Capítulo 13
En la casa de los Rivera siempre se cenaba a las ocho, pero desde que mi madre se había convertido en la presidenta del comité de la subasta, nuestros férreos horarios se habían suavizado notablemente.
No me reuní con mi familia hasta que se me pasaron un poco los nervios. Mi padre ya había llegado de trabajar y me dio un abrazo muy fuerte en cuanto me vio bajar. Papá está chapado a la antigua, y siempre se esfuerza por demostrar lo mucho que se preocupa por mí. Mi madre empezó a servir los tamales de pollo, arroz con frijoles y su legendario pan de arepa relleno de cerdo.
Cisco estaba absorto en una encendida discusión sobre jugadores de fútbol con mi padre, pero no podía dejar de mirarme de reojo, e incluso creo que levantó el pulgar hacia mí en un gesto de complicidad.
—Estás estupenda, Nia —dijo mi madre con una mirada de aprobación.
Después señaló la servilleta doblada en forma de tipi que tenía encima del plato para que me la pusiera sobre el regazo.
—¿Ropa nueva? —me preguntó, de muy buen humor.
Parecía haber olvidado por completo nuestra pequeña discusión por el pegamento.
—Podría decirse que sí. La compré hace un tiempo en la tienda de Louise, pero no la había estrenado todavía.
—Es muy bonita, cariño —dijo sonriendo—. El maquillaje que te has puesto te sienta muy bien. Esa sombra resalta el tono dorado de tus ojos.
—¿Vas a salir esta noche? —curioseó Cisco.
—¿Puedo, mamá? —pregunté mientras me pasaba el cuenco de arroz—. Llevo todos los deberes al día y hoy me he pasado el recreo estudiando para el examen de francés. Además, a lo mejor Cisco podría acercarme en coche… —añadí, dirigiéndole a mi hermano la sonrisa más zalamera que conseguí esbozar.
—Hal me ha pedido que le eche una mano para preparar su actuación en el concurso de talentos.
—Últimamente pasas demasiado tiempo con ese tal Hal, ¿no? — intervino mi padre.
—No es lo que piensas, papá —dije al comprender lo que estaba insinuando—. Callie también irá.
—¿Pero no habéis estado ya los tres juntos esta tarde? —inquirió Cisco—. Me ha parecido verlos salir del insti.
¿Es que no conocía la regla de oro de la fraternidad? Hoy por ti y mañana por mí.
—No, yo no iba con ellos —mentí mientras lo fulminaba con la mirada— . He ido al club de debate y nos hemos quedado a medias con la cuestión de la mano de obra infantil en la India, así que mañana tengo otra reunión para que terminemos de hablar sobre el tema.
—Ah, claro, claro. Entonces igual habré visto solo a Callie y a Hal —dijo mi hermano—. Y los he asociado automáticamente contigo.
—Sí, seguro que ha sido eso… —murmuré.
—En cualquiera de los casos, cielo, ya sabes que me alegro muchísimo de que tengas nuevos amigos, y papá también —dijo mi madre mirando con dureza a mi padre—. Hal parece un buen chico y Callie es encantadora. Nos lo pasamos muy bien cuando vino a cenar aquí a casa. Es una pena lo de su madre… En fin, puedes ir, pero te quiero de vuelta a las nueve y media. Cisco puede ir a recogerte.
—Estupendo —dije.
Casi no me podía creer que me hubieran dejado salir una tarde entre semana. Pero mi madre notaba que me había vuelto más sociable y más cuidadosa con mi aspecto en vez de esconderme bajo unas sudaderas raídas. Y eso la hacía feliz.
Otra sorpresa: mi hermano no protestó por tener que ser mi chófer. En parte porque así se libraba un rato de mis padres, que no dejaban de darle la tabarra para que fuera como voluntario a limpiar la parroquia del padre Bellows.
Aproximadamente media hora después, Cisco aparcó frente a la casa de Hal.
—Bueno, me imagino que habréis quedado para hablar de Amanda — dijo girándose hacia mí.
—¿Qué pasa, crees que la gente solo me invita a su casa cuando necesita mi ayuda para resolver misterios?
—No he querido decir eso, Nia —suspiró.
—Para tu información, lo que dije durante la cena es cierto: he venido a escuchar la canción que está preparando Hal para el concurso de talentos. Quiere saber mi opinión y yo le he prometido que seré sincera.
—¿En serio? —hizo una pausa para estudiar mi rostro, buscando algún indicio que confirmase si le estaba tomando el pelo o no—. ¿Y desde cuándo te interesa tanto el concurso de talentos, o cualquier actividad no académica en general? ¿Me estás diciendo de verdad que esta quedada no tiene nada que ver con Amanda?
Aparté la mirada, consciente de que me había pillado. Desde que tenía uso de razón, había dedicado mi vida a hacer lo correcto y estudiar y aprender tantas cosas como me fuera posible. Nunca hacía cosas simplemente para divertirme.
—Oye, sé que te ha costado mucho trabajo este asunto del Proyecto Amanda —prosiguió—, pero no quiero que tengas secretos conmigo. Dime adónde vas y yo te llevaré. Pero no me mientas y mantenme al tanto, porque si no, tendré que hablar con nuestros padres.
—Vaya, ¿ya estás pensando en chivarte a mamá y a papá? —dije enarcando una ceja.
—No, simplemente no quiero que te pase nada.
—Ya lo sé —dije.
Debo admitir que agradecía mucho su preocupación. No obstante, me fastidiaba que me conociera tanto como para no poder ocultarle nada.