23
El sábado 5 de septiembre hizo un tiempo radiante en Los Ángeles. No había niebla ni polución. Soplaba una brisa suave y el cielo estaba despejado. A las cinco de la tarde aún brillaba un sol esplendoroso.
Allie estaba en su dormitorio. El traje de novia le sentaba muy bien; con el sombrero y el velo parecía una princesa de cuento de hadas. Su madre subió a darle el fragante ramo que David Jones había diseñado para ella.
—Oh, Dios mío, Allie... ¡qué preciosa estás! —exclamó Blaire sollozando de alegría.
El diseñador de Dior, Gianfranco Ferre, había hecho una auténtica obra de arte con aquel traje. También Simon se emocionó al verla bajar las escaleras. Jamás olvidarían aquel momento.
Ya se oía la música en el jardín. Los invitados los esperaban. Delilah Williams merodeaba por el salón como un avestruz que tratase de agrupar a sus polluelos. Las damas de honor ya estaban alineadas.
—Ayer hice una cosa, Allie —le dijo Simon—. Hablé con Charles. Y tuve una idea. Pero... no te enfades conmigo. Hicimos una especie de pacto —añadió. Y se lo susurró al oído.
Allie lo miró y arqueó las cejas, reflexionó unos instantes y luego asintió sonriente.
Casi al instante apareció Charles Stanton. Iba muy elegante aunque algo envarado. En cambio Simon era la viva imagen de la desenvoltura y la naturalidad.
Desde el jardín llegaba un murmullo de expectación. Todo el mundo estaba impaciente por ver a la novia. Habían instalado dos hileras de bancos en el jardín Danielle Steel
separadas por un pasillo, frente a un pequeño altar, como si de una iglesia al aire libre se tratase. Y al fin, a los acordes de la marcha nupcial, apareció Allie del brazo de Charles Stanton.
Su padre había vuelto a ella en el momento más oportuno de su vida. Al llegar a la mitad del pasillo se detuvieron. Él ladeó el cuerpo, la miró, se llevó su mano a los labios y la besó.
—Que Dios te bendiga. Te quiero —musitó.
Allie lo miró perpleja. Al fin se lo había dicho. Luego Stanton se apartó unos pasos y Simon se situó junto a Allie y la condujo al altar. Su idea simbolizaba bastante bien la realidad de la relación de ambos con Allie: sus primeros años con Charles Stanton y el resto con Simon Steinberg, que miró a aquella primera hija suya, la pequeña que Blaire le trajo, tan falta de cariño y tan asustada.
—Te quiero —le dijo lloroso.
Ella se puso de puntillas para besarlo en la frente. Se despedía de él para asumir un nuevo papel como esposa de Jeff.
Al volver Simon a sentarse junto a Blaire, Allie miró con amor y ternura a quien iba a ser su esposo, que había llegado a ella desde muy lejos. Pero estaba convencida de que más lejos aún llegarían los dos juntos. Era como si se hubiesen estado esperando muchos, muchísimos años.
—Estás preciosa —le susurró él apretándole la mano.
—Te amo, Jeff —musitó ella.
Él era la viva imagen de un hombre orgulloso, joven y lleno de esperanzas.
Al llegar frente al altar, el pastor los invitó a prometerse amor y fidelidad.
Ambos pronunciaron las palabras de rigor y el pastor los declaró marido y mujer.
Luego se besaron y los invitados aplaudieron. Dieron la vuelta y volvieron sobre sus pasos por el pasillo mientras los invitados les lanzaban pétalos de rosas. Fue el momento más dichoso del día más feliz de su vida.
Los invitados se deshacían en elogios de la pareja. Aseguraban que Allie era la novia más bonita que habían visto nunca.
La orquesta empezó su actuación interpretando Fascination en su honor, y los esposos bailaron alrededor de la pista. Después Allie bailó con Charles Stanton, que estaba desbordado por la emoción. Luego bailó con Simon, que la hizo reír durante toda la pieza, bromeando sobre los aspectos más absurdos del ceremonial.
La boda
Simon siempre había tenido la virtud de levantarle el ánimo, de hacerla reír.
También bailó con Alan, con su hermano, con su cuñado, con Tony y varios de sus amigos, y después de nuevo con Jeff. No paró de bailar hasta que anunciaron la cena.
El banquete fue tan espléndido como cabía esperar y, pese a que al final Blaire se había salido con la suya y eran más de doscientos cincuenta invitados, el servicio era tan nutrido y su sincronización tan impecable que, desde el aperitivo a los postres, nadie tuvo que esperar más que en cualquier buen restaurante.
