HORACIO ANSELMO BRAGA

FUE el último en presentarse detenido. Pesa sobre él la sospecha de haber sido uno de los autores materiales del asesinato de Cabezas.

En la estrategia de sus abogados defensores, Braga debía aportar las pruebas que incriminaran a Prellezo como el presunto autor material del homicidio. Y como sabían que Braga es olvidadizo y sugestionable, había que prepararlo bien.

"No tenemos ningún contacto con el prófugo", aseguraba el doctor Fernando Burlando, "ni bien nos comuniquemos con él vamos a presentarlo detenido".

Diecisiete días permaneció prófugo hasta que sus abogados consideraron que estaba listo para comparecer en la Jefatura de Policía, directamente ante el juez, el 25 de abril.

El temor de sus patrocinantes radicaba en que fuera interceptado por los investigadores y éstos lo obligaran a prestar declaración ante los policías que probablemente "lo ablandarían" en el camino. Pero esto no ocurrió porque hábilmente lograron evadir la persecución de los pesquisas y prepararon el terreno para que sólo declarara ante el juez Macchi.

Cuando Braga se presentó tenía todo el aspecto de haber consumido estupefacientes durante largo tiempo. Ascendió la explanada de la Jefatura de Policía con la mirada perdida: "Voy a contar todo ante el juez", dijo. "Ahora discúlpenme, no voy a hablar."

Lo acompañaba uno de sus defensores, Fernando Cerolini, que se ocupó de aclarar todas las dudas del periodismo: "Ni bien tomamos contacto con Braga, le dijimos que le convenía presentarse, a lo que él accedió y aquí lo tienen".

Ante Macchi manifestó que se sentía mal y le pesaba lo que había hecho. Reconoció asimismo que inhalaba cocaína y fumaba marihuana. Como el juez no lo vio en buen estado, le preguntó si estaba en condiciones físicas y psíquicas de prestar declaración. "Sí, Su Señoría, estoy perfectamente bien y dispuesto a contar todo lo que sé."

De este modo comenzó relatando todo lo ocurrido en Los Hornos, cuando fueron "contratados" por Prellezo para hacer "un trabajito". Y sumó algunos elementos nuevos: "Recuerdo que Prellezo nos dijo que el periodista los estaba investigando. Que estaba jodiendo a un tal Camaratta". Y contó que Prellezo les refirió que se trataba de un "pelagatos, un fotógrafo de medio pelo y que no se preocuparan, que no era nadie importante".

Igual que sus compañeros, le restó importancia a los dichos de Prellezo y decidió acompañar a Auge, Retana y González a pasar unos días a Valeria del Mar. A ellos les interesaba ir a vacacionar, a pasar unos días en la playa, gratis. La intención de la banda era vivir todo lo que pudieran a costa de Prellezo.

Su descripción de lo ocurrido durante sus minivacaciones es similar al del resto de sus amigos. Sólo agrega que en varias oportunidades concurrieron al Destacamento de Policía del lugar para solicitarle a Camaratta detalles sobre la persona a la que tenían que apretar.

Cuando en una ocasión necesitaron dinero, y como Prellezo les había dicho que recurrieran a Camaratta, así lo hicieron. Al llegar al Destacamento se encontraron con Prellezo que arribaba en su Fiat Uno blanco: "Le pedimos plata, y cuando nos la iba a dar llegó la mujer de Camaratta y le preguntó a su esposo: '¿Qué hacen acá estos negros de mierda?'".

Según Braga, Prellezo la miró fijó y le respondió: "Estos están robando para tu marido".

Braga confirma los dichos de sus amigos sobre el regreso a Los Hornos, después de pasar una semana o semana y media en Valeria del Mar. También, que lo hicieron en el Dodge 1500. Cuando llegaron a sus respectivos domicilios, comentaron lo bien que lo habían pasado y, además, gratis.

