29.
Por vez primera en su vida, Hervé Joncour llevó a su mujer aquel verano a la Riviera. Se instalaron durante dos semanas en un hotel de Niza, frecuentado sobre todo por ingleses y famoso por las veladas musicales que ofrecía a sus clientes. Hélène se había convencido de que en un lugar como aquel lograrían concebir el hijo que, en vano, habían esperado durante años. Juntos decidieron que sería un niño. Y que se llamaría Philippe. Participaban con discreción en la vida mundana del balneario, para divertirse después encerrados en su habitación, burlándose de los tipos extraños que habían conocido. Una noche, durante un concierto, conocieron a un comerciante de pieles polaco: decía que había estado en Japón.
La noche antes de partir, Hervé Joncour se despertó cuando todavía era de noche, y se levantó y se acercó a la cama de Hélène. Cuando ella abrió los ojos, él oyó su propia voz que decía suavemente:
—Te amaré siempre.