Danielle Steel
Miró a Simon, que le dio una palmadita cariñosa en la mano. Pero dudaba que su marido se hiciese cargo de cómo se sentía. Él había ganado muchas veces, pero sus triunfos habían sido siempre individuales. No tenía un programa fijo como ella, semana tras semana, año tras año. En algunos aspectos, la labor de Blaire era más difícil y dura. Blaire no olvidaba que Simon también estaba nominado, y se dijo que no debía ser egoísta. Pero no era fácil, después del disgusto que se acababa de llevar. Se sentía perdedora en muchos aspectos, aunque nadie reparase en ello.
—Espero que mamá lo encaje bien —dijo Allie.
La ceremonia prosiguió. Quedaban muchos premios por entregar y la velada empezaba a hacérsele interminable. Hubiese preferido que acabase ya. Pero no.
Faltaba Carmen. Leyeron los nombres de las nominadas para el premio a la mejor actriz y las cámaras fueron enfocando a todas. Bajo la mesa, Carmen le apretaba la mano a Alan, que deseaba de corazón que ganase. Y de pronto el nombre de Carmen Connors resonó en el salón provocando un clamor de vítores y aplausos.
Carmen se levantó y miró a Alan, que le sonrió como si hubiesen compartido toda la vida el sueño de aquel momento. Y entonces Allie lo vio con toda claridad. No había más que mirarlos. No cabía duda de que aquella noche había ocurrido algo importante entre ellos, sin que ninguno de los tres acabase de comprenderlo.
Tardaran lo que tardasen en exteriorizarlo plenamente, Allie estaba segura de que la química entre Alan y Carmen era imparable.
Alan estaba de pie, aguardándola, cuando Carmen regresó sin resuello a la mesa, abrumada, entre risas y llanto, mostrando el Golden Globe. Alan la rodeó con sus brazos y la besó. Un reportero aprovechó para fotografiarlos. Allie tiró a Alan de la manga y él se sentó a su lado.
—Has de tener más cuidado —le dijo Allie.
Él sabía que su amiga tenía razón. Pero no había podido dominar el impulso. Carmen estaba tan eufórica que se rebullía inquieta en la silla. Allie se alegraba mucho de su triunfo, que casi logró disipar la tristeza que sentía por el fracaso de su madre. En algunos aspectos, Carmen se parecía a su hermana. Había orientado y administrado muchos aspectos de su carrera a lo largo de los tres últimos años, casi desde que la joven actriz contrató los servicios de su bufete.
Carmen había triunfado. Y merecidamente.
Tardaron una hora más en anunciar y entregar todos los premios. Luego, la mayoría de los asistentes empezó a impacientarse por salir, con la sensación de que la ceremonia se eternizaba. Aún tenían que dar a conocer los premios al mejor actor, que recayó en otro de los clientes del bufete de Allie; a la mejor película, el La boda
mejor director y el mejor productor, que lo ganó su padre, al igual que en otras dos ocasiones anteriores.
Simon se dirigió al podio muy contento, recogió el Golden Globe, dio las gracias a sus colaboradores más destacados y a su esposa, de la que dijo que siempre sería la mejor para él. Blaire le sonrió llorosa y él la besó cariñosamente al regresar a la mesa.
Y entonces, en el último momento, se anunció la concesión del premio a los Valores Humanos, que no se otorgaba todos los años sino sólo cuando, a juicio del jurado, lo merecía de manera especial alguien del mundo del espectáculo por sus cualidades. Proyectaron escenas de distintas películas y leyeron una larga relación de logros a lo largo de cuarenta años. Ya no cabía duda de quién sería el galardonado. Simon puso cara de asombro al oír su nombre. Blaire se puso en pie aplaudiendo, se echó a llorar y lo besó.
—Dios mío —balbució Simon Steinberg tras llegar al podio—. No sé... no sé qué decir. Por una vez no encuentro palabras —añadió visiblemente emocionado— . Este premio, que sin duda no merezco, se debe en todo caso a todos vosotros, al cariño que me habéis demostrado a lo largo de todos estos años. Gracias por todo lo que me habéis ayudado a conseguir, y por los maravillosos momentos que hemos compartido. Todo eso os lo debo a vosotros. Y os lo brindo.
A Allie se le saltaron las lágrimas. Alan le pasó el brazo por los hombros.
—Os doy las gracias por todo lo que habéis significado para mí —prosiguió su padre—, por todo lo que habéis hecho por mí y por lo que me habéis dado. Me siento en deuda con todos: con mi esposa Blaire, mi hija Allie y mis otros dos hijos, Scott y Samantha, que están en casa, y con todos aquellos con los que he trabajado.
Repito, muchas gracias.
Una cerrada ovación acompañó a Simon desde el podio hasta su mesa. Era realmente una persona tan excepcional como decían y Allie siguió de pie, entre risas y lágrimas, de puro orgullo por ser hija de quien era.
En muchos aspectos había sido una noche maravillosa y, cuando ya se disponían a marcharse, Allie le dijo a Alan que quería ir a ver a su madre.
—De acuerdo. Te espero aquí con Carmen.
Allie fue junto a su madre, que charlaba con un grupo de amigos y colegas, y la abrazó.
—¿Te encuentras bien? —le susurró.