b) Cuatro preguntas sobre las referencias de la ἀλήθεια que se hacen visibles en el suceso de la liberación

Es más, con esta aclaración platónica, ¿entendemos la esencia de la ἀλήθεια? ¿Obtenemos con ella una visión de lo que, dentro de la existencia cotidiana de nosotros los hombres, sucede en cada caso además, e incluso necesariamente, con uno de estos hombres, o «sobre» él? ¿Entendemos para qué puede ser liberado el hombre con violencia, pero a lo que después él tiene que reacostumbrarse por sí mismo para ganar el no-ocultamiento de lo ente? Ideas, la idea del bien: ¿qué significa eso? ¿Qué tiene que ver la idea con la verdad, y en su conjunto con todo aquello que ya nos ha salido al paso en unas referencias incomprendidas: entre la ἀλήθεια y la libertad, la luz, lo ente, los grados de lo ente?

Por muy claramente trazada que pueda estar la parábola, por muy simple y clara que se evidencie incluso la interpretación platónica, ¿entendemos mucho o siquiera sólo un poco de ella? Tampoco sirve la salida de preguntar cómo interpreta la parábola el propio Platón. Entonces sólo hallamos que Platón hace una perífrasis de las circunstancias y que aclara la situación del liberado diciendo que el lugar del liberado está por encima del cielo, pero que en este lugar hay ideas, y entre ellas, una idea suprema. Qué significa todo eso, no lo llegamos a saber. En un primer momento no entendemos nada, sobre todo si pensamos que se trata de una historia que sucede con el hombre. ¿Con el hombre? ¿Quién es ése? Nosotros mismos, y sólo nosotros. Cada uno mismo, en la medida en que es ahora, es decir, en la medida en que es puesto por Platón ante esta parábola, y que se deja poner ante este suceso. Es decir, no aquellos que escuchan ahora unas lecciones de Heidegger: ésos tendrán ya bastante al cabo de unas semanas, y desaparecerán igual que han venido. Pero que uno esté sentado ahí regularmente hasta la última clase del semestre, ¿es eso una prueba de que se ha dejado poner ante esta parábola? No, y lo menos que puede probarlo es un examen, es decir, no puede probarse en absoluto. Pero confirmarse como verdadero: ¡eso sí! Cómo y ante quién y cuándo y dónde y en qué medida, eso sólo lo sabe cada uno. Únicamente en ello consiste la misteriosa «eficiencia» de una filosofía, si es que la tiene.

En un primer momento, no entendemos nada, y por eso preguntamos. Preguntamos provisionalmente (no sólo en consideración del tercer estadio, sino también de los recorridos hasta ahora): ¿qué dice en realidad todo lo que ha aparecido hasta ahora en la parábola? ¿Qué significa para el hombre, es decir, para nuestra existencia y su relación con la verdad como no-ocultamiento? ¿No-ocultamiento en relación con la libertad, la luz, lo ente, las ideas, la idea suprema del bien? ¡Tantas palabras como preguntas!

Tratamos de orientarnos aquí tomando por separado y aclarando aquellas referencias que nos apremian con los títulos aducidos y con los fenómenos indicados. Preguntamos cuatro cosas:

  1. ¿Cuál es la conexión entre idea y luz? (§ 6)
  2. ¿Cuál es la conexión entre luz y libertad? (§ 7)
  3. ¿Cuál es la conexión entre libertad y ente? (§ 8)
  4. ¿Cuál es la esencia de la verdad, en el sentido de no-ocultamiento, que se ilumina de pronto desde la unidad de estas conexiones? (§ 9)

Con la respuesta a estas cuatro preguntas, que al mismo tiempo representa una interpretación del tercer estadio, tratamos de avanzar tanteando hasta la esencia de la verdad como no-ocultamiento. En ello, como ven ustedes a partir de la seriación de las cuatro preguntas, en un primer momento dejamos intencionadamente aparte el tratamiento de la idea suprema (la idea del bien). Tampoco el propio Platón, dentro de la parábola, trata más de cerca esta idea suprema, concretamente porque ya fue comentada por extenso previamente, en la parte final del Libro VI. Por eso sólo después, tras la interpretación completa de la parábola, volveremos a la pregunta por la relación entre la ἀλήθεια y la ἰδέα τοῦ ἀγαθοῦ, no en el sentido de un mero corolario, sino para compilar con ello por vez primera todo el problema de la verdad, orientándolo así hacia el vértice supremo de la filosofía platónica (que, al fin y al cabo, no es otra cosa que una lucha entre los dos conceptos de verdad), y por tanto de una forma totalmente determinada de la filosofía antigua. También desde aquí obtenemos por vez primera el suelo para las preguntas posteriores a las que incita la determinación platónica de la esencia de la verdad como ἀλήθεια, es decir, para la confrontación con Platón mismo, y por tanto con la situación de toda la tradición occidental.[26]

Con las cuatro preguntas planteadas, abordamos ahora las referencias de lo que se ofrecía ya en el primer estadio y desde entonces.