4
La inspectora Oteiza decidió empezar la jornada redactando el informe operativo sobre el robo del Mosaico de Baco. A lo largo del día tendría el resultado del análisis de las huellas, pero no albergaba grandes esperanzas. Esto iba a llevar su tiempo. Una nueva carpeta más para acumular en el escritorio, esperando ser engrosada con nuevos detalles y pequeños indicios mientras avanzaba en la investigación.
—Oteiza, a mi despacho. Ahora. —La grave voz del Inspector Jefe resonó en toda la sala.
Apenas hubo cerrado la puerta, la inspectora recibió la invitación a sentarse.
—Ayer hubo un robo en Barajas. La Brigada de Delincuencia está con ello; varios individuos con uniformes de trabajadores del aeropuerto asaltaron el furgón que recogía el cargamento en plena pista. Fue algo rápido y bien organizado. Seguro que tenían alguien dentro que les había aportado toda la información.
—¿Alguna obra de arte, señor?
—Si y no. Robaron varias botellas de vino. Vino francés, de Burdeos. ¿Sabe algo de vino, Oteiza? —preguntó el Inspector Jefe levantando por primera vez la vista del escritorio. Sus sempiternos gestos serios y rudos hoy mostraban una tensión superior a la habitual.
—Muy poco señor. No soy muy aficionada.
—Pues algunas de estas botellas, de Mouton Rothschild para ser exactos, llevaban etiquetas diseñadas por Dalí, Chagall y Picasso. Otras llevaban etiquetas de la Wehrmacht, de la época de la ocupación alemana de Francia durante la Segunda Guerra Mundial. Eran parte de una colección de botellas que iban a ser mostradas al público en el Thyssen, con motivo de la exposición El Vino en el Arte. Fueron cedidas por el Museo del Vino de Burdeos. —El Inspector Jefe hizo una pausa y le entregó varias hojas con fotografías de las botellas robadas—. Para nosotros quizás sean sólo botellas de vino, pero para los franceses son parte de su Patrimonio Histórico. Así que la OCBC, la Oficina Central de los Bienes Culturales Franceses, no ha recibido nada bien la noticia. —Suspiró y se quitó las gafas—. Y más porque no es un caso aislado. En las últimas semanas han ocurrido robos similares en Museos de Francia, Bélgica, Holanda y Alemania. Botellas de vino históricas, todas de la época de la Segunda Guerra Mundial o anteriores. Las alarmas de Interpol han saltado. —Levantó la mano para entregarle varias hojas con notificaciones llegadas desde la oficina europea—. Detrás parece estar alguna banda internacional muy bien organizada. Y con grandes conocimientos sobre el robo en museos. Por su modus operandi podría ser alguna banda especializada en arte, que ahora ha recibido el encargo de recopilar estas particulares botellas de vino. Y ha puesto su objetivo en España. La OCBC ha sugerido que actuemos junto con la Brigada de Delincuencia. Así que Oteiza, póngase al día de todo esto. Lo antes posible. —La inspectora levantó la vista de los papeles y mantuvo la mirada con su interlocutor. El Inspector Jefe captó enseguida su mensaje.
—Lo sé, lo sé, Oteiza. Tiene varias investigaciones abiertas, y esto precisamente no entra dentro de nuestro campo. Pero es la única que habla francés con fluidez y ha tenido anteriores contactos con la OCBC y sus agentes en París. Delegue alguna de sus investigaciones y dedique tiempo a esto.
—Muy bien señor. Lo haré. —Se levantó y salió del despacho, preguntándose cómo demonios iba a ponerse al día en un tema que desconocía en absoluto.
¿Botellas de vino? No tengo ni idea sobre vino. Ni siquiera me gusta el vino. Por muy histórico que sea.
Pasó el resto de la mañana y parte de la tarde leyendo las noticias que aparecían en varios periódicos europeos sobre los distintos robos de botellas que habían ocurrido en las últimas semanas. Repasó todas las notas de la Interpol y los informes remitidos al respecto. Entró en la base de datos central y estudió la información referente al robo en Barajas. Contactó por email con el inspector Bertrand del OCBC en París. Concretó con él una videoconferencia para las seis de la tarde. Cinco minutos antes de la hora acordada, entró en una de las salas de reuniones armada con su portátil y un café sólo. Prefería llevar a cabo la comunicación en la soledad de aquella sala, para poder escuchar y hablar con total tranquilidad, alejada de los habituales comentarios jocosos de sus compañeros cuando la oían dialogar en francés.
A la hora en punto escuchó el sonido de la solicitud de llamada. Le encantaba la puntualidad francesa de Bertrand. Hizo click en el pequeño icono verde de la aplicación y al momento surgió en pantalla la imagen algo pixelada del inspector. Lucía una cuidada perilla que Oteiza no recordaba haberle visto en la última videoconferencia mantenida con él pocas semanas atrás. Una gran sonrisa acompañó su cordial Bonjour Mademoiselle.