Al poco tiempo, Auge lo llama nuevamente y le dice que debían volver para realizar el trabajito que les había encomendado Prellezo. Regresaron pero, a diferencia del resto, Braga relata que fueron a otro departamento, más grande.

Cuando se reencontraron con Prellezo en el balneario, éste le refirió que estaba haciendo adicionales en el casino de Pinamar junto a Camaratta y que habían detenido a dos personas que le dijeron que vivían en Los Hornos y que lo conocían a él.

—¿Quiénes son? —quiso saber Braga.

—No recuerdo los apellidos, pero sus nombres son Mario y Pablo —respondió Prellezo.

Él los conocía del barrio y dijo que eran buenos tipos. Prellezo le comentó que tenían pinta de crotos y que en el momento en que los detuvieron estaban provocando algunos desmanes en el interior del casino.

En su declaración Braga señaló que al poco tiempo de ocurrido el homicidio de Cabezas se encontró con el tal Mario y que éste le contó que, cuando los detuvieron, Prellezo les había secuestrado un revólver calibre 32 largo que tenían escondido debajo del asiento del Peugeot 504 en el que se movilizaban.

Este punto del relato constituye una pieza fundamental para los investigadores. Teniendo en cuenta que hasta ese momento no existían precisiones de cómo el arma homicida había llegado desde el domicilio de Luis Alberto Martínez Maidana hasta la cava ni de cómo regresó al interior de su ropero, los pesquisas se apoyaron en esta declaración para intentar establecer alguna conexión entre los policías y Los Pepitos.

Braga describió pormenorizadamente el incidente que se produjo en el stand de Land Rover y reconoció haber descendido del vehículo para identificar a José Luis Cabezas. Aportó además una serie de detalles que a la larga serían decisivos para el procesamiento del oficial ayudante Aníbal Luna.

"Prellezo llamó a la comisaría y pidió hablar con Luna. Le preguntó dónde estaba el fotógrafo y Luna le indicó que se hallaba en el stand de Land Rover junto al comisario Gómez."

Esto confirma que Luna era el encargado de las tareas de Inteligencia, como ya lo había manifestado en su declaración Sergio Gustavo González.

Cuando Braga acudió al Destacamento de Valeria del Mar para solicitarle a Camaratta más detalles sobre el fotógrafo al que tenían que asustar, Camaratta llamó por teléfono y, como nadie respondió, les entregó un papelito con un número y les dijo que pertenecía al Hotel Victoria.

"Yo fui a un locutorio y llamé al número, pero me atendió un contestador automático que decía que me estaba comunicando con la receptoría de la revista Noticias". Cuando Braga escuchó el mensaje se dio cuenta de que se trataba de algo grande. Regresó al departamento y comentó con los otros tres: "No es un fotógrafo barato, es de la revista Noticias que es como la revista Gente. Nos vamos a meter en un gran quilombo".

Se pusieron a discutir. Braga les decía que no se trataba de una jodita como les había dicho Prellezo pero, como no tenían dinero para volverse a Los Hornos, decidieron quedarse y esperar al ex policía para comentarle su disgusto.

"Yo lo llamé para concertar un encuentro y obligarlo a salir del hotel. La intención era darle el susto bien rápido y retirarnos."

Cuando le dijeron a Prellezo que consideraban que los había engañado, éste les replicó que se trataba de un fotógrafo así nomás y que no se preocuparan. Los cuatro Horneros se quedaron en el departamento hasta el otro día, cuando los pasó a buscar Prellezo para dirigirse al centro de Pinamar.

En una oportunidad fueron al balneario UFO, para buscar al fotógrafo. Encontraron el Ford Fiesta y al volante iba Gabriel Michi. Cabezas estaba tomando fotografías.

"No sé a quién porque yo no soy cholulo, pero le sacó un montón de fotos. Cuando subió al auto, ese Michi andaba a toda velocidad y por eso los perdimos."

Esa noche, Prellezo los llevó hasta la fiesta de Andreani. Les dijo que en el interior estaba la víctima y que debían esperar a que se retirara.

