DUHALDE Y LOS BANDIDOS DE LOS HORNOS
LOS anuncios sobre las nuevas pistas comenzaron en La Plata. El gobernador se había reunido con uno de los partícipes primarios.
Héctor Miguel Retana fue conducido hasta la quinta de San Vicente por su padre, un viejo militante justicialista que lo habría convencido de presentarse y allí, en un asado, le confesó a Duhalde que él y tres compinches de Los Hornos habían tomado parte del asesinato del Cabezas.
Sin embargo el delincuente se cuidó muy bien de reconocer que alguno de los integrantes del cuarteto fuera el ejecutor del reportero gráfico.
El relato de Retana fue recibido por el gobernador como una bendición. Tenía en sus manos al autor material y a sus cómplices, que se habían confesado ante él. Además, confiaba en que hallarían la cámara fotográfica.
En consecuencia, dejó que se filtrara un cauteloso anticipo en el que se dejaba entrever que ya poseía datos claves para llegar a la verdad. Ahora sólo restaba darle los detalles a Macchi.
Como político en campaña, Duhalde llegó a Dolores el 5 de abril con el pretexto de participar de la Fiesta Nacional de la Guitarra. Después de una conferencia de prensa, en la que restó importancia a su participación en la causa, desfiló montado a caballo por las calles de la ciudad.
Por su lado, el juez Macchi ya estudiaba en su despacho los documentos entregados por el mandatario provincial.
En su cabalgadura, Duhalde le enviaba un mensaje al gobierno nacional: "Aquí no termina todo, todavía queda el filo de Excalibur". Pero pocos entendieron de qué hablaba Duhalde cuando se refería a la mítica espada. Sólo los investigadores sabían que no era una fantasía literaria la advertencia del caudillo bonaerense.
Un mes después los mandobles del Excalibur conmovieron al gobierno central y a los principales personajes políticos.
No conforme, Duhalde redobló la apuesta y fue a visitar a José y a Norma Cabezas, los padres de José Luis, para comunicarles personalmente la nueva.
—Están detenidos los asesinos de su hijo, les prometo que llegaremos al autor intelectual, sea quien sea y no falta mucho para que vuelva con esos nombres.
Esta promesa aún no se cumplió, pese a que el gobernador instaló el nombre del empresario Alfredo Yabrán y su entorno en el centro de la escena. "Yabrán va a tener que buscarse un buen abogado", recomendó al polémico hombre de negocios cuando se dio a conocer el contenido de la agenda de Gustavo Prellezo.
La misma actitud asumió cuando fue consultado acerca de si se debían hacer públicas las comunicaciones telefónicas entre Yabrán y conspicuos personajes del poder. "Si lo va a incorporar a la causa, no veo por qué no tiene que ser público", le respondió uno de los allegados a Duhalde a un investigador.
La venganza estaba consumada.
Carlos Corach, que había pretendido apropiarse de los primeros éxitos de la investigación sin hacerse cargo de los tropiezos, también había recibido llamados del empresario.
Con estos nuevos elementos, el gobernador logró frenar la ofensiva y llegar a un armisticio con Menem. Ahora sí quedaba en paz. Se podía dedicar de lleno a la campaña porque sus enemigos se habían recogido en los cuarteles de invierno.