PINAMAR: DE GUERRERO A YABRÁN
PRÁCTICAMENTE desde su origen, Pinamar fue La Meca a la que marcharon emprendedores personajes empeñados en levantar allí ambiciosos proyectos relacionados con la actividad turística y recreativa.
Ese desfile comenzó con los belgas Fernando Robette y Agustín Poli, fundadores de Ostende, en 1908; continuó con la llegada, en 1909, de los ingenieros franceses François de Roumefort, Albert Grouward y Bisset, quienes eligieron como destino lo que hoy es Montecarlo, y tuvo su punto de inflexión en 1918, cuando Héctor Manuel Guerrero resolvió forestar el área costera de su estancia Dos Montes, a la que luego bautizó Cariló.
Esta empresa fue imitada, veinte años después, por Valeria Cárdenas de Russo y el arquitecto Jorge Bunge, quienes también se abocaron a la tarea de forestar sus propiedades linderas con el mar, embrión del actual Pinamar.
En 1947, aquella emprendedora señora fue el motor de una sociedad denominada Balnearios del Atlántico S.A., empresa que terminó fundando la localidad conocida hoy como Valeria del Mar. El primer edificio de este balneario se inauguró en 1962 y aún pervive bajo el nombre de Del Atlántico.
Sin embargo, no todos los visitantes vieron al turismo como la actividad excluyente de estas playas: en 1971, una compañía estadounidense se instaló allí para buscar petróleo. Los rastros de sus perforaciones en busca del hidrocarburo pueden observarse aún hoy en la platea de hormigón situada en Espora y Arcachón, instalación que abandonaron tras su frustrada epopeya.
No obstante, el desembarco que habría de transformar radicalmente la placidez que caracterizó al balneario durante todos esos años fue el de Alfredo Yabrán, un próspero empresario que en 1992 comenzó a invertir en el lugar. Sus ambiciosos proyectos invariablemente despertaron no pocas resistencias entre los pobladores y las familias que durante más de ochenta años habían dado forma a ese remanso exclusivo.
Las tierras —en realidad médanos— donde se levanta el municipio de Pinamar formaron parte de la estancia que José Suárez bautizó Montes Grandes de Juancho, y a principios del siglo XIX fueron los descendientes de Carlos Guerrero quienes se subdividieron los 25 kilómetros de dunas y playas que hoy componen el balneario.
Este legado quedó en manos de los siete herederos de aquel pionero luego de que su hija Felicitas, esposa de Martín de Álzaga, el propietario del lugar, perdiera la vida en 1870, como corolario de un drama pasional cuyos entretelones alimentan las leyendas de la zona.
Como la dama no tenía descendencia, fue su familia la que hizo pie en esas playas en 1886. Así, uno de los hermanos de la finada, Enrique Guerrero, fue el primer comisionado del paraje, que en 1907 se conocía como Pueblo Divisadero.
Un año después, llegaron los primeros empresarios dispuestos a invertir en el lugar: los belgas Robette y Poli. La pareja pretendía recrear en estas costas un proyecto de urbanización turístico que repitiera las características de Ostende, su ciudad natal. Este incluía el trazado de avenidas y diagonales, reservas para inmuebles públicos, un cementerio, una estación de ferrocarril y una gran arteria central de 50 metros de ancho. Esta calle desembocaría en un escenario denominado "hemiciclo", donde se concentraría toda la infraestructura turística propiamente dicha.
En 1912, se iniciaron los trabajos para la construcción de la Rambla sur, en el centro del hemiciclo. Pero el paseo fue tapado por la arena que arrastra la corriente de deriva y recién entre 1992-93 quedó nuevamente al descubierto, merced a los trabajos ordenados por las autoridades locales.
La Rambla fue declarada sitio histórico municipal en 1995.
1912 fue también el año en que se comenzaron las obras del Thermas Hotel (hoy Hotel Ostende) cuando los ingenieros belgas lograron la aprobación de los planos de subdivisión de su innovador proyecto, en las tierras que hoy ocupa el balneario Montecarlo. En este hotel se alojó Antoine de Saint-Exupéry, autor de El principito en el verano de 1930.
En aquel momento se la llamó Villa Atlántica y, si bien continúa sin urbanización, la división se realizó y se sospecha que en la actualidad, tras la fachada de sus propietarios, se recorta la figura de Yabrán.
Es más, en 1970 se proyectó construir allí el puerto de aguas profundas de la provincia de Buenos Aires, emprendimiento que languideció hasta hace muy poco, cuando fue vetado por el gobernador Eduardo Duhalde en el marco de una polémica que involucró al mandatario y el magnate telepostal. Vecinos de la zona aseguran que este conflicto marcó indeleblemente la relación entre ambos.
En este sentido, cuando se produjo el asesinato de José Luis Cabezas, entre las especulaciones que intentaban explicar las razones de semejante horror, no faltó quien apuntara que la tragedia obedecía a dicho conflicto de fuerzas y era una manera de disputar el territorio. Entre los fundamentos que sustentarían tal teoría estaría una de las primeras expresiones de Duhalde ni bien se enteró de lo ocurrido en la cava cercana a General Madariaga: "Me tiraron un muerto".