Sobre lo ocurrido en las afueras de la casa de Andreani su testimonio no difiere del resto. Relata los diálogos que se produjeron entre Diana Solana y Prellezo, al igual que el encuentro con los custodios.

Braga incorpora por primera vez la probabilidad de que concurriera la policía para averiguar sobre los movimientos extraños en las inmediaciones de la fiesta: "Le dijimos a Prellezo que debíamos retirarnos porque podía llegar la policía y él nos dijo que también era policía y que no teníamos que preocuparnos".

Al percibir que la situación se complicaba cada vez más, Prellezo decide retirarse del lugar. Dan unas vueltas en el automóvil hasta que emprenden la marcha hacia el departamento de Cabezas.

'"Ya sé qué vamos a hacer', nos dijo Prellezo. 'Vamos a esperarlo adonde lo levantamos.' "

Una vez frente al domicilio de Cabezas, como se aburrían, caminan sin sentido, recorren la cuadra, hasta que él decidió introducirse en el auto y se quedó dormido.

"'Ahí viene, ahí viene', me despierta Prellezo golpeándome en la pierna. En ese momento me entrega un arma. Yo quedo tildado. González se había adelantado y tenía tomado al fotógrafo del cuello. Yo, arma en mano, me acerco y lo encañono en el pecho. 'Dame las llaves', le dice González."

Cabezas no ofrecía resistencia alguna. Le entregó las llaves del Ford Fiesta y González abrió el auto.

"Parecía como borracho, yo ya lo había visto bajar del auto tambaleando, transpiraba mucho, tenía olor a whisky."

Lo obligaron a subir al automóvil por la puerta del acompañante. González tiró el respaldo del asiento del acompañante hacia adelante y le dijo que subiera y se sentara en la parte trasera del vehículo.

"Se sentó calladito, no pidió auxilio ni por su vida. Nosotros creíamos que iba a ser difícil pero no dijo nada, ni por su familia pidió."

Una vez que el auto estuvo en marcha, siguieron al Fiat Uno que conducía Gustavo Prellezo.

Braga no recuerda con precisión el camino que tomaron hasta la cava. Sólo que cuando tomaron por la ruta asfaltada recorrieron unos pocos kilómetros hasta una calle de tierra. Él encañonaba a Cabezas con el revólver que le había dado Prellezo, mientras González conducía el automóvil.

"En un momento el Fiat Uno gira en U, González frena y se pone a la par en sentido contrario. Prellezo de auto a auto le dijo: 'Vení para acá, seguíme que ya sé adonde parar'. Prellezo se baja de su automóvil y le dice a González que haga lo mismo. Sube al Fiesta y lo introduce en la cava. Ya amanecía, Cabezas en el interior de la cava permanecía callado con la cámara fotográfica entre sus piernas."

Prellezo dejó el Ford Fiesta y, empuñando un arma de fuego, recorrió la geografía del auto por la parte delantera.

"Yo ya me había bajado del auto. El fotógrafo también. Estaba paradito al lado de la puerta."

El ex policía le colocó las esposas y lo forzó a caminar hasta una de las paredes laterales de la cava. "Lo llevaba agarrado de la axila, como si llevara a un preso."

Lo obligó a arrodillarse y dirigiéndose a Braga le ordenó: "Apuntale, apuntale, que no se mueva".

"El fotógrafo queda arrodillado mirando una de las paredes. Prellezo da unos pasos hacia atrás. Se vuelve, apunta a la sien del fotógrafo y gatilla en falso dos veces."

A esta altura del relato Braga se ocupó de precisar la ubicación de ambos en la cava. Destacó que Prellezo se colocó a la derecha de Cabezas, mientras él estaba ubicado a su izquierda. Como vimos, este detalle era fundamental para los defensores de Braga.

En consecuencia, si a la primera necropsia le sumamos la declaración de los cuatro miembros de la banda de Los Hornos, no quedaban dudas sobre la autoría material del homicidio.

