4
Kinm-Aneg y Keg-Ninm se miraron aliviados. Habían pasado unos instantes terribles. Sus cuerpos color granate brillaban de sudor.
—Otra avería como ésta en el reductor de los espacios intermoleculares y no alcanzamos nuestro destino.
—Ha reaccionado a tiempo. ¡No podíamos ni movernos del sitio!
—Y menos mal que la nave reducida pesa lo mismo y tiene igual resistencia que a su tamaño normal, de lo contrario esa extraña bestia con la que hemos tropezado, habría terminado con nosotros. Era demasiado tozuda.
—En fin... ¡vamos!