57.
En la rue Moscat, en el 12, todo estaba igual que tres años antes. La fiesta no había acabado todavía. Las chicas eran todas jóvenes y francesas. El pianista tocaba, en sordina, motivos que tenían un aire ruso. Tal vez fuera la vejez, tal vez algún cobarde dolor: al final de cada pieza no se pasaba ya la mano derecha por los cabellos ni murmuraba, en voz baja,
—Voilà.
Permanecía mudo, mirándose desconcertado las manos.