1
Eroriak Zatopek abrió la puerta de su cabaña y aspiró profundamente el aire aromatizado y fresco del bosque en la mañana. El pinar estaba aún despegando los párpados.
Eroriak salió del portal y se estiró desperezando su corpachón, resoplando como un oso. Se lavó en un gran barreño y volvió a entrar cansinamente en su casa de troncos. Todos los cazadores anacoretas vivían igual: entre trampas y pieles. Zatopek, como un primitivo; dedicado a la caza y a la pesca. El día se le presentaba ideal para salir en busca de alguna buena pieza. Así que, tomó su rifle decidido a visitar los lugares de asiduo abrevadero animal donde, con seguridad, por el calor que se avecinaba, acudirían casi todos.