La comida, pura y nutritiva
SE ha escrito mucho sobre la
comida, con ideas y opiniones muy diferentes, por lo que es fácil
quedar confundido. Una manera de salir de esta confusión es que
compruebes por ti mismo lo que te va mejor. Si pruebas a comer
alimentos ligeros y nutritivos en cantidad apropiada, observarás
que la nueva comida te hará sentir diferente.
Tendríamos que preocuparnos por cuánto
comemos. En líneas generales, aumentar el peso es la simple
consecuencia de ingerir más calorías de las que se queman. El
exceso se almacena como grasa. Comer demasiado no es la
consecuencia de un hambre real, sino que a menudo constituye un
hábito nervioso debido a la tensión mental y al aburrimiento. Es
una forma sutil e inconsciente de castigo al propio cuerpo
disfrazada de “placer”. Pero este “placer” desaparece una vez que
nos sentimos hinchados y pesados.
Conviene dejar la mesa satisfecho pero no
lleno. Cuando comas, intenta reconocer cuándo estás satisfecho y
retírate previsoramente de la mesa. No comas más allá de ese punto.
Observa tu propia mente y sus pensamientos. Relájate y retira los
pensamientos a algo que no sea comida.
Junto con las consideraciones de cuánto
comemos, deben ir las de qué comemos. Hoy en día estamos
condicionados a comer “comida basura”, como por ejemplo patatas de
bolsa, bebidas carbónicas, golosinas, pan blanco, helados
industriales, chucherías de las máquinas tragaperras y “comida al
instante” de las cadenas de puestos de hamburguesas que van de
costa a costa2.
Muchos de nuestros niños toman bebidas con
sabor a cacao en vez de leche de vaca auténtica, gaseosa en lugar
de agua y postres de azúcar refinado en vez de fruta. Cuando somos
jóvenes, nuestras mentes descubren por todas partes ciertos
productos industriales que se hacen pasar por “alimentos” y
desarrollamos hábitos de los que nos costará liberarnos.
Una nutrición y unos hábitos alimenticios
adecuados se aprenden en casa, pero muchos padres no se preocupan
demasiado del valor nutritivo real de los alimentos que consumen
tanto ellos como sus hijos. Sirven cosas rápidas de preparar o sólo
se preocupan de la apariencia y el sabor de la comida.
A veces nos identificamos tanto con lo que
comemos que si alguien dice algo contra nuestra comida favorita nos
sentimos molestos. Estamos condicionados a comer cierta comida y
defendemos nuestro derecho a comerla. Nos parece que disfrutaremos
menos de la vida si cambiamos nuestros hábitos alimenticios. Esta
identificación personal con ciertos alimentos supone una barrera al
cambio y a la experimentación.
No puedes cambiar tus hábitos alimenticios
en un día, pero es fácil dejar una cosa cada vez. Una buena manera
de mejorar es dejar de comer alimentos preparados, refinados o
industriales. Esto incluye el azúcar blanco, la harina blanca y
cualquier cosa envasada con conservantes (la mayor parte de
galletitas, pan, mermeladas, zumos, pasteles o dulces comprados en
el supermercado). Si es posible, evita los fritos y las conservas
en lata (donde el calor ha desequilibrado y destruido parte del
alimento). Intenta consumir el mínimo de bebidas carbónicas,
pasteles o patatas de bolsa. Si consigues hacerlo, tu paladar
cambiará gradualmente. Esto no significa que aprenderás a que te
guste lo que para muchos tiene mal sabor, sino que a medida que
mejores la dieta serás capaz de detectar sutiles y deliciosos
sabores naturales en la comida. La “comida basura” no te sabrá tan
buena cuando tu sentido del gusto esté más afinado. Ya no será una
cuestión de autodisciplina comer la comida adecuada, sino de
percepción.
Ahora existen numerosos libros de recetas
que te enseñan cómo preparar comidas con vegetales y fruta fresca,
cereales integrales, frutos secos y semillas, buenos productos
lácteos y carne magra3.
Si quieres ser creativo puedes aprender cómo sustituir las harinas
blancas por las integrales, el azúcar por la miel o la melaza y la
comida enlatada y empaquetada por la fresca. A! principio, puede
que exija un poco de tiempo y práctica preparar comidas sanas y
sabrosas que te dejen satisfecho, pero no es duro si posees una
mente abierta, haces la suficiente experimentación y utilizas el
sentido común.
Poco a poco tu cuerpo te mostrará los
resultados. A medida que continúes comiendo la comida adecuada para
tus necesidades individuales y hagas ejercicio con regularidad, te
sentirás y te verás mejor. Experimenta por ti mismo y comprueba qué
clase y cantidad de comida te ayuda a mantener la línea y sentirte
ligero y con energía al mismo tiempo.
Una nutrición adecuada y una actividad
física regular pueden añadir felicidad y juventud a tu vida. El
movimiento es mucho más grato cuando el cuerpo recibe la nutrición
adecuada cada día. Tu cuerpo/mente se sentirá energético cuando no
lo cargues con comidas pesadas o excesivas. Sin una comprensión
adecuada de la nutrición, vivirás muy por debajo de tu potencial
personal.
Para desarrollar unos hábitos
alimenticios
1. Come sólo cuando tengas hambre. El
estómago te pedirá comida cuando el cuerpo lo necesite.
2. No comas entre horas: sobrecarga el
sistema digestivo.
3. No comas en exceso. Deja la mesa
satisfecho, no ahíto. Mastica por más tiempo la comida. Relájate y
disfruta tus comidas.
4. Lee las etiquetas de la comida
empaquetada que compres. Evita la que tenga azúcar, aromatizantes o
colorantes artificiales, así como productos químicos “complicados
de pronunciar”.
5. Sáltate algunas comidas de vez en cuando,
especialmente en días con poca o ninguna actividad física. Dale un
descanso a tu sistema digestivo.
Cambiar los hábitos alimenticios no es
fácil. Ten el coraje y la autodisciplina de decir no a los malos
hábitos que destruyen la energía y la salud. Aprende a vivir una
vida que combine el estiramiento, la relajación, 1a comida ligera,
el trabajo y la actividad física. Si puedes controlarte, te
desarrollarás hasta tu máximo potencial, con naturalidad y
entusiasmo.