7
Peco recuperó la apariencia de tranquilidad y habló con la misma firmeza que antes:
—Eso también lo vaticinó el Fundador. Una mutación, hija de ciertos esfuerzos imaginativos, hizo nacer al Homo sapiens, y otra mutación, hija de ciertos abandonos imaginativos, puede traer al Homo insciens. Todo lo que te originó a ti es la causa de ello. ¿No sabes lo que es el pensamiento simbólico?
Por primera vez hubo en la voz de Lid cierto aire de titubeo.
—¿El pensamiento simbólico?
—¿No conoces ningún cuento?
—Mi inteligencia está por encima de esos juguetes mentales primitivos y pueriles.
—Da igual —continuó Peco, imperturbable—. Explícame de una vez lo de nuestros hijos.
—Mi descubrimiento de vuestra línea telefónica y mi estudio de vuestra comunicación me hizo comprender que en esa pequeña comunidad, pese a vuestro rechazo de la tecnología, sigue habiendo ideas innovadoras: por ejemplo, cómo fabricasteis los teléfonos con madera y restos metálicos. O cómo habéis conseguido que el ganado siga la ruta sin necesidad de pastor, mediante ciertos estímulos acústicos. O la manera de aprovechar cualquier tipo de fuerza para producir energía eléctrica, incluso el pedaleo de las bicicletas. Esos hijos vuestros están impregnados de curiosas ideas creativas, por lo que he podido oírles hablar.
—¿Y qué?
—Les regalé unos aparatos para que empezasen a conocerme.
—¿Y por qué tienen que conocerte?
—Porque deben venir conmigo.
En la Casa de Todos, la expectante tensión que mantenía atónita a la concurrencia culminó en otro desolado estremecimiento general. Peco perdió momentáneamente su aplomo y quedó de nuevo en silencio unos instantes, antes de reaccionar.
—¿Que deben ir contigo? ¿Adónde? ¿Y por qué, si puede saberse?
—A la capital de la Federación, naturalmente, donde tengo todos los medios necesarios. Ellos serán muy útiles en estos momentos, cuando cunde entre vuestra especie esa parálisis o apatía inventiva. Primero los estudiaré. Luego ayudarán a que la innovación no se detenga. Serán gente importante. Mañana los recogerán en vuestro valle.
La voz metálica de Lid expresaba una decisión irrevocable, pero Peco mantuvo su aparente sosiego.
—¿Que los recogerán mañana? Eso es imposible. Todavía no han terminado el curso.
Otra vez hubo en la respuesta de Lid un leve titubeo.
—¿Te refieres al curso escolar?
—Efectivamente. Además, sería para ellos una separación demasiado brusca de su vida habitual, de su ambiente, de sus padres… Eso podría perjudicarlos psicológicamente y hacer que no rindiesen lo que esperas de ellos. ¿Me comprendes?
—Interrupción del curso escolar, separación brusca, perjuicio psicológico. Hay lógica en lo que dices. ¿Cuándo piensas que estarán disponibles para que se los lleven?
—Dentro de mes y medio. Envía entonces a recogerlos. En cuanto a los móviles, se los daremos cuando termine el curso, para que se vayan familiarizando contigo.
—De acuerdo, Reacio. Dentro de un mes y medio —repuso Lid, y su borrosa figura se desvaneció.