—Bonjour Monsieur —replicó ella con otra amplia sonrisa—. ¿Nuevo look Bertrand?
—Así es. Me hace parecer mucho más intelectual y atractivo, ¿no te parece? —añadió él mientras se pasaba los dedos por la barbilla.
—Sin duda. Te da un aire Les Trois Mousquetaires muy interesante. —El comentario provocó una breve risa al otro lado de la comunicación—. ¿Qué tal va el día por París?
—Atareado. Pero mira. —La imagen comenzó a moverse sin control; una pared llena de notas, una mesa con una silla vacía, un ventanal de aluminio… hasta que quedó quieta enfocando un precioso cielo rojo que caía sobre los tejados parisinos. Al fondo, podía intuirse la silueta de la Torre Eiffel—. Precioso atardecer de finales de verano ¿eh?
—Desde luego no puedes quejarte de las vistas, Bertrand.
—Sí, tengo una vistas muy bonitas esta tarde. —La imagen volvió a sacudirse hasta que el inspector volvió a depositar el portátil sobre la mesa—. Y no lo digo sólo por la ventana. —Su rostro apareció de nuevo frente a la cámara, sonriendo esta vez con una leve picardía. La inspectora bajó incómoda la mirada, momento en el que él aprovechó para continuar rápidamente con la conversación—. Dime Oteiza, ¿a qué debo el placer de tu llamada?
—Botellas de vino. Supongo que ya sabrás lo del robo ayer en el aeropuerto de Madrid.
—Oh, sí. Las Mouton Rothschild. Mal asunto. Tenemos varios casos similares por toda Francia. Museos, y domicilios particulares. Varios de esos robos han sido en importantes Châteaux de Burdeos. Han asaltado colecciones privadas, llevándose sólo las botellas históricas del periodo de la Segunda Guerra. —La inspectora dio un sorbo a su café mientras escuchaba atentamente—. ¿Café sólo con azúcar como siempre Oteiza?
—Por supuesto Bertrand —respondió con una nueva sonrisa. Recordó cuando, dos años atrás, él pasó tres semanas en Madrid colaborando con la Brigada de Patrimonio en la investigación de la desaparición de un famoso cuadro del Museo de Lyon. Desde el primer día aprendió cómo le gustaba el café, y todas las mañanas acudía con un vaso de humeante líquido acompañado de un Croissant que, según él, comparado con los de Francia, no se merecía llevar semejante nombre. Bertrand estaba siempre pendiente de todos esos detalles de cortesía, lo cual era de agradecer en el rudo y masculino mundo policial.
—Estamos muy preocupados por esta serie de robos. Los autores son muy profesionales. Actúan rápido y con una impecable organización. No dejan rastros. Y todas esas botellas son para nosotros muy importantes. Forman parte de nuestra historia, de nuestro patrimonio —añadió con un tono mucho más serio.
—Entiendo Bertrand. ¿Puedes enviarme más información sobre ellas? Un listado de todas, fotografías, descripción de las etiquetas… quiero ir poniéndome al día de todo lo relacionado con esta investigación.
—Por supuesto. Y te enviaré un informe técnico sobre las que han robado en el aeropuerto, por si puedes moverlo entre las casas de subastas nacionales.
—¿Casas de subastas? ¿Crees que intentarán venderlas? —preguntó extrañada.
—Podría ser. Son botellas que alcanzan grandes precios. Algunas valoradas en más de doscientos mil euros. —La inspectora abrió los ojos en exceso, sorprendida por el dato—. Y son muy cotizadas por los coleccionistas de vino. Quizás no lo hagan en una subasta pública, pero en este mundillo también suele haber muchas subastas privadas.
—De acuerdo Bertrand. Te mantendré informado.
—¿Y qué planes hay para esta noche, inspectora? —preguntó el sonriente inspector tras unos segundos de silencio.
—Tranquilidad en casa. Como siempre. Un buen libro y pronto a dormir. —Evitó decirle pronto a la cama.
—Algunas cosas nunca cambian ¿verdad? —añadió guiñando un ojo.
—Nunca Bertrand, nunca —contestó, acompañando las palabras con algo parecido a una sonrisa—. Hasta pronto. —Pulsó el icono rojo y la imagen del francés desapareció de la pantalla. Oteiza se quedó unos minutos allí sentada, terminando el café, recordando la siempre insistencia del inspector por tener una cita con ella durante aquellas tres semanas que trabajaron juntos. Pero nunca era bueno mezclar el trabajo con el placer. Y aunque Bertrand era simpático, inteligente y bien parecido, no quería permitirse el romper su rutina diaria por salir con él. No quería complicaciones. No quería jugar a comenzar nada que desde el inicio no tenía futuro alguno. Las relaciones a distancia nunca le habían funcionado. En realidad, las relaciones nunca le habían funcionado; con distancia, o sin ella.