XII
PALABRAS DE AMOR
Los jueces ordenaron que compareciera ante ellos el santo varón Giovanni, encadenado al que había lanzado fuego griego contra el Palacio de los Priores. Y dijeron al santo varón:
―Estás con el criminal porque no estás con nosotros. Porque quien no está con los buenos está con los malos.
Y el santo varón les respondió:
―No hay buenos ni malos entre los hombres. Pero todos son desdichados. Y aquéllos a los que no afligen el hambre ni la vergüenza, los atormenta la riqueza y el poder. No es dado a quien nace de mujer escapar a las miserias, y el hijo de la mujer es semejante al enfermo que da vueltas en su lecho sin encontrar reposo, porque no quiere echarse sobre la cruz de Jesús y descansar la cabeza en las espinas, y no disfruta en el sufrimiento. Sin embargo, la alegría sólo está en el sufrimiento. Y quienes aman lo saben.
»Yo estoy con el amor y este hombre está con el odio. Por eso no nos encontraremos nunca. Y yo le digo: «Hermano mío, hiciste mal, y grande es tu pecado». Y hablo así porque la caridad y el amor me lo ordenan. Mas vos condenáis a este criminal en nombre de la justicia. Y, al invocar la justicia, juráis en vano. Pues no hay justicia entre los hombres.
»Todos somos criminales. Y cuando decís: «La vida del pueblo está en nosotros», mentís. Y sois la sepultura que dice: «Soy la cuna». La vida de los pueblos está en las mieses de los campos que se ponen amarillas bajo la mirada del Señor. Está en las vides que cuelgan de los olmos, y en la sonrisa y las lágrimas con que el cielo baña los frutos de los árboles, en los cercados de los huertos. No está en las leyes, que son hechas por los ricos y los poderosos para la conservación del poder y la riqueza.
»Olvidáis que nacisteis pobres y desnudos. Y Aquel que nació en el portal de Belén vino sin provecho para vosotros. Y es menester que vuelva a nacer pobre y que sea crucificado por segunda vez para vuestra salvación.
»El violento se ha servido de las armas de fuego que vosotros habéis forjado. Y es comparable a los guerreros a los que honráis porque han destruido ciudades. Lo que está defendido por la fuerza será atacado por la fuerza. Y si sabéis leer el libro que habéis escrito, en él veréis lo que digo. Porque en vuestro libro habéis puesto que el derecho de gentes es el derecho de guerra. Y habéis glorificado la violencia, rindiendo honores a los conquistadores y elevando sobre vuestras plazas públicas estatuas en honor a ellos y a su caballo.
»Y habéis dicho: «Hay una violencia buena y una violencia mala. Y esto es el derecho de gentes, y esto es la ley». Pero cuando esos hombres os hayan arrojado fuera de la ley, ellos serán la ley lo mismo que vosotros os convertisteis en la ley cuando derrocasteis al tirano que era la ley antes de vosotros.
»Pero, sabedlo bien, sólo hay derecho verdadero en la renuncia al derecho. No hay ley santa más que en el amor. No hay justicia más que en la caridad. No es por la fuerza como conviene resistir a la fuerza, porque la lucha enardece a los combatientes y la suerte de las batallas es dudosa. Mas si se opone la dulzura a la violencia, ésta, al no encontrar apoyo en su adversario, cae por sí misma.
»Los sabios dicen en los bestiarios que el unicornio que lleva en la frente una espada centelleante traspasa la coraza de hierro del cazador, y se arrodilla a los pies de una doncella. Sed dulces, volveos un alma simple, tened puro el corazón, y no temeréis nada.
»No pongáis vuestra confianza en la espada de los condotieros, pues la piedra del pastor hirió la frente del gigante. Sino fortaleceos en el amor, y amad a los que os odian. El odio que no se devuelve queda reducido a la mitad. Y la parte que perdura, languidece, viuda, y muere. Despojaos a fin de que no os despojen. Amad a vuestros enemigos para que dejen de ser enemigos. Perdonad a fin de que os perdonen. No digáis: «La dulzura perjudica a los pastores de los pueblos». Pues no sabéis nada sobre eso. Los pastores de los pueblos nunca la han probado. Pretenden haber disminuido el mal mediante el rigor. Pero el mal es grande entre los hombres y no se ve que disminuya.
»He dicho a los unos: «No seáis opresores». He dicho a los otros: «No os rebeléis». Y ni los unos ni los otros me han escuchado. Y me han tirado piedras riéndose de mí. Porque estaba con todos, cada uno me dijo: «No estás conmigo».
»He dicho: «Soy el amigo de los miserables». Y no habéis creído que era vuestro amigo porque, en vuestro orgullo, no sabéis que sois miserables. Sin embargo, la miseria del amo es más cruel que la del esclavo. Pero cuando yo os compadecía tiernamente, habéis creído que me burlaba. Y los oprimidos han pensado que estaba de parte de los opresores. Y han dicho: «No tiene ninguna piedad». Mas mi parte está en el amor y no en el odio. Por eso me despreciáis. Y porque anuncio la paz en la tierra, me tenéis por insensato. Os parece que mis palabras van en todas las direcciones, como los pasos de un hombre borracho. Y es cierto que cruzo vuestros campos como esos tañedores de arpa que, la víspera de la batalla, van a tocar delante de las tiendas. Y los soldados dicen, al escucharles: «Son pobres inocentes que van tocando canciones que hemos oído en nuestras montañas». Yo soy ese arpista que pasa en medio de los ejércitos. Cuando veo adónde conduce la sabiduría humana, prefiero estar loco; y agradezco a Dios que me haya dado el arpa y no la espada.