26.
A su mujer Hélène, Hervé Joncour le dijo que tenía que ir a Nîmes por asuntos de trabajo. Y que volvería el mismo día.
Subió al primer piso, sobre la tienda de tejidos, en el número doce de la rue Moscat, y preguntó por Madame Blanche. Le hicieron esperar largo rato. El salón estaba decorado como para una fiesta que se hubiera iniciado años atrás y que nunca hubiera acabado. Las chicas eran todas jóvenes y francesas. Había un pianista que tocaba, en sordina, motivos que tenían un aire ruso. Al final de cada pieza se pasaba la mano derecha entre los cabellos y murmuraba en voz baja
—Voilà.