El pastel de bodas fue recibido con una ovación, como si de una estrella de cine se tratase. El chef del hotel Bel Air había hecho una verdadera obra de arte.
Luego hubo más baile y Allie se acercó a darles las gracias a su madre y a Simon por haberle organizado una boda tan maravillosa. Incluso Mary Hamilton parecía estar pasándolo estupendamente (quizá porque Stanton no se había separado de su lado).
Allie subió un momento a su dormitorio, a cambiarse y ponerse el traje sastre de Valentino que había encargado para la ocasión. Simon y Blaire salieron a bailar por enésima vez para saborear los últimos momentos de la boda. También Jimmy y Samantha bailaban y, al mirarlos, Blaire tuvo de pronto mala conciencia.
—¿No has caído en la cuenta de que, en el último mes y medio, nuestra niña ha dado a luz a un hijo y se ha casado, sin haber celebrado una boda como es debido? Creo que deberíamos organizar algo cuando terminen los arreglos de la cocina.
—¡Ni hablar! —exclamó Simon echándose a reír—. ¡Ni se te ocurra! Prefiero darles un cheque y que se vayan de luna de miel. Pero, por favor, ¡otra boda no!
Simon miró a Samantha, tan joven y ya convertida en madre y esposa. Se la veía tan feliz que al mirar de nuevo a Blaire cambió de opinión.
—Bueno... a menos que ella lo desee. Se lo preguntaremos —dijo. Porque, al reparar en todo lo que Samantha había pasado pensó que no era justo negarle una fiesta para celebrar su boda.
—Quizá podríamos hacerlo coincidir con Navidad —dijo Blaire, que empezaba a ponerse en situación: una fiesta de Navidad en honor de Samantha y Danielle Steel
de Jimmy... renovarían sus votos, abetos en el jardín, una carpa, una orquesta de música más moderna, algo que a ellos les gustase.
—¡Para, para! —exclamó Simon riendo—. Aunque, ya puestos, ¿por qué no volvemos a casarnos nosotros?
Puede que en su caso no fuese muy inadecuado. Desde el nacimiento de Matthew era como si su matrimonio hubiese vuelto a empezar.
—Eres incorregible —añadió Simon—. Pero no te corrijas, por favor.
—¿Sabes? Has tenido una gran idea con lo de Charles. Creo que tanto él como Allie se hacían una montaña con lo de quién debía llevarla al altar. Así han quedado todos contentos, aparte de que ha tenido su simbolismo...
—La profesión ayuda. En mis cuarenta años de trabajo con guiones y actores he aprendido que hay una fórmula infalible: compromiso y creatividad. No falla nunca.
—Lo tendré en cuenta cuando empiece a trabajar contigo la semana próxima —dijo Blaire mientras bailaban al compás de New York, New York.
Al cabo de unos minutos reapareció Allie con su traje de Valentino. Subió al estrado de la orquesta y, de espaldas a los invitados, lanzó el ramo de flores hacia atrás. El ramo surcó el aire y fue a parar al regazo de Jessica, que meneó la cabeza y volvió a lanzarlo como si de una granada se tratase. Samantha lo atrapó al vuelo y se echó a reír junto a Allie, que, al darle un beso de despedida, le susurró que su madre se proponía organizarle una fiesta en Navidad para celebrar su boda.
—¡Oh no, por favor! —exclamó Samantha, y puso la misma cara que un niño ante un plato de espinacas—. No podría... Jimmy me mata... o me muero yo sola.
Samantha era sincera. La boda de Allie le había parecido estupenda pero en su opinión requería demasiado esfuerzo.
—Bueno, pues díselo a mamá —repuso Allie, y se despidió de todos saludando con la mano y fue al coche que los llevaría al hotel.
Blaire y Simon los siguieron con la mirada. Dentro de tres semanas regresarían de su viaje de novios a Europa. Mientras los recién casados se alejaban, Jimmy y Samantha salieron a bailar; Scott desapareció con Nancy y subieron a su dormitorio; y Simon atrajo a su esposa hacia sí y la besó en los labios.
La boda
Título original: The Wedding Edición en formato digital: julio de 2011
© 2000, Danielle Steel
© 2002, Random House Mondadori, S. A.
Travessera de Gràcia, 47-49. 08021 Barcelona © 2002, Víctor Pozanco, por la traducción
Diseño de la cubierta: Random House Mondadori, S.A.
M L@S 2013D
ISBN: 978-84-01-38419-6
Conversión a formato digital: Newcomlab, S.L.
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