TERREMOTO POLÍTICO
MIENTRAS en la cúspide del poder nacional estas novedades provocaban una convulsión prácticamente incontrolable y las voces para que "la cacería de brujas telefónica" se detuviera de inmediato tronaban sin disimulo, desde La Plata el gobernador Eduardo Duhalde se justificaba: "¿Pretenden que yo, el gobierno o los investigadores ocultemos estas llamadas?".
Inclusive calificaba como "normal" la conducta del juez José Luis Macchi, al decidir dar a conocer las comunicaciones de la empresa Yabito.
A fines de junio todo indicaba que el mandatario bonaerense no estaba dispuesto a envainar el Excalibur y hasta daba la impresión de que disfrutaba de que su chiche informático continuara exasperando a su amigo-rival, el presidente Menem, y sus principales laderos. Claro que los mandobles del programa instalado en el Bunker de Fogelman desgarraban también a conspicuos ejemplares del espectro político y otros escenarios, quienes desde sus propias tribunas pataleaban a la par del oficialismo ante semejante desmesura.
El cataclismo desembocó en una reunión secreta entre Duhalde y Menem el 27 de junio, en la casa del hermano Eduardo. Allí se acordó manejar con prudencia y "absoluta confidencialidad" los resultados que vomitaba el Excalibur, luego de que la Secretaría de Prensa y Difusión de la Presidencia emitiera un comunicado en el que se repudiaba "la utilización política irresponsable" de dicha información.
El escrito abría también el paraguas cuando sostenía que ni Menem ni su secretario privado, Ramón Hernández, dialogaban con el dueño o los empleados de YABITO.
A tres meses de las elecciones legislativas, las cabezas del justicialismo lograban entenderse en este tema y a partir de entonces dirigieron sus esfuerzos a enfriar los ánimos beligerantes de la tropa. "Basta de peleas entre la casa Rosada y la Gobernación platense", fue el mensaje.
La leyenda cuenta que quien maneja Excalibur no puede ser vencido, pero en medio del fragor electoral Duhalde sospechó que tal vez con su prodigiosa arma sólo lograría una victoria a lo Pirro.
El domingo 29, la quinta de San Vicente fue el escenario elegido para firmar la tregua resuelta entre el Presidente y el gobernador.
Allí, Duhalde recibió a los ministros Roque Fernández, Jorge Domínguez, Armando Caro Figueroa, Susana Decibe, Raúl Granillo Ocampo, Carlos Corach, al jefe de Gabinete Jorge Rodríguez y a los secretarios Alberto Kohan y Eduardo Amadeo.
El anfitrión estaba acompañado solamente por el titular de la Cámara de Diputados, Alberto Pierri.
El pacto estipulaba una pronta despolitización de todo lo relacionado con Yabrán y su eventual vinculación con el crimen de Cabezas, fundamentalmente cuando la campaña electoral se recalentaba día a día. Incluso el reemplazo de De Lázzari por Brown descomprimió la situación porque Brown, de extracción política, supo pilotear mejor la dosificación de la información.
A principios de julio el Excalibur prácticamente había desaparecido de la escena y el informe con los 4.000 llamados que vinculaban a Yabrán con notorios protagonistas de la vida pública del país era puesto en manos del juez Macchi por los responsables de la investigación policial sin pompa y bajo un manto de severa discreción. Atrás quedaban los exabruptos de ministros y políticos de toda laya y la reunión a plena luz del día del jefe de Gabinete de Menem con Alfredo Yabrán en la Casa Rosada.
A partir de ese momento la prensa recibió la información fragmentada y sin mucho entusiasmo de los mismos que hasta hacía menos de un mes se regocijaban leyendo las primeras planas de los diarios.
Atrás quedaban también las 75.000 llamadas analizadas a partir del movimiento registrado por los mil abonados —famosos e ignotos— investigados en Pinamar, Mar del Plata, Gran Buenos Aires y Capital Federal.
Más allá de que el ya célebre programa permitió reforzar la denominada "pista Yabrán" en lo estrictamente relacionado con la muerte de Cabezas, tras el armisticio quedó en el campo de batalla el "cadáver" de Jassán, que fue reemplazado por Granillo Ocampo.
Los heridos graves, Corach entre ellos, lograron recuperarse de esas lesiones, pero las cicatrices del Excalibur no se borrarán por mucho tiempo.