16.
Hervé Joncour todavía habló largo rato. Se detuvo solo cuando Hara Kei dejó de posar sus ojos sobre él y esbozó una inclinación con la cabeza.
Silencio.
En francés, arrastrando un poco las vocales, con voz ronca y veraz, Hara Kei dijo
—Si así lo deseáis, me gustaría veros de nuevo.
Sonrió por vez primera.
—Los huevos que os lleváis son huevos de pescado, no valen casi nada.
Hervé Joncour bajó la mirada. Su taza de té estaba allí, frente a él. La cogió y empezó a darle la vuelta y a observarla, como si estuviera buscando algo en la arista coloreada del borde. Cuando encontró lo que buscaba, apoyó los labios y bebió hasta el fondo. Después dejó la taza frente a sí y dijo
—Lo sé.
Hara Kei rio divertido.
—¿Por eso habéis pagado con oro falso?
—He pagado lo que he comprado.
Hara Kei se puso serio.
—Cuando salgáis de aquí, tendréis lo que deseáis.
—Cuando salga de esta isla vivo, recibiréis el oro que os pertenece. Tenéis mi palabra.
Hervé Joncour ni siquiera esperó la respuesta. Se levantó, dio unos pasos hacia atrás, después se inclinó.
La última cosa que vio, antes de salir, fueron los ojos de ella, fijos en los suyos, completamente mudos.