14
Tal como había prometido, Allie recogió a su hermana a mediodía del domingo.
Tenía pensado llevarla al Ivy. Estaba segura de que le gustaría, porque se comía bien y el local era muy agradable. De regreso podían pasar por las tiendas de antigüedades de la zona North Robertson. Les serviría para relajarse y pasar un buen rato juntas. Últimamente Samantha se había comportado como una jovencita iracunda y Allie pensaba que era conveniente aprovechar la oportunidad de tratarla como a una adulta.
Pero el talante de Samantha fue aquel día muy distinto del habitual. Apenas habló hasta que se hubieron alejado de la casa. Allie estaba muy impaciente por saber qué la preocupaba. Pero tampoco durante el almuerzo le dijo nada sobre el motivo de su llamada.
—¿Me vas a decir de una vez de qué se trata? —le preguntó al fin Allie—.
¿Algún pretendiente pesado?
Hacía ya dos años que Samantha salía con chicos aunque nunca había tenido un novio en serio, a diferencia de Allie, que a su edad siempre estaba enamorada de alguien.
—Más o menos —contestó Sam, que se encogió de hombros y de pronto se echó a llorar—. La verdad es que no.
—¿Qué te ocurre entonces? —la apremió Allie con tono cariñoso mientras el camarero les servía sendos capuchinos.
El almuerzo había sido delicioso, como siempre en el Ivy, pero Sam apenas lo había tocado.
—Vamos, Sam... Serénate. Sea lo que sea no te parecerá tan grave cuando me lo cuentes.
La boda
Pero sí parecía grave, porque Samantha se llevó las manos a la cara y siguió sollozando.
—Oh, Sam... —dijo Allie alargando una mano y posándola en su hombro—.
Anda, cuéntamelo —le susurró. Vio que en sus ojos había auténtica desesperación—. Sam, por favor...
—Estoy embarazada —dijo Sam con voz entrecortada—. Voy a tener un hijo —añadió sin dejar de llorar.
Allie se inclinó y la atrajo hacia sí por los hombros.
—Oh, cariño... Dios mío... ¿Cómo ha sido? ¿Quién ha sido?
Allie lo dijo como si forzosamente tuviese que ser algo que le hubiesen hecho, y no algo que hubiese realizado voluntariamente. Quizá reaccionase así porque nunca le había oído hablar de ningún chico con quien tuviese un relación especial, de ningún novio formal.
—Ha sido culpa mía —dijo Sam, desolada.
—Tuya exclusivamente no será, digo yo; a no ser que hayan cambiado las cosas últimamente. ¿Quién es el padre? —Sonaba extraño preguntarle eso a una chica de diecisiete años.
—Eso no importa.
—Ya lo creo que importa. ¿Se trata de alguien del instituto? —preguntó Allie. Aun sin conocerlo le daban ganas de asesinarlo, aunque se dominó para no agravar la tensión.
—No.
—Vamos, Sam, ¿quién es el padre?
—Si te lo digo no quiero que hagas nada, ¿de acuerdo?
—¿No te habrán violado? —preguntó Allie alarmada.
—No, no me han violado. Ya te he dicho que ha sido culpa mía. Lo hice voluntariamente. Estaba tan colada por él... pensé... no sé... —dijo Sam con el rostro anegado en lágrimas—. Creo que me sentí halagada por atraer a un hombre de treinta años, con tanto mundo, acostumbrado a tratar con mujeres bonitas.
¿Un hombre de treinta años con una chica de diecisiete? Quien fuese tenía que haberlo pensado mejor. Pero, por lo visto, ni siquiera había tenido la precaución de usar preservativo.