35.
Hervé Joncour no había visto nunca a aquella muchacha ni, en realidad, llegó a verla durante aquella noche. En habitación sin luces sintió la belleza de su cuerpo, y conoció sus manos y su boca. La amó durante varias horas, con movimientos que nunca había hecho, dejándose enseñar una lentitud que desconocía. En la oscuridad, no importaba amar a aquella joven y no a ella.
Poco antes del alba la muchacha se levantó, se puso su kimono blanco y se marchó.