Pero volviendo al relato anterior, el afán forestador de los pioneros de Pinamar tomó un ritmo febril a partir de la década del cuarenta y a caballo de esta titánica labor comenzaron a tomar forma las sociedades que le darían el perfil exclusivo que exhibió el balneario hasta principios de los noventa.
Así, a Jorge Bunge y Valeria Guerrero Cárdenas de Russo se sumaron empresarios y hacendados que fundaron en 1942 la sociedad que impulsaría la urbanización de la localidad, a la que bautizaron Pinamar. Ese mismo año el paraje vio levantarse el primer hotel, que en 1945 fue ampliado y ahora se lo conoce como el Playas Hotel.
También se construyó la primera residencia de veraneo, propiedad de la familia Fariní, llamada "Marejada" que todavía conserva la fachada original y puede visitarse en Del Tuyú y Odiseo.
En 1944, las autoridades provinciales aprobaron el plan rector de la ciudad diseñado por Bunge. En realidad, se trataba de una guía para construir y urbanizar el lugar que respetaba su topografía.
Mientras Pinamar se transformaba en el centro de veraneo de numerosas familias tradicionales de Buenos Aires, con el fin del conflicto bélico mundial comenzaron a afincarse en sus playas inmigrantes italianos escapados de las ruinas europeas.
Con su arribo se fue conformando la infraestructura vital para el desarrollo de cualquier ciudad y el 1º de julio de 1978, mediante la ley N° 9024, se creó el Municipio Urbano de Pinamar. Hasta entonces esas tierras habían estado bajo la jurisdicción del Partido de General Madariaga.
El nuevo municipio quedó conformado por las localidades de Pinamar, Ostende, Montecarlo, Mar de Ostende, Valeria del Mar y Cariló. La primera fue designada cabecera del partido y en ella se instaló la intendencia, y en 1985 fue designada ciudad.
Sin embargo, y más allá de estas formalidades, Pinamar se convirtió en uno de los balnearios más distinguidos del país y del continente por el ideario que movilizó a sus pioneros, y que fue recogido sin reservas por sus descendientes y las familias que se fueron asentando desde mediados de siglo.
Amén de la calidad de las residencias que se levantaron y el nivel internacional de los establecimientos hoteleros que se construyeron, los vecinos y visitantes del balneario siempre se ufanaron de la tranquilidad reinante en el lugar, que todos pretendían preservar. Este fenómeno se correspondía perfectamente con el paisaje, cuyas dunas fueron domesticadas por un bosque denso en el que su único límite oriental es el mismo océano Atlántico.
Visitada casi exclusivamente por estas familias durante décadas, Pinamar comenzó a tomar relieve a principios de los noventa, cuando, como apuntó con malicia uno de sus vecinos, "se empezó a llenar de políticos y nuevos ricos".
De la mano de esta verdadera invasión, se iniciaron los grandes proyectos turísticos y se levantaron fastuosas residencias. A partir de 1991, con el intendente Blas Altieri como fogonero, las inversiones con estos destinos se aceleraron y su mentor hasta tuvo que soportar una suerte de pueblada cuando pretendió pavimentar las calles de la inigualable Cariló.
En ese contexto hizo su aparición Yabrán, quien levantó la ya mítica residencia Narbay, de la calle Ballenas. Con él llegaron también los custodios, que se sumaron a las huestes que traían los funcionarios públicos y otros personajes destacados.
Para los residentes y los turistas tradicionales estos pasajeros resultaron un verdadero fastidio. Además, las sospechas de que la corrupción era un visitante indeseado no tardaron en instalarse, dando lugar a corrillos que aseguraban que varios millones de pesos se habían distribuido estratégicamente para hacer lugar a los proyectos que contrariaban el espíritu de aquel Plan Director de Bunge.
Las miradas se dirigieron a Yabrán y su entorno, pese a que el perfil del empresario y lo intrincado de su organización impedían sacar a la superficie las verdaderas responsabilidades.
Así, la empresa Bosquemar se convirtió en la vedette de los emprendimientos, bajo la sospecha de que pertenecía al magnate. Esta compañía es la propietaria del emblemático Apart Hotel Arapacis, para muchos, una de las cuentas más brillantes del collar que Yabrán exhibe en estas playas.
Otro tanto ocurre con el proyecto Terrazas del Golf, también atribuido al polémico hombre de negocios y en flagrante conflicto con la idiosincrasia lugareña, pues alrededor del complejo se levantó una impresionante medianera.
"Esta es una de las 89 excepciones al Código de Ordenamiento Urbano conseguidas por Yabrán y su gente", se lamenta Jorge Caldas Villar, periodista, escritor, hombre de radio y tozudo defensor de las tradiciones de Pinamar. "Lo que ocurre —añade—, es que los 35 millones de pesos que trajo el empresario tienen mucha más fuerza que la historia de este paraíso soñado por los locos de la costa."
Seguramente esos "locos", como llamaban a Guerrero y a Carlos Gesell por su obsesión de forestar la región, jamás imaginaron que la tranquilidad, sólo interrumpida por el ruido de las olas y el roce del viento contra los árboles que ellos mismos habían plantado, se haría añicos el 25 de enero de 1997, con el espantoso asesinato de un reportero gráfico perpetrado casi ante la vista de todos.