§ 37. Doble significado de δόξα (visión): imagen y opinión
La dirección del preguntar ha quedado fijada ahora a la determinación de la referencia con lo ente. ¿Cómo hay que determinarla a ésta? Teeteto responde (187 a 7):
Ἀλλὰ µὴν τοῦτό γε καλεῖται, ὦ Σώκρατες, ὠς ἐγᾦµαι, δοξάζειν.
«Este comportamiento del alma que tienes a la vista como aquello donde está el saber [posesión de verdad], me parece que se llama δοξάζειν».
Sócrates asiente, y al mismo tiempo exhorta a Teeteto a borrar y eliminar todo lo anterior, es decir, toda la investigación sobre la αἴσθησις, a no hacer ahora uso de ella. Teeteto no debe ahora argumentar con ayuda de lo anterior, hacer grandes discursos ni agudas demostraciones, ni construir sobre ellas nuevas teorías de gran alcance. No porque todo eso se haya eliminado y rechazado, sino para que él tenga los ojos totalmente libres y abiertos para el campo de los fenómenos que ahora hemos mencionado, para que atienda εἴ τι µᾶλλον καθορᾷς (187 b 1), si ahora, de algún modo, le llega a la mirada más de la esencia de la ἐπιστήµη.
La investigación comienza de nuevo, como si no hubiera sucedido nada, y sin embargo lo alcanzado hasta ahora queda, de modo peculiar, en el transfondo.
Según la segunda respuesta, la esencia del saber reside en el campo y el comportamiento del alma que se llama δοξάζειν. Este verbo se traduce como «opinar», y el substantivo respectivo δόξα, que en lo sucesivo se nombrará también enseguida, como «opinión». Esta traducción acierta sólo a medias con el significado griego de la palabra, y este «a medias», como sucede siempre y aquí en particular, es más fatídico que un yerro completo. Con esta traducción, que en ciertos casos se ajusta, aunque incluso también entonces sólo de modo condicionado, se encubre justamente el significado fundamental de la palabra griega. Queda oculto el asunto que los griegos tienen a la vista, y por eso no es de extrañar que esta traducción de la palabra, que tanto acierta como no acierta, tuviera que impedir también la comprensión de los problemas que se ocultan detrás. Pero estos problemas hay que ponerlos de relieve, si se quiere comprender cómo, merced al modo como Platón y Aristóteles tratan la δόξα, la pregunta por la esencia de la verdad, y por tanto la pregunta por la esencia del ser, en el futuro fue forzada a un cauce totalmente determinado del que ella ya no ha salido. Para nosotros, que desde hace tiempo vamos por este cauce, o mejor, que desde hace ya tiempo nos hemos puesto a descansar en él, parece que esto adonde él conduce sea obvio, como si nunca hubiera habido la posibilidad de preguntar de otro modo. Pero la traducción fallida puede disculparse a su vez, en primer lugar, porque la palabra es ambigua también y justamente para los griegos; en segundo lugar, porque, como se ha dicho, «opinión» acierta bajo un determinado aspecto con el significado de la palabra; y en tercer lugar, porque aparentemente en alemán no tenemos ninguna palabra con la que la ambigüedad se conserve y, al mismo tiempo, esto se acuñe y se fije además ya en su significado de tal modo que coincida con δόξα y reproduzca por entero su significado. En un primer momento, dejamos δόξα y δοξάζειν sin traducir, después de haber indicado, sólo en general, la dirección en la que se encuentra el significado.
Como en el caso de ἀλήθεια, de ψεῦδος, de λανθάνω y de ἐπιστήµη, sea dada ahora una breve indicación sobre el significado de estas palabras δόξα y δοξάζειν. Pero lo que me importa es mostrarles antes, todavía a partir del contexto específico de la conversación seguida hasta ahora, por qué a Teeteto se le ocurre ahora justamente esta respuesta, como segunda: la esencia de la ἐπιστήµη tiene que hallarse en el campo de la δόξα.