Continuando con la declaración, Braga indicó que luego de haber gatillado en falso Prellezo le disparó: "Le sale el tiro y el fotógrafo cae como medio de costado para el lado del fondo de la cava. Veo que Prellezo da unos pasos como yéndose para el camino".

Luego de caminar unos cinco o seis pasos, se da vuelta, le apunta al cuerpo y vuelve a disparar. "Luego del segundo disparo el cuerpo se acomodó mejor en el piso."

A todo esto, Retana y Auge se habían quedado en el interior del Fiat y González se encontraba sobre el camino.

"Prellezo se dirigió hasta el auto, tomó el bidón que estaba en el baúl y regresó a la cava."

Según Braga, le pidió que lo ayudara a colocar el cadáver en el interior del automóvil, para luego rociarlo con el combustible.

"Vuelve con el bidón en la mano, rocía todo el coche adentro y afuera, mojó paneles y asientos. Roció el cuerpo del muerto y tiró el bidón en el interior del automóvil."

Prellezo le ordenó a Braga que encendiera el auto. "No atiné a nada. Saqué el encendedor de mi bolsillo y, agachándome adonde estaba el cuerpo, encendí el fuego."

Se produjo un fogonazo y luego una explosión. "La llama me quemó el pelo y la mano derecha también me ardía. Empecé a correr hacia el Fiat Uno, todavía tenía en mi mano izquierda el revólver que me había dado Prellezo."

Una vez en el auto emprendieron la retirada. Braga, enojado, le arrojó el arma que cayó sobre la falda de Prellezo. "Todos lo puteábamos, le decíamos que estaba loco. Prellezo nos respondió: 'De esto no se habla más'."

Enseguida fueron a Valeria del Mar. Braga aseguró que fue Prellezo quien robó la billetera, y luego se la entregó para que la arrojara por el camino.

Ya en Valeria del Mar, recogieron los bolsos y se dirigieron al Destacamento para devolver las llaves del departamento que habían alquilado.

A continuación reiteró lo manifestado por González sobre cómo se deshicieron de la cámara fotográfica: "Fuimos tirando pedacitos, pero como no podíamos romper la parte principal, paramos en un puente y González la tiró a un río o un arroyo".

En el camino se detuvieron en Pipinas y Prellezo habló por su celular. Braga no recuerda con quién pero sí que dijo: "Feliz cumpleaños".

Una vez en Los Hornos, se despidieron del ex oficial, para reencontrarse a los pocos días. En esa oportunidad, Prellezo les dio mil pesos a cada uno para que se callaran la boca.

Finalizada la declaración de Horacio Anselmo Braga, los investigadores ya sabían lo que había ocurrido en la cava, aunque todavía para cerrar el círculo restaba probar que ellos, efectivamente, habían sido los autores materiales del homicidio.

La autoincriminación en el crimen de Cabezas resultaba muy extraña. Faltaban elementos probatorios. Curiosamente, las declaraciones indagatorias en las que se involucran hasta el hartazgo constituían la única prueba contra ellos.

En la causa no había más nada. La cámara de José Luis Cabezas aún no había aparecido.

En la rueda de reconocimiento fueron señalados Braga y González, pero eso no bastaba para vincularlos con el crimen.

"Creo que a estos muchachos alguien los engañó. Les han prometido que pasarían un par de años en la cárcel, seguramente hasta el juicio oral, a cambio de decir que anduvieron por lo de Andreani y de incriminar a Prellezo. Pero no aprendieron bien el libreto y cayeron en contradicciones", señalaba uno de los pesquisas.

El más favorecido, sin lugar a dudas, era Gustavo Prellezo. Salvo los dichos de los cuatro ladrones de Los Hornos, en la causa no hay ningún elemento que lo vincule con el crimen.

La cámara fotográfica era lo único que corroboraría la historia narrada por Braga, González, Retana y Auge.