conciencia». En el estado vegetativo se habla de desconexión, mientras que en el estado de mínima conciencia los estímulos verbales y los estímulos auditivos complejos provocan una activación global de la red esencial para la conciencia, como se evidencian en los estudios con IRMf y TEP (tomografía por emisión de positrones). Eso significa que en principio estos pacientes disponen de toda una red para activar, como quedó demostrado con el paciente en estado mínimo de conciencia al que consiguieron despertar mediante la estimulación cerebral profunda del tálamo. Se afirma que también la música o la estimulación eléctrica de un nervio del brazo (el nervio mediano) pueden acelerar la recuperación de las personas sumidas en un estado de mínima conciencia, pero no existe mucha investigación controlada y, por consiguiente, hasta ahora no hay resultados espectaculares.

Somos nuestro cerebro
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