LA PRIMERA VERSIÓN DEL CRIMEN
LA primera versión del crimen indicaba que en la madrugada del 25 de enero Cabezas fue seguido por varios vehículos al salir de la casa del empresario Andreani. Estos automóviles, que aún no habían sido identificados, habrían sido tripulados por Pedro Villegas, el oficial Jorge Cabezas, Gustavo Prellezo y José Luis Auge.
Al llegar al domicilio de Rivadavia casi Shaw, el fotógrafo habría sido abordado por Prellezo, a quien conocía desde cuando el oficial era el segundo del comisario de Pinamar Alberto Pedro Gómez.
Prellezo, según esta primera hipótesis, habría convencido a Cabezas de que los siguiera y el grupo enfiló por la avenida Bunge en dirección a la vecina ciudad de General Madariaga. Al llegar a la intersección de la ruta 11 y la 36, el fotógrafo se detuvo porque sospechó de las verdaderas intenciones de sus acompañantes.
Fue allí donde Prellezo volvió a interceptarlo, forcejearon y al ex policía se le escapó un disparo que impactó en el abdomen de Cabezas. Prellezo se puso al volante del Ford Fiesta del fotógrafo y lo condujo por el camino de tierra hasta una cava. Una vez en el lugar, varios miembros del grupo golpearon al reportero gráfico hasta que, según revelaron los investigadores, el mismo Prellezo sería quien lo remató con un disparo en la sien.
Posteriormente, entre todos, lo introdujeron en el automóvil. José Luis Auge le habría robado la billetera, con 200 pesos y la cámara fotográfica. Braga roció el cadáver y el automóvil con gasoil obtenido de uno de los vehículos y luego les prendieron fuego.
Esta historia oficial era como las buenas películas: tenía héroes y villanos, un principio dramático y un final feliz. No tenía móvil político ni especulaba sobre mafias tenebrosas que buscaran silenciar a la libre expresión. Parte de la historia surgía del expediente y el resto de diversas fuentes. Mezclaba presunciones con datos verificados, pero se hacía muy difícil de explicar.
A grandes rasgos, decía que a Cabezas lo había asesinado una bandita de ladrones de casas de veraneo porque él los había descubierto y denunciado públicamente. Sonaba real, ataba muchos cabos, pero quedaban infinidad de detalles sin cerrar. Muchas preguntas sin respuesta. Como por ejemplo: ¿de dónde había salido el arma homicida?, ¿cuál era la conexión entre Los Horneros y Pedro Villegas?
Los avances en la investigación permitieron encadenar los cabos sueltos. El sistema Excalibur comenzó a trabajar en los cruces telefónicos y estableció las vinculaciones entre ex policías y el entorno del empresario Alfredo Yabrán. Y la historia comenzó a configurarse de otro modo.
El juez Macchi está convencido de que entre Los Horneros está el autor material del crimen, pero justamente lo que no lo hace dudar es el hecho de que se hayan autoincriminado en un homicidio calificado, cuya pena es la prisión perpetua.