Sócrates da la indicación de en qué campo hay que buscar la esencia del saber, concretamente en función de la investigación positiva preliminar, que fue planteada en el tratamiento de la primera respuesta. La esencia del saber sólo puede residir originalmente donde el alma misma quiere conocer mejor el círculo de lo ente, dicho brevemente: en el campo de la relación de ser del alma con lo ente (aspiración al ser), en el campo de la posibilidad de una posesión del no-ocultamiento de lo ente. Mirándolo exactamente, en la indicación de Sócrates se encierra una doble exigencia: la esencia del saber está determinada, en primer lugar, por aquello que tiene el carácter de la relación con lo ente, pero en segundo lugar también por lo que da y depara esto ente en su comparecencia y manifestabilidad, por tanto de modo que, en ello, esto ente se muestre o pueda mostrarse a partir de ello mismo. Ciertamente, la αἴσθησις no es capaz de tal cosa, pero con el tratamiento de la primera respuesta en modo alguno se discute que la αἴσθησις se pueda considerar en general para ello, es más, que del no-ocultamiento de lo ente sea esencial tal cosa como un hacerse manifiesto y mostrarse lo ente. Sólo se ha dicho que la αἴσθησις, por sí sola y en cuanto tal, no es capaz de hacerlo.
Queda la pregunta de cómo el mostrarse lo ente es posible y tiene que serlo. Formulándolo brevemente, resulta ahora la tarea de hallar un fenómeno cuya constitución esencial porte en sí, en primer lugar, un mostrarse lo ente mismo, y en segundo lugar, la relación de ser que sucede desde el alma misma: y justamente esta doble exigencia la satisface lo que Teeteto aduce bajo el título de δόξα (δοξάζειν). Dicho más exactamente: igual que en la primera respuesta se recurre a la αἴσθησις, que se sugiere inmediatamente, también ahora se recurre al fenómeno de la δόξα, que se conoce de la vida sobre la que no se ha reflexionado y que ahora se pone en primer plano. ¿En qué medida a Teeteto se le puede, es más, se le tiene que ocurrir la δόξα? ¿Qué significa para los griegos δόξα?
Partamos del verbo correspondiente δοκεῖν, δοκέω, en realidad: me muestro, bien a mí mismo, bien a los demás. Es decir, la palabra es, en cierto sentido, exactamente el concepto contrario a λανθάνω: estoy escondido (me oculto) a otros o a mí mismo. Me muestro a mí: vengo ante mí mismo como éste y éste, me resulto, y de modo correspondiente: resulto a los demás… Este «resultar a mí mismo y a los demás» tiene el significado: ofrezco una apariencia, una imagen. Pero ello implica: se muestra de algún modo, esto que se muestra, en su mostrarse, deja justamente abierto si es tal como se muestra o no. Se muestra, es decir, se manifiesta, y en este manifestarse, en este aparecer, parece ser esto o esto. Con el manifestarse en cuanto tal se presenta un aparecer, pero queda justamente sin resolver si es una mera apariencia o si, pese a todo, eso es tal como se manifiesta.
Para el significado fundamental de δοκέω (δόξα) es importante establecer que en él se implica el mostrarse algo, el ofrecer una visión, sobre todo el dar una imagen. En lugar de muchos comprobantes arbitrarios, escogemos un pasaje de nuestro diálogo (143 e 6) que ya hemos mencionado[125] en relación con que Sócrates llama bello a Teeteto, siendo que, sin embargo, Teodoro le había llamado feo. Al comienzo de la conversación, exige a Teodoro que le nombre a uno de los jóvenes de Atenas de los que crea que tienen futuro. Teodoro responde que conoce a uno que merece ser nombrado:
Καὶ εἰ µὲν ἧν καλός, ἐφοβούµην ἄν σφόδρα λέγειν, µὴ καί τῳ δόξω ἐν ἐπιθυµίᾳ αὐτοῦ εἶναι.
«Y si fuera bello, tendría muchos reparos en nombrarlo, para no ofrecer ante alguien la imagen de que tengo una pasión por él».
Es característico el modo como Schleiermacher lo traduce (en muy buen alemán): «para que alguien no crea [de mí]»;[126] el griego lo dice a la inversa: «para que yo no me manifieste ante alguien como tal y cual», «para que no despierte la apariencia». Es decir, exactamente la inversión del uso lingüístico que corresponde a la que teníamos en λανθάνω.[127] ∆οκέω: me manifiesto a otros o a mí mismo como…; pues bien, sólo desde ahí obtiene δοκεῖν otro significado: me resulto como éste y éste. Ilíada VII, 192: ἐπεὶ δοκέω νικησέµεν Ἕκτορα δῖον. «Me manifiesto a mí mismo como uno tal, creo de mí, pienso que venceré a Héctor». Eso es un giro característico del significado: la circunstancia se considera ahora no desde lo que se muestra, desde el objeto, sino desde quien lo considera, es decir, desde la conducta; desde aquel a quien algo se muestra expuesto, a quien le resulta así (en este caso es él mismo: se resulta a sí mismo así, se considera tal y cual), y que por eso tiene una opinión de la visión que se muestra.
