LA CÁMARA FOTOGRÁFICA
POCO después, el viernes 16 de mayo de 1997, en el Canal Uno, sobre la ruta 11, fue hallada la cámara fotográfica de José Luis Cabezas.
Los buzos tácticos de la Policía Bonaerense habían dado con la única prueba que sustentaba la declaración de la banda de Los Hornos.
—¿Se imaginan lo que esto significa? Después de tres meses alguien va a ir preso por lo que le hicieron a este muchacho —dijo uno de los policías que había participado del operativo.
Sólo las calcomanías de Garfield y Minnie, la novia del ratón Mickey, sirvieron para confirmar que se trataba de la cámara de Cabezas.
Pero algo suscitó la incertidumbre de los policías: los números de serie denunciados por la revista Noticias no coincidían con los de la cámara hallada en el canal. El comisario inspector Miguel Ángel Garello llegó al lugar con dos carpetas. En una figuraban los números de la cámara, en la otra había una foto digitalizada del video de la casa de Andreani, donde aparecía Cabezas con su cámara.
Las dudas finalmente se despejaron cuando desde la Editorial Perfil confirmaron que el equipo que figuraba en la causa había sido mandado a reparar por Noticias y que la que se había encontrado era la cámara personal de Cabezas.
La fotografía digitalizada mostraba a José Luis con su equipo de fotografía, y se veían claramente las dos calcomanías.
El oficial subinspector Pablo Cestaro contó cómo había encontrado la cámara: "Lo primero que sentí fue algo que sobresalía del barro. Creo que se trataba del lente. En ese momento pegué un tirón a la soba para avisarle a mis compañeros. Luego la saqué del canal".
A pesar de la euforia que se instaló entre los pesquisas, circularon varias versiones acerca del hallazgo de la cámara.
En un primer momento, los policías que realizaron la búsqueda aseguraron que había sido el hornero Gustavo González el encargado de señalarles el lugar exacto donde arrojaron la cámara de Cabezas.
González ya se había convertido en la punta del ovillo para llegar hasta los responsables de la autoría material del crimen, cuando en la barra brava de Estudiantes contó cómo habían matado al fotógrafo.
Sin embargo, el jefe de la investigación, Víctor Fogelman, descartó que González hubiera dado los datos necesarios para llegar a ubicar la cámara.
La segunda versión, la más disparatada de toda la cobertura, indicaba que habían llegado al lugar con la ayuda de un rabdomante, quien mostrando una Y invertida decía que podía hallar cualquier cosa que le indicaran.
Esta versión fue descartada de inmediato por los investigadores, quienes aseguraron que el hallazgo de la prueba fundamental se logró a partir de una intensa búsqueda. "Acá no hubo ni magia ni testigos quebrados", señaló Fogelman, "se trazó un plan de trabajo para rastrear los canales y arroyos que cruzan estos caminos y los hombres designados para llevar adelante esta tarea se limitaron a seguir ese plan".
Por primera vez los que investigaban el crimen de Cabezas obtenían una prueba contundente que corroboraba las declaraciones de los miembros de la Banda de Los Hornos.
Con la cámara en poder de los pesquisas se vio seriamente comprometida la situación de Gustavo Prellezo, que debió replantear su defensa.
La cámara fotográfica desató la euforia de los policías y el dolor de los periodistas. Las dos calcomanías que habían ayudado a reconocer la cámara habían sido pegadas por los hijos de Cabezas para que siempre los tuviera presente.
Lo paradójico de esta historia tenebrosa era que dos niños, sin proponérselo, habían contribuido a condenar a los asesinos de su padre.