LA GRABACIÓN SECRETA
A los investigadores los desvelaba no saber con exactitud cómo habían ocurrido los hechos. Si bien a partir de la declaración de los miembros de la Banda de Los Hornos las sospechas recaían sobre Prellezo porque todos coincidían en mostrarlo como autor material del homicidio, el ex policía no podía haberlo hecho todo solo.
"¿A vos te parece que un solo tipo es capaz de manejar, comprar el combustible, llevarlo a la cava, golpearlo y dispararle y los otros cuatro no hicieron otra cosa que mirar?", era la pregunta que acosaba al comisario mayor Víctor Fogelman desde la detención de Prellezo.
En varias oportunidades los investigadores dialogaron con el ex policía mientras estuvo alojado en la comisaría de Castelli. Cada vez que alguno de la Banda debía ser trasladado desde su lugar de detención hasta el juzgado, el policía encargado procuraba sonsacarle alguna información que pudiera ser útil para la investigación.
Pero, sin lugar a dudas, la vedette era Gustavo Prellezo, y se había negado a declarar.
Sin embargo, cuando se presentó ante el juez Macchi se mostró muy verborrágico, se ocupó de alabar al magistrado y dijo algo que abrió una nueva pista para los investigadores:
—Va por el buen camino, doctor. Le faltan elementos pero está sobre la pista cierta.
Macchi no pudo ocultar su emoción:
—Gracias, hijo, pero le recomiendo que hable —le advirtió con lágrimas en los ojos mientras lo abrazaba.
Finalizada su confesión, los investigadores se sintieron animados a dialogar con Prellezo en procura de establecer el móvil del homicidio y la autoría intelectual.
Aunque se reunieron en varias oportunidades con el ex policía, los diálogos fueron cortos y desconfiados. Prellezo se negaba a brindar más información y hablaba en clave. Intentaba demostrarles por todos los medios que el curso que habían tomado en Inteligencia Policial le permitía mantenerlos en vilo.
Su agenda, escrita en clave, fue descifrada, y con este elemento uno de los pesquisas pidió permiso para intentar sacarle información.
Grabador mediante, ingresó en la celda de Prellezo.
—Ya tu agenda no es un enigma. Sabemos quién es ACÁ 24 horas y todos los ACÁ que anotaste.
—Bueno, qué vamos a hacerle —respondió tranquilo Prellezo.
—Contáme cómo fueron los hechos. Total, queda entre vos y yo —intentó persuadirlo el policía.
—El que lo mató fue Braga. Se puso loquito y tiró. No pudimos pararlo —respondió el detenido aparentando sinceridad.
—¿Por qué te acusan a vos?
—Preguntáte mejor quién les paga para que me responsabilicen a mí.
—¿Quién les paga?
—Averígüenlo.
Al principio el diálogo era ríspido. Los dos se estudiaban con desconfianza, se mostraban cautos en cada frase. Prellezo intentaba que el pesquisa percibiera que tenía más información pero que le iba a resultar muy difícil lograr que le revelara algún dato que los acercara a la autoría intelectual o al móvil del homicidio de Cabezas.
—Yo le voy a contar algo.
Prellezo tomó un papel y realizó cuatro círculos en una forma de Y invertida. En la parte superior escribió una Y, debajo una G, a la izquierda otra G y a la derecha de la Y una P.
—¿Esto qué significa? —preguntó sorprendido el investigador.
—La Y ya todos saben quién es, pero no tiene nada que ver.
—¿La G?
—Esta G —dijo Prellezo señalando la primera de las dos— sería una persona allegada a la Y, pero esto me lo guardo. La segunda G pertenece a una persona que me hizo daño, que me hizo perder una oportunidad muy importante.
—¿Y la P?
—Soy yo.
En ese momento los investigadores no sabían que la primera G correspondía a Gregorio Ríos y que Gustavo Prellezo les estaba suministrando una información que luego sería vital para dar con el instigador del homicidio. Estaban convencidos de que hacía referencia al comisario Alberto Pedro Gómez, que a criterio de los policías mantenía una estrecha vinculación con el empresario telepostal Alfredo Yabrán.
El daño al que hacía referencia Prellezo era el traslado. El comisario Gómez, al ver que este policía mantenía contactos con el entorno de Yabrán, había decidido enviar un informe solicitando su traslado a la comisaría de Mar de Ajó.
A Gómez lo perjudicaba que este oficial continuara prestando servicios en la comisaría de Pinamar porque veía que su relación con los hombres de confianza del empresario iba creciendo y eso interfería con sus propias aspiraciones de formar parte del entorno.
Cuando Prellezo menciona la P, cualquiera podría suponer que se autoincrimina en el homicidio. Pero no es así. La P la utiliza para mencionar cómo formaría el círculo áulico de Yabrán, sin establecer en ningún momento alguna vinculación con el homicidio de Cabezas, si bien todo queda implícito.
—Contáme qué pasó en la cava...
—La cava... Todos fuimos a la cava... Yo no fui el que compró el combustible. Es más, no fue necesario ir a comprarlo.
Acá se produjo el silencio más largo de toda la conversación. Prellezo respiró profundo y continuó con el relato:
—Lo esperamos mucho tiempo, como cuatro o cinco horas. Durante ese período, apareció una mujer que preguntaba y preguntaba. Tuve que salir a decirle que éramos custodios. González, que estaba medio fumado, se metió en la fiesta para buscar algo para comer. A eso de las 5 de la mañana, salió este muchacho. Yo les dije que esperaran, había que seguirlo.
El policía miraba sorprendido a quien había sido su colega durante muchos años.
—Cuando arrancó nos dimos cuenta de que estaba medio en pedo. Lo seguimos hasta un departamento. Ahí bajaron Braga y otro de los muchachos y lo obligaron a meterse en el auto. Cuando subió no se resistió mucho, pero igual lo encañonaron con el arma. La idea era que cuando llegáramos a la cava le pegáramos un susto. Yo tenía que ir por detrás y hablarle al pibe para que no moleste más...
—¿A quién? —interrumpió el investigador, pero Prellezo ignoró la pregunta.
—Pero Braga se puso loquito y le tiró...
—¿Después qué hicieron?
—Teníamos el combustible en uno de los autos, le dije a uno de los muchachos que lo buscara. Braga le robó la billetera y entre él y González lo metieron adentro del auto. Rociaron el coche con el combustible y el boludo de Braga prendió un fósforo y se quemó todo el pelo...
—¿Luego qué pasó?
—Braga tiró el fósforo dentro del coche y comenzó el incendio, ahí nos fuimos porque sentimos ruidos.
—Volvimos a Valeria del Mar y yo los llevé a La Plata, donde perdimos todo contacto.
Esta grabación nunca se dio a conocer. Los investigadores son conscientes de que no tiene ningún valor probatorio, pero les sirvió para reconstruir los últimos instantes de José Luis Cabezas y les permitió delimitar las responsabilidades.