§ 38. Todavía dos rostros de la δόξα: su oscilar entre el hacer que algo se manifieste (εἶδος) y el invertir (ψεῦδος)

Pero volvamos a seguir ahora la marcha propia de la conversación (187 b ss.). Si Teeteto ha mencionado el nuevo ámbito en el que debe hallarse la esencia del saber es sólo para emprender ya en seguida una peculiar restricción de su tesis (187 b 4 ss.):

∆όξαν µὲν πᾶσαν εἰπεῖν, ὦ Σώκρατες, ἀδύνατον, ἐπειδὴ καὶ ψευδής ἐστι δόξα? κινδυνεύει δὲ ἡ ἀληθὴς δόξα ἐπιστήµη εἶναι, καί µοι τοῦτο ἀποκεκρίσθω.

«No es posible decir que el saber es simplemente visión [tener una visión sobre algo], pues, al fin y al cabo, una visión a menudo también es falsa [invertida]. Sólo la visión verdadera debería ser saber. Sea ésa por ahora la respuesta que debe subyacer a la explicación».

Vemos que con la δόξα estamos enseguida, en cierta manera de suyo, en un ámbito que puede volverse bien hacia el lado de la verdad, bien hacia el lado de la no-verdad (falsedad), lo cual Sócrates formula después (187 c 3 s.) así: δυοῖν ὄντοιν ἰδέαιν δόξης. «La δόξα tiene dos rostros (un rostro doble).» Pero consideremos ahora que, con esta dualidad, no se quiere significar la ambigüedad que acabamos de tratar, como imagen de un objeto y como comportamiento, como tener una visión sobre algo, sino que precisamente esta δόξα, en esta ambigüedad, tiene todavía dos rostros. Una δόξα qua «visión de algo»: la imagen puede ofrecer lo ente mismo, lo dado, pero también puede fingir sólo que lo presentado tiene esa imagen. La visión puede hacer manifiesto, pero también puede ocultar y desfigurar. Lo mismo la δόξα qua «tener una visión sobre algo»: esta visión, como visión, puede ser correcta o no.[128]

Aquí se puede apreciar ya que con la δόξα nos adentramos en un ámbito muy enmarañado, donde hay que tener los ojos abiertos y abarcar de un vistazo, en cada caso, el conjunto. Pues la pluralidad de significados que, evidentemente, forma parte de la esencia de la δόξα, sugiere la constante tentación de mirar en cada caso sólo un aspecto, errando por tanto con el problema. Dado que ella es ora cierta, ora invertida, es decir, que es en cada caso en una de estas figuras, también puede investigarse sólo (al mismo tiempo) atendiendo previamente a ello.

Pero ni siquiera eso es la mayor dificultad. La δόξα pasa a ser el marco dentro del cual, como veremos, se asumirá la pregunta por la esencia del ψεῦδος. En cuanto se expone este fenómeno, uno se arriesga a entrar en un ámbito en el que se muestra la oscilación entre corrección e inversión. Como resultará de lo que sigue, Sócrates abarca ya de un vistazo todo este enmarañado ámbito en el que guiará a Teeteto de un lado a otro, no para acabar de confundirle por completo, sino para hacer que se habitúe a él, lo que no puede conseguirse con las burdas y aparentemente inequívocas formas de demostración del sano entendimiento humano.

Para hacerle visibles gradualmente diversos caracteres, sin que Teeteto vea inicialmente qué relación guardan entre sí (αἴσθησις – διάνοια), le plantea la pregunta (187 c 7):

Ἆρ’ οὖν ἔτ’ ἄξιον περὶ δόξης ἀναλαβεῖν πάλιν–;

«Después de todo, ¿no conviene volver a empezar otra vez en relación con la δόξα?».

[Teeteto le interrumpe sorprendido:] Τὸ ποῖον δὴ λέγεις; «¿A qué te refieres, pues?».

Ya antes (170 a s.) se mencionó superficialmente la δόξα, porque, conforme al tema entero de la conversación, no podía eludirse. Pero ahí se habló de ella sólo de paso, sin delimitar en modo alguno su esencia. Ahora Sócrates propone tomar la δόξα en cuanto tal específica y expresamente como tema, y en concreto, como revela su respuesta, está decidido a abordar el problema de la δόξα ya desde su lado más difícil y estimulante. Confiesa a Teeteto que ahora, cuando la conversación regresa a la δόξα, pero también ya en otras partes, le molesta a menudo no poder decir qué especie de curioso estado es en el hombre, y cómo se llega en realidad a él. «¿Cuál, pues?», pregunta Teeteto. Τὸ δοξάζειν τινὰ ψευδῆ (187 d 6). «Éste: que alguien tenga una visión invertida o errónea» (ψευδὴς δόξα).

Nosotros mismos, hombres de hoy, nos vemos impelidos así por Platón al papel de Teeteto. Pues al igual que éste, en un primer momento nos sorprendemos sólo de la sorpresa y de la inquietud de Sócrates. ¿Qué debe resultar tan estimulante en la circunstancia de que, entre nuestras visiones, junto a las verdaderas haya también invertidas y erróneas? Eso es, después de todo, la cosa más natural y cotidiana del mundo. En relación con la pregunta conductora del diálogo: ¿qué es saber?, y con la respuesta dada ahora, según la cual saber es tener una visión verdadera de algo, nosotros mismos tendremos la opinión de que conviene tratar más bien de la visión verdadera, y no de la invertida. ¿Por qué reflexionar aquí aún mucho tiempo, como hace Sócrates, sobre si, después de todo, no debe hablarse primero de la visión invertida?

Pero Teeteto cede a Sócrates la decisión, y también nosotros cedemos en un primer momento a Platón la guía, y seguimos con él el rastro del curioso camino cuya necesidad no entendemos en modo alguno por anticipado, y que conlleva un tratamiento del ψεῦδος (no-verdad). Así pues, preguntamos junto con Platón qué estado del alma, es decir, de la esencia del hombre, es cuando éste tiene una visión invertida, cómo se llega a eso. Con este preguntar por la γένεσις de este estado, no se mienta una explicación psicológica de su surgimiento, ni por qué causas surge tal cosa y qué mueve al hombre a los errores, sino la investigación sobre de dónde procede este fenómeno en cuanto a su posibilidad, qué es lo que posibilita la ψευδὴς δόξα en cuanto tal, al margen de si realmente es o no, y de cómo surge de hecho en el hombre. Es decir, la pregunta de cuál es su γένεσις, o dicho brevemente, la pregunta por la posibilidad interna, por la esencia.

Recapitulando, vemos ya con mayor claridad en qué contexto de la pregunta surge el problema del ψεῦδος: en la pregunta por un fenómeno que tiene en sí carácter de δόξα, es decir, aquella ambigüedad que, a su vez, es fundamento de la posibilidad de oscilar entre «invertida» y «no invertida». Ése es el marco. Pero todavía no vemos el auténtico enraizamiento del problema de la no-verdad (inversión).