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Centro de reposo Suite Eyre

Octubre (no sé en qué fecha)

Querida Beatrice:

Aunque paso por una época de reiterada frustración, tu visita me ha dejado más furiosa que nunca. ¡Mal se me puede culpar de que llegaras y te marcharas sin previo aviso, gracias a la desidia del personal! Aquí esa desidia es demasiado frecuente. Mi caballete, por ejemplo, no aparece desde hace más de una semana y dicen que no lo encuentran por ningún lado. (¿Si sospecho de robo? Desde luego. El director terapeuta del centro es muy zorro.) Tu visita distó mucho de ser agradable y no tengo ningún deseo de seguir comunicándome contigo, pero las circunstancias mandan. Me costó mucho convencer a mi marido para que me diera tu dirección. Asegura que es inútil, que tal vez ni siquiera contestes, y cree que se trata de un arrebato que pronto se me pasará. Suele acertar en sus predicciones, aun cuando no se entere de nada. Mi marido no es perspicaz. No sería exagerado decir que cree que cuento falsedades. O, mejor dicho, está convencido de que soy víctima de mi propia imaginación.

Por esa razón, a pesar del disgusto que me causa, debo abordarte. Te escribo para pedirte un favor: que informes a mi marido de que estuviste aquí, en mis dependencias, y de que en efecto me diste noticias de mis hijos, noticias imposibles. Quizá mintieras. ¿Cómo no va a ser mentira lo que me dijiste, si mi marido no tiene conocimiento de nada semejante acerca de mi hijo? En ese momento pensé que me habías mentido por resentimiento de que me casara con tu hermano o algún otro motivo. Sin embargo, últimamente se me ocurre que es probable que mi marido sepa desde el principio lo que Julian ha hecho y desee ocultármelo por creer que estoy enferma. Hace ya un tiempo que detecto algo fraudulento en la conducta de mi marido. En tal caso, esta no sería una mentira piadosa. Cuando mi hijo vuelva lo recibiré con alegría, da igual lo que haya hecho. En cuanto a mi hija, tengo fe en su independencia, en ese sentido es como su padre. A mi juicio, ha heredado uno de los mejores rasgos judíos.

Te pido que des fe de que estoy en mi sano juicio.

Atentamente,

MARGARET B. NACHTIGALL