Pues bien, la misma ambigüedad tiene también δόξα. La palabra significa, por un lado: la apariencia o la imagen que alguien ofrece o en la que algo se encuentra; en sentido enfático: reputación pública, honor, gloria; en el Nuevo Testamento: δόξα θεοῦ, esplendor, gloria. Luego: lo que alguien se representa ante un mostrarse tal, la imagen y la visión que uno se hace de ello y sobre ello, y por tanto la opinión que se tiene de ello. Pero también en estos significados de δόξα se connota que lo que se muestra, lo que se manifiesta, aparece, que despierta una apariencia; es decir, que la imagen que se tiene de la cosa, en realidad también podría ser distinta. La imagen, presuntamente así, está decidida por un lado, pero el otro no está excluido.
Menciono ya que no es fácil hallar una palabra alemana correspondiente, sobre todo una que exprese y conserve el significado fundamental de δοκέω y δόξα. La más atinada me parece la palabra Ansicht, «visión», porque en ella sale el significado griego del mostrarse, del ofrecer una imagen. Empleamos la palabra con la misma ambigüedad que los griegos:
- Ansicht, «visión», en la palabra compuesta Ansichtskarte, «vista postal»: una tarjeta en la que no se defiende una visión (una opinión), sino que proporciona una imagen, que ofrece algo que se muestra.
- 2. Pero también decimos: ich bin der Ansicht, «mi visión del asunto es ésta», queriendo decir: soy de la opinión, considero que…, desde ahí veo el asunto así y así.
Así pues, la palabra δόξα, «visión», tiene su significado desde dos direcciones opuestas: desde el objeto y desde el comportamiento. En una única palabra resuenan ambos significados, que algo ofrezca una imagen y el considerar que algo es así y así. Ahora bien, lo característico es que, para los griegos, en la δόξα ambos significados no son dos cosas yuxtapuestas sin conexión, sino que, en su peculiar pertenencia mutua, están referidas recíprocamente en lo más íntimo, y que justamente esta referencia en el asunto mentado con la palabra constituye lo esencial y lo estimulante de todo el problema. Si se entiende un significado, entonces también se actualiza ya el otro; δοξάζειν: tener una visión acerca de algo que se muestra así y así, es decir, que ofrece tal y cual visión, una apariencia.
Ahora bien, de toda la explicación sobre el posible carácter de saber de la percepción (αἴσθησις) resultó positivamente que, para satisfacer la esencia del saber como posesión del no-ocultamiento de lo ente, basta con hallar un fenómeno que contenga en sí, por un lado, el momento del hacerse manifiesto algo (mostrarse el objeto), y al mismo tiempo la relación de ser con lo ente que el alma entabla en sí misma. Esta doble exigencia la satisface a primera vista la δόξα, y concretamente en su ambigüedad: por un lado, visión como imagen y aspecto de algo, como aquello que una cosa ofrece (si en justicia o no, eso es otra pregunta; la pretensión interna de una visión siempre es dar la cosa misma); y luego (por otra parte) el comportamiento, un tomar postura que resulta del alma misma: tener la visión acerca de algo, considerar de tal y cual modo algo que se da. Sobre este asunto tengo esta visión, soy de la opinión: desde mí, veo la cosa así y así (ἡ ψυχὴ αὐτὴ καθ᾿ αὑτήν). En el primer significado, se trata de vislumbrar una visión, de percibir (asumir) una imagen que se manifiesta; en el segundo significado, se trata de ponerse delante eso, de percibir una cosa desde nosotros (considerándola y tomándola como tal y cual).
Con esto podría haber quedado claro cómo el desarrollo del problema de la primera respuesta entra necesariamente en el ámbito que ahora queda indicado con el título de δόξα. La designación de este ámbito y del camino hacia él es para nosotros de relevancia especial porque, justamente dentro de este ámbito de la δόξα, aparece el fenómeno al que ponemos rumbo: la visión invertida. Los griegos toman la no-verdad como τὸ ψεῦδος, la inversión. Es más: este fenómeno aparece aquí no accesoria, sino necesariamente. En realidad, la δόξα no se puede seguir captando si no se considera debidamente este fenómeno de